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Burguera
Domingo, 28 de abril 2024, 00:39
Aquiles, antes de ser un héroe, estaba en un gineceo con la sensación de ser inmortal. Finalmente, da un paso al frente y se dirige batallar en Troya a sabiendas de que va a morir. Es la metáfora sobre aquel que madura y, por eso ... mismo, es consciente de que es mortal. Sánchez ha tenido muchas ocasiones para darse cuenta de que su pellejo tiene fecha de caducidad. El PP lleva años con ganas de cobrarse la pieza. Sin éxito, por ahora. Y hace no tanto, en 2016 y 2017, el cuello político de Sánchez era objetivo prioritario, y no precisamente de los populares, sino de los socialistas en general (o al menos, los más sensibles a las órdenes de sus generales y coroneles), y de buena parte de los socialistas valencianos en particular. Una parte del PSPV, ciertamente, que no todos, pero una parte muy importante, la cúpula del socialismo valenciano, ahora entregada al líder.
Fue precisamente una corriente del socialismo en la Comunitat, la que comandaba Ábalos, la que apostó por Sánchez después de que el 'apparátchik' de la Comunitat se apuntase, primero (en octubre de 2016, durante aquel novelesco Comité Federal) a cortarle la cabeza y después a pararle los pies, en las primarias a las que se presentó Sánchez frente a Patxi López y Susana Díaz, en 2017. Ximo Puig, a la cabeza. Y todos sus afines, sucesores, aspirantes e intrigantes, detrás.
La senadora andaluza debe sentirse ahora al revés que Sánchez, que asegura que no le «causa rubor» confesar un profundo amor por su mujer. Probablemente, Susana Díaz no pueda evitar ruborizarse al observar cómo todos aquellos socialistas, y valencianos entre ellos, que apostaron pública y decididamente por ella se postulan ahora al premio 'Sanchista del Año'. Extraordinaria mutación. Tras años queriendo vivir de espaldas a Sánchez, el alto mando del partido ahora se envuelve con la bandera presidencial y luce orgulloso en el pecho la chapa blanca, de metal y plástico con el lema 'Perro/Perra Sanxe' y un corazón rojo. Por solo dos euros, IVA incluido.
Sánchez correspondió al PSPV durante mucho tiempo. Desplantes de ida y vuelta. El líder del PSOE trató a la cúpula del PSPV con la punta del pie. Y viceversa. Hasta que Puig y su equipo, al completo y por completo, vieron la luz. Un tránsito, de la oscuridad a la iluminación, que se inició en 2018, cuando el hoy presidente del Gobierno desbancó a Rajoy y una llama de amor brotó en el corazón orgánico del socialismo valenciano, romántico como una calculadora. Hasta el punto que Diana Morant, secretaria general del PSPV desde marzo, reflexiona sobre la famosa carta de Pedro Sánchez y asegura que su líder «ha abierto su corazón y se ha dirigido de manera inédita a los españoles». La hoy ministra no fue siempre ministra, y no fue siempre sanchista. Y es que, el PSPV ha transitado en ocho años del anti-sanchismo a sentirse profundamente enamorado del secretario general del PSOE.
Cuando en 2016 se produjo la defenestración orgánica del actual presidente del Gobierno, que dejó incluso el acta de diputado y buscó oxígeno en Estados Unidos, en la gestora nacional que se compuso había un valenciano: José Muñoz.
Ximo Puig había participado activamente en aquel Comité Federal de octubre que sirvió para desbancar a Sánchez. Ni más ni menos que, el que fuera secretario de Organización del PSPV hasta el pasado mes de marzo, y que actualmente es síndic del PSPV en Les Corts, José Muñoz, fue el designado por Puig para participar en aquel organismo que gestionó el partido hasta que, contra corriente, Sánchez ganó las primarias.
