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Uno de los elementos más desconcertantes de toda esta causa, el intento de la Conselleria de Igualdad de no investigar con suficiente determinación los abusos del exmarido de la consellera, es el trato que recibe el docente Luis Ramírez Icardi. Es cierto que se le ... aparta del centro durante las primeras averiguaciones, pero no tarda en regresar a su ocupación sin mayores problemas. Lo hace, en concreto, el día 12 de marzo de 2017. Tres días después de que la menor también ingrese de nuevo en el Niño Jesús.
El supuesto abusador y la menor vuelven a encontrarse en las mismas dependencias unos 20 días más tarde de que la directora abra una investigación. En aquel entonces, la dirección del centro y el personal de la conselleria ya habían concluido que la adolescente se había inventado todo aquello de los abusos. Sin embargo, la directora le encarga entonces a Icardi que presente en un documento su versión de los hechos. Se desconoce el motivo de confeccionar este dosier si ya se había producido ese «cierre en falso» de la investigación ante la falta de credibilidad.
Al juez le llama la atención que la exigencia de explicaciones al educador no se planteara duranta la fase inicial de averiguación, el momento óptimo para detectar contradicciones o profundizar en las dudas, sino una vez parece todo finiquitado. Es entonces cuando Icardi (se omite su nombre completo en el expediente por razones desconocidas) elabora un escrito de tres folios que se titula: «Protocolos y modos de acción de los educadores de noche». Este se adjunta en un correo donde sorprendentemente pregunta a la directora del Niño Jesús si considera que debe añadir algo más.
El documento presenta dos partes. La primera se trata de pautas de cómo es el comportamiento de los educadores con los menores. Se trata de hacer sentir a los adolescentes «el calor de acogida de una casa» y que puedan tener «un ámbito de intimidad personal en su cuarto». También deben sentir que los profesores se preocupan por ellos.
La segunda parte se concentra en cómo era el comportamiento de Maite, la menor, hoy mayor de edad, víctima de los abusos. «De normal siempre que se hubiera tomado la medicación se solía dormir pronto y profundamente», comienza. Dos son los miedos que detecta en la adolescente: a las cucarachas y a la oscuridad por lo que, en alguna ocasión, accedió a dejar la luz encendida. En los últimos tiempos, reclamaba en más ocasiones que me quedara en el cuarto con ella, continúa el relato. «Lo hice a veces a condición de que no hablara ni se distrajera».
El relato continúa con el recuerdo de cómo quería que el educador le prestara su móvil y los enfados si el superior no accedía. «Tras volver de una estadía con sus familiares y luego de no verla por un tiempo noté algunos cambios de actitud. A menudo estaba invocante (sic), separada del grupo».
Icardi aborda también el especial carácter de la adolescente, que ha pasado toda la vida en centros de protección, tutelada por la Generalitat desde los cuatro años. Sus padres estaban en prisión. «No es una persona conversadora, ni que busque comunicarse». Al parecer, percibe que resulta «altamente influenciable por el medio y, sobre todo, por los amigos». Apunta también otras consideraciones de su particular análisis: «Tengo la impresión de que quiere conseguir los que desea y hasta allí llega su interés por los demás».
En este sentido, el educador asegura que la ha sorprendido en varias ocasiones «no diciendo la verdad o con falta de franqueza». Por ejemplo, para explicar sus ausencias de clase o con acusaciones a educadores de las dependencias que supuestamente le negaban la comida.
El exmarido de Oltra se percata, según el texto, de que empieza a llegar tarde y con síntomas de haber consumido drogas o alcohol, «cuestiones que se agudizaban tras las visitas familiares». La joven estaba más «agresiva, menos dócil y le costó más conciliar el sueño». En ocasiones, para tranquilizarla le explicaba ejercicios de respiración, «pero solía ser más efectivo unas galletas, infusión o fruta». Fue en esta etapa cuando perdió «el interés de respetar las normas y cosas que eran importantes, como cuando le llamaba su padre».
Madrugar no era algo que la joven pudiera soportar, según el protocolo que elabora el docente. «Era suficiente razón para insultar, golpear y gritar». Eran situaciones en las que pasaba de un estado de calma a «ataques de violencia sin paradas intermedias». De 0 a 100 en segundos. El ahora condenado, casi a modo de resumen, subraya que considera que con Maite ha hecho «todo lo posible por acercarse a sus necesidades cumpliendo con los criterios del de sus educadores y del centro».
El docente siguió trabajando en el centro cuando se inició la investigación judicial meses más tarde, a finales de julio. La primera sentencia, en la que se le condenó a cinco años de prisión, no tuvo consecuencias. El juicio tuvo que repetirse para incorporar pruebas favorables al acusado. Tras la segunda condena, la dirección de Niño Jesús decidió prescindir de sus servicios. Sorprendió esa decisión cuando las circunstancias eran idénticas a la primera condena. No eran fallos firmes. Icardi acudió a la Justicia y logró que determinaran que se trataba de un despido improcedente. Condenaron al centro a pagarle más de 20.000 euros.
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