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Les Corts es un lugar peculiar con reglas peculiares. Ahora mismo, en las puertas de acceso al edificio, aún se obliga a firmar un documento ... creado hace dos años con motivo de las primeras restricciones generadas por la pandemia. Esa resistencia al cambio sólo tiene parangón con la predilección del parlamento valenciano a la opacidad en todo lo relacionado con los privilegios que aún se conservan en la Cámara.
Las comisiones de gobierno interior son secretas. Allí se deciden asuntos como los sueldos de los diputados y sus indemnizaciones complementarias. Pero son secretas. Y no sólo esa comisión. Actualmente se desarrollan las reuniones para debatir el cambio del Reglamento de Les Corts, la norma de funcionamiento de la Cámara. También son discretas. Se insta a no difundir lo que allí acontece. En lo que se refiere al Reglamento, se habla de dinero, no solo del funcionamiento de los debates políticos. De mucho dinero, el que los partidos no están dispuestos a perder «frente al transfuguismo»... o a las disidencias, según las circunstancias. Los grupos parlamentarios reciben un total de cuatro millones en subvenciones. En Les Corts, los partidos buscan ahora un blindaje económico ante las consecuencias de la pérdida de diputados.
El acta de parlamentario es personal, y a los partidos les duele perder efectivos, pero lo que más les molesta es perder efectivo, ese dinero asociado a esos diputados. Que se fuguen los diputados no se puede evitar, pero el dinero, eso sí que no. Así que adaptan una de las máximas más conocidas de 'El Gatopardo' de Lampedusa, pero sin película ni libro ni publicidad: Que todo cambie para que todo siga igual... y que nadie se entere.
Justo ahora hace un año. Ciudadanos hizo cuentas y le salieron mal. De las filas naranjas saltaron inicialmente cuatro diputados, a principios de mayo de 2021, y a mediados de junio, uno más. En total, cinco. Resultado para el grupo parlamentario: menos dinero y menos recursos (despachos, por ejemplo) vinculados con un número de escaños que menguó.
Los naranjas empezaron la legislatura siendo 18 y ahora son 13. La legislatura anterior ya les pasó algo similar. Los partidos del Botánico y Cs los señalan como tránsfugas. A los que se fueron en la anterior legislatura, no. Aquellos pactaron más de una cosa con el tripartito y no se les quiso cerrar el grifo como sí ocurrió con los actuales fugados. Ahora, y también la legislatura pasada, no acabaron en otro partido, sino en el limbo de los no adscritos. Entre los parlamentarios no adscritos de las últimas dos legislaturas hay circunstancias muy variadas. Unos acabaron, efectivamente, en el entorno de otros partidos (ellos o personas de su familia) y otros se fueron a su casa al acabar la legislatura. En cualquier caso, son escaños molestos, y no sólo por los votos ajenos al partido al que inicialmente pertenecían, sino por los miles de euros y los recursos que los grupos parlamentarios pierden cuando sufre una fuga.
Los partidos entienden como lícito cambiar sus estrategias políticas a mitad de una legislatura, romper con unos socios o buscarse otros, amenazar con abandonar el Gobierno y pasar a la oposición, apostar por unas directrices, o por otras, en torno a la economía o al medio ambiente de la Comunitat, pero eso sí, el dinero, eso, que no cambie de manos.
Ciudadanos calculó el año pasado que recibiría unos 10.000 euros menos cada mes a causa de la salida de los diputados. Peleó con uñas y dientes para no perder ni un euro aunque finalmente tuvo que doblar la mano. El resto de partidos no estaban dispuestos a que los naranjas mantuvieran con 13 diputados los recursos que se les asignó en 2019 en función de los 18 escaños conseguidos. En el debate para cambiar el Reglamento de Les Corts se ha vuelto a chocar con este tema. Se ha pretendido blindar las subvenciones de las formaciones, una ayuda variable que, sin embargo, pretende convertirse en fija e inamovible. El secreto con el que pretenden llevarse estas negociaciones no impiden que haya serias dudas respecto a la cristalización de esta medida y de otras. Las conversaciones avanzan con lentitud y cuando se encallan, el punto de fricción se deja a un lado y se continúa con lo siguiente, pero son varios los asuntos en los que no hay acuerdo. Los desencuentros auguran que todo este trabajo envuelto de opacidad y con aspiración a una reforma global no llegue a buen puerto.
De este modo, en Les Corts no se resuelve ni lo urgente (situaciones sangrantes, como es la falta de adecuación legal del Reglamento a la ley de iniciativas legislativas populares, aprobada nada menos que en 2017, o el choque frontal con la nueva reforma laboral de las medidas aprobadas para obligar a los partidos a justificar con transparencia el modo en que se gastan los cuatro millones de subvención que reciben) ni lo importante, que en muchas ocasiones tiene que ver con el poderoso caballero Don Dinero.
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