Morant era secretaria general de los socialistas de Gandia, cuando un viernes 21 de abril de 2017, junto a otros militantes de la agrupación de La Safor, peregrinó a un acto en Xàtiva para dar un decidido apoyo a Susana Díaz. Era la primera vez que Morant se posicionaba a favor de uno de los tres candidatos en liza, y lo hizo con decisión. Aunque lo hacía, según dijo, «a título personal» y para nada como dirigente del PSPV, la ahora ministra justificó su apoyo a Díaz, y no a Sánchez, porque la andaluza representaba al 100% las siglas socialistas, era una mujer, y la consideraba una ganadora nata de elecciones. La visión política de Morant sobre el potencial de Díaz (que menos de dos años más tarde se convirtió en la primera presidenta andaluza socialista que cedía el mando de la Junta a un rival del PP, Juanma Moreno) era compartida por el resto de la, entonces, cúpula dirigente del PSPV, que, siempre «a título personal» apostaron y apretaron todo lo que podían y tenían, para que Sánchez no liderase el PSOE.
A los actos de adhesión a la candidatura de Díaz acudían también Carlos Fernández Bielsa, Jordi Mayor, Ciprià Císcar, y miembros del Consell como José Maria Ángel, Zulima Pérez, Arcadi España, Manuel Illueca, Blanca Marín, Antonio Torres, Toni Such, Francisco Rodríguez Mulero… la flor y nata de la cúpula del PSPV, la de entonces y la actual, la capitaneada por Morant. Todos con Susana Díaz. Todos pedieron.
La victoria de Sánchez fue asombrosa y contraria a la apuesta de la cúpula dirigente del PSPV. Una sorpresa en la que, eso sí, tuvo un papel fundamental José Luis Ábalos, con todos sus afines en labores de apoyo: Mercedes Caballero, Pilar Sarrión, Rafa García, Aaron Cano, Michel Montaner o Isabel García. Sin olvidar a Manolo Mata en calidad de verso suelto o a Alejandro Soler, la resistencia alicantina que Puig nunca logró doblegar.
Puig era presidente de la Generalitat y Sánchez líder del partido, pero su relación era gélida. Sin embargo, en un nuevo giro de guion, el líder nacional del PSOE desbancó a Rajoy en una moción de censura sorprendente.
En el PSPV tuvieron que comenzar a recoger cable, con urgencia. El que había sido enemigo íntimo empezó a ser aplaudido. Hasta el punto de que Puig vio clara la jugada de adelantar las elecciones autonómicas de 2019 para cobijarse bajo la sombra de Sánchez, a pesar de que eso le costó la quiebra de confianza de Compromís, una herida que jamás se cerró en el Consell que se prolongó hasta 2023.
Con Puig presidiendo la Generalitat y Sánchez en la Moncloa, el PSPV ya se olvidó de anteriores enemistades. Mucho tuvo que ver en ese reencuentro la intermediación de Ábalos, que se convirtió en ministro. En 2021 entró Morant en el gabinete de Sánchez. Sanchismo por obligación más que por devoción. A pesar de que, frente a cuestiones como la financiación, el Ministerio de Hacienda hizo oídos sordos, el Consell puso buena cara. Moncloa empleaba la Generalitat y la Comunitat para pulsar la temperatura de algunas iniciativas. En el caso de la descentralización de las instituciones, que Ximo Puig defendió con ahínco, el Gobierno la acabó diluyendo y limitándola a las nuevas instituciones. Algunos portazos fueron sonados, como a finales de 2022, cuando la Comunitat se postuló para albergar la Agencia Espacial Española, o la Agencia de Supervisión de la Inteligencia Artificial, una en Elche y otra en Alicante. Ni una ni la otra. La ministra de Ciencia e Innovación ya era Morant. Pero no.
En los comicios autonómicos de mayo de 2023 el PSPV perdió y Puig cedió la presidencia por sopresa (para él). Los socialistas valencianos decidieron ya enamorarse hasta el tuétano de Sánchez. En julio, y tras convocar elecciones por sorpresa, también contra pronóstico se mantuvo en la Moncloa. El Gobierno es hoy un destino feliz para alguno de aquellos que, años antes, apostaron por Susana Díaz y contra Sánchez. Ya no solo Morant. También Arcadi España, secretario de estado. A Madrid se fue también Rebeca Torró. Y de Madrid depende la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé. Y en Madrid se gestó que Puig tomase rumbo a París. Y también en Madrid se encerró a Soler y a Bielsa en una habitación de Ferraz con la cúpula sanchista hasta que se convencieron de que Morant era la mejor opción para liderar un PSPV, ahora, profundamente enamorado de Sánchez.
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