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Félix Bolaños, ministro de la Presidencia del Gobierno, uno de los hombres fuertes de Pedro Sánchez, engranaje clave en el acuerdo presupuestario del PSOE ... con ERC y PNV… Bolaños estuvo este pasado domingo en Valencia, invitado estrella del acto de proclamación de Sandra Gómez como candidata a la alcaldía de Valencia, junto con Ximo Puig, José Muñoz, Carlos Fernández Bielsa.
La presencia de Bolaños constituía el mejor reclamo para lograr cierta movilización incluso en un domingo de la segunda mitad de octubre, a escasos siete meses para las elecciones municipales y autonómicas, y con orden de 'obligado cumplimiento' a los diputados del grupo parlamentario de Les Corts (27) para que acudieran a la cita. Acudir, lo que se dice acudir, lo hicieron poco más de media docena. Al acto en sí, incluso con la presencia de Bolaños, unas 200 personas, a mucho estirar. En su gran mayoría, cargos públicos del partido.
A la visita de Bolaños el domingo se ha sumado este lunes la del titular de Exteriores, José Manuel Albares, para arropar en su caso a la candidata a la alcaldía de Alicante, Ana Barceló. Dos ministros para apuntalar a las candidatas socialistas en las dos grandes capitales valencianas. Gómez opta a la alcaldía por segunda vez, tras unos resultados modestos en 2019 y pese a saberse cuestionada por su propio partido, que hasta el último minuto ha parecido estar buscándole relevo. Barceló se impuso en las primarias de hace una semana, opción a la desesperada de Puig después del fracaso y la polémica con la salida de Francisco Sanguino de la portavocía del partido en el Ayuntamiento de Alicante.
En ambas localidades, un denominador común: la percepción de desmovilización extendida en la izquierda en general, y en el PSPV en particular. Y que, al tratarse además de las dos grandes capitales valencianas, adquiere una dimensión añadida. La recuperación de la ilusión por parte del electorado socialista, que las encuestas del CIS de Tezanos intentan de propiciar a toda costa, no se traduce por el momento en una movilización que permita trasladar la imagen de partido engrasado y militancia conectada. Ni lo uno ni lo otro.
Es cierto que la cita electoral todavía queda a varios meses vista. Y que los cargos del PSPV están ahora mucho más pendientes de la elaboración de candidaturas. Pero la cita del domingo por la mañana en Valencia, sin ir más lejos, sugiere un preocupante nivel de falta de implicación en un proceso en el que las encuestas anticipan unos resultados muy ajustados. Y ese hecho no sólo resulta peligroso para las expectativas electorales de los socialistas en el cap i casal. Si, como todo parece indicar, Puig termina volviendo a unir las elecciones autonómicas con las locales el 28 de mayo, la desactivación del electorado socialista en las ciudades de Valencia y Alicante puede convertirse en un problema de máxima gravedad.
La percepción de desgaste tras dos legislaturas de gobierno de la izquierda también se percibe en Compromís y Podemos. La formación nacionalista no se ha repuesto del golpe que supuso la dimisión de Mónica Oltra tras su imputación por la gestión de la conselleria de Igualdad en el caso de los abusos a una menor tutelada por la Generalitat, y por el que fue condenado a cinco años de cárcel su exmarido. Apenas una semana después de dar forma a un reglamento de primarias que abría la puerta a que Oltra se incorporara a la candidatura de su partido en el caso de un hipotético archivo de la cauda judicial que le afecta. Este lunes, de hecho, se ha conocido que el futuro político de Oltra es más oscuro si cabe al prorrogar el juez la investigación hasta finales del mes de abril, prácticamente sin margen para poder incorporarse a una candidatura.
La situación de Podemos, con unas encuestas que sitúan a la formación morada al borde, o directamente por debajo de la barrera del 5%, y con el proyecto político de Yolanda Díaz a medio definir, tampoco conduce al optimismo ni a la movilización del electorado de izquierdas. Y la preocupación cunde en la sede del PSPV.
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