JC. FERRIOL MOYA
Domingo, 14 de marzo 2021, 00:16
Unión de Centro Democrático (UCD), la histórica formación política que fue protagonista de buena parte de la Transición perdió más de 150 escaños en las elecciones generales de 1982. Ciudadanos, el partido que ahora lidera Inés Arrimadas, se dejó casi tres millones de votos en las últimas elecciones generales. El proceso que vive la formación naranja, revolcada de nuevo por las urnas en las recientes autonómicas catalanas, recuerda muy mucho a la descomposición sufrida en su día por el partido de Adolfo Suárez. Y el terremoto que ha sufrido esta semana, con la imagen de la evidente ruptura interna tras el pacto con el PSOE en Murcia, acentúa la percepción de fractura en el seno de la formación naranja. «El concepto de partido bisagra encaja mal con que la mitad de la dirección quiera una cosa, y la otra mitad, la contraria», señala una fuente de Les Corts.
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Ciudadanos nació con esa decidida voluntad de ocupar el centro del debate político. Albert Rivera se decidió a dar el salto de la política autonómica catalana a la española aprovechando la sobreexposición del PP a la corrupción. Un partido joven, urbano, liberal, con un discurso regeneracionista y propuestas modernas, que fue progresando en términos electorales hasta llegar a disponer, en las generales de abril de 2019, de la gran oportunidad para atraer al PSOE al centro del tablero político con un acuerdo de Gobierno que finalmente no se plasmó.
Eso ya forma parte de la historia. También la retirada de Rivera de la primera línea política, la designación de Inés Arrimadas y el fracaso electoral en Cataluña.
A partir de aquí, lo que Cs ha mostrado esta semana es un inesperado acuerdo con el PSOE para presentar mociones de censura en Murcia -una en el Ayuntamiento y otra en la Región-. Un acercamiento desconcertante para buena parte del partido, que con Toni Cantó a la cabeza ha mostrado ya su discrepancia con lo sucedido. La dirección de Cs se reunirá mañana lunes para valorar el nuevo escenario, pero el horizonte que se atisba resulta particularmente peligroso para esa formación. En el acuerdo con el PSOE en Murcia, ahora en el aire tras la maniobra del número dos del PP, Teo García Egea, para abortar la operación, los socialistas han contraofertado a tres exdiputados de Vox. Además, ha desencadenado un adelanto electoral en Madrid que, según todas las encuestas, puede derivar en la desaparición del partido naranja de la Asamblea. «Si tuviera un poco de decencia, no debería de seguir en el cargo después del lunes», se señala. Lo que ocurra ese día, en la reunión de la dirección del partido, puede ser determinante para eventuales salidas de esta formación. «Las posibilidades de que el partido no supere el listón electoral en las autonómicas madrileñas son muchas», se certifica.
El botín -entiéndase el término en su medida- de Ciudadanos en las últimas elecciones autonómicas fueron 470.000 votos. Cantó encabezó el tercer partido más votado en la Comunitat, a un sólo escaño del segundo, el PPCV de Isabel Bonig. En las últimas generales, ese respaldo cayó hasta las 170.000 papeletas.
Pero, por encima de eso, los bienes de que dispone la formación naranja son sus cargos públicos. Concejales, diputados, senadores... las caras visibles del proyecto político que encabeza Arrimadas y que en algunas localidades valencianas, en concreto más de una docena, mantienen pactos con el PP valenciano. La Diputación y el Ayuntamiento de Alicante son los dos ejemplos más evidentes. Los cargos de la formación naranja resultan clave a la hora de garantizar la mayoría absoluta de Carlos Mazón y Luis Barcala, respectivamente.
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Lo ocurrido en Murcia esta semana abre un nuevo escenario. El PSOE logra un pacto con Arrimadas para arrebatar la mayoría al PP, aunque los últimos movimientos ponen en duda que la maniobra vaya a fructificar en el gobierno regional. La primera reacción de los populares, a través de su secretario general Teo García Egea, fue la de hacer un llamamiento a dirigentes y militantes de la formación naranja para que se incorporaran a su partido. Una apelación a los cuadros de Cs que discrepen de ese 'escoramiento a la izquierda' que supone el acuerdo con el PSOE en Murcia.
El llamamiento de García Egea, como esa maniobra de los socialistas para propiciar el acuerdo, son dos caras de una misma decisión: la de ir a buscar a los representantes de ese botín de Cs, que cuando lleguen las elecciones serán sus votantes, pero que ahora mismo son sus cargos públicos. La situación en Madrid, con un adelanto electoral que puede convertirse en moción de censura en función de lo que determinen los tribunales, igual que en Castilla y León, suman procesos electorales que cogen en el peor momento posible al partido de Arrimadas.
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Populares y socialistas reconocen ya abiertamente que Cs es un caladero al que se debe acudir a pescar. «Incorporar a un diputado o a un concejal a mitad de legislatura sale gratis ahora», reconoce un dirigente popular, consciente de que la elaboración de candidaturas siempre es un proceso de tensión, y que en cambio la incorporación de cargos de otro partido -aunque sea desde posiciones de no adscritos- refuerzan al beneficiado y retratan la debilidad del perjudicado.
En Les Corts, los 18 diputados del grupo parlamentario de Ciudadanos son un buen reflejo de esa quiebra que puede producirse en los próximos meses. Diputados que muestran su lealtad absoluta a Cantó conviven con los que rechazan que se referencia como principal voz crítica con la dirección nacional. Grupos de peso similar, que en función de cómo evolucionen los acontecimientos podrían acabar convertidos en protagonistas de una decisión similar a la adoptada por los Agermanats de Alexis Marí la pasada legislatura. A la espera de lo que ocurra el lunes -reunión en la que Cantó puede jugar un papel clave para capitalizar la oposición a Arrimadas-, y del resultado de las autonómicas en Madrid, entre los cargos de Cs se impone la confusión. La percepción es que el partido está condenado a no recuperar el protagonismo del que dispuso en su mejor momento, sino siquiera un poco de oxígeno con el que poder tener futuro. El «nos habéis jodido» de Begoña Villacís como confesión del drama al que se aproxima el partido.
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Mientras tanto, PP y PSPV, ven la oportunidad de pescar en un espacio de centro que, en realidad, Cs sólo ocupó de boquilla porque siempre fue mucho más proclive al acuerdo con la derecha. Sumar cargos públicos primero y votantes después, reforzarse como opciones moderadas frente a los otras fuerzas políticas, en este caso Podemos y Vox. Para Cs, un horizonte con escaso margen de maniobra, salvo éxito inesperado en Murcia, y que amenaza su propio futuro como formación política.
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