Puedes pasar años hasta encontrar tu lugar en el mundo, o estar en él desde un principio y no moverte jamás. Y eso no afecta sólo a espacios físicos. También se refiere a papeles políticos. Ximo Puig, presidente de la Generalitat y secretario general del ... PSPV, necesitó cinco años, pero ya lo ha encontrado. Es el anti-Ayuso. Él está a gusto y su partido, el PSOE, también. Las circunstancias han permitido encajar las piezas de tal forma que Pedro Sánchez ha encontrado su estilete, Puig, el antagonista frente a la protagonista de la ofensiva del PP contra el Gobierno central en el marco de la gestión pública, Isabel Díaz Ayuso.
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El socialista valenciano fijó su objetivo hace un lustro. Lo tenía claro. Madrid, Madrid, Madrid. Sin embargo, no le daban chance ni los supuestos enemigos ni los teóricos amigos. Ahora sí. Todos contentos. Este fin de semana se celebra el Congreso Federal del PSOE y todo el mundo tiene su papel.
Puig inició su presidencia apuntando al Estado. Su discurso federalista argumentaba que el malgastador era el Gobierno central, y con eso y la financiación podía señalar a un Ejecutivo que, además estaba en manos del PP. A partir de agosto de 2016, con Cristina Cifuentes al mando de la Comunidad de Madrid, el dirigente valenciano comienza a sacar brillo al argumentario contra los impuestos en la capital. Recibió una respuesta tibia y una indiferencia helada. Cifuentes tenía otras preocupaciones y Rajoy también. En Ferraz tampoco tenía mucho eco su discurso, porque Pedro Sánchez estaba entonces preocupado en sobrevivir. No lo logró. Puig contribuyó a su defenestración en favor de Susana Díaz. El argumentario del presidente de la Generalitat no tenía catalizadores en la capital.
En 2018 cambian algunas cosas. En abril cae Cifuentes. En junio cae Rajoy. Sin embargo, Puig seguía sin encontrar a nadie que quisiera escuchar sus quejas sobre el «dumping fiscal» y «élites centralizadoras». Su relación con Sánchez no era buena. A ninguno de los dos le aportaba ventajas. Hasta que aparece Isabel Natividad Díaz Ayuso. Agosto de 2019.
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HÉCTOR ESTEBAN / FERRIOL MOYA
La dirigente madrileña, a diferencia de su antecesora Cifuentes, no deja pasar oportunidad de entrar en conflicto. Puig mantiene su discurso y durante un desayuno informativo en Madrid, critica el «efecto capitalidad» y la acusa de aplicar una política fiscal «antipatriótica», denuncia una «macrocefalia política» y reclama ya mover ministerios y organismos hacia otras autonomías. Enero de 2020, hace 22 meses.
Llega la pandemia. El talante de uno y otro ante la gestión del Gobierno central aún acentuó más sus diferencias y sus perfiles. Y entonces, el pasado mes de marzo, ocurrió lo de Murcia.
La fallida moción de censura murciana propició el adelanto electoral en Madrid. Ayuso, fenómeno mediático, iba camino de fenómeno político. Sánchez hace un amago de liderar el discurso de su partido en las elecciones madrileñas, pero da un paso atrás. Entra Pablo Iglesias en campaña. El