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Cuentan los más veteranos de la política valenciana que antes incluso de la primera legislatura de Gobierno de Rita Barberá en la ciudad de Valencia apareció una pintada en una calle de la capital que, en alusión a los problemas de circulación, venía a señalar ... que «si no hay concejal de tráfico, que lo pongan. Y si lo hay, que lo echen».
El socialismo valenciano comienza a darle vueltas a la idea. «Si no hay líder del partido, que lo pongan...». Las broncas internas en Valencia y Alicante, cuatro meses después de que Diana Morant asumiera la secretaría general, destapan ese acuerdo forzado por la dirección federal del PSOE, que propició la retirada de las candidaturas de Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler, fue un «cierre a la fuerza» -en palabras de un destacado cargo del partido- de un congreso que no resolvió el verdadero debate de la sucesión de Ximo Puig.
Primero fue Valencia -los alicantinos no estarán de acuerdo en esa idea-. Al líder provincial, Fernández Bielsa, se le viene señalando desde la dirección que encabeza Morant, primero por no implicarse en la campaña electoral, después, por buscar la intesbailidad en el partido al tratar de provocar la salida de cargos de la dirección nacional. Bielsa aguanta, aún a pesar de ofrecerse al partido para participar en campaña y no ser requerido para casi ningún acto, y de tener que aguantar como responsable de Organización a un cargo que no es de su máxima confianza. Y ahora, de comprobar un día sí y otro también cómo la dirección que encabeza la ministra prepara una candidatura alternativa a la suya, con el alcalde de Cullera Jordi Mayor como futuro adversario.
Y después fue Alicante, si no primero. Porque la bronca entre la dirección local y el grupo municipal del PSPV viene siendo una constante (y da igual cuando lea esto). Ángel Franco -miembro de la ejecutiva de Morant a sus 78 primaveras- controla el partido, como desde hace décadas, y el grupo municipal se ve obligado a plegarse a sus órdenes. O, como le ha ocurrido a Ana Barceló, el líder local de turno arremeterá contra ella con dureza. Y a Barceló, claro está, le ha faltado tiempo para revolverse y pedir la dimisión.
Que la brecha orgánica sea la noticia en el PSPV de Valencia y Alicante no está encontrando contraste en la labor de la cúpula del partido, con Morant -estos días convaleciente de una intervención- al frente del partido. Porque su liderazgo, como su presencia en la Comunitat, vienen siendo intermitentes, o a tiempo parcial como gusta decir a algunos cargos del partido. Y los mecanismos para cubrir esas ausencias no se están demostrando válidos. La delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, se multiplica para cubrir las ausencias de la ministra sin que sus incursiones en el cuerpo a cuerpo político acaben deteriorando el carácter institucional de su cargo.
El secretario de Organización, Vicent Mascarell, sigue sin terminar de creerse la responsabilidad que ocupa (y el margen de maniobra que le concede). Y algún otro dirigente del PSPV parece estar esperando que Ferraz se acabe de convencer de que quizá no acertó en la elección.
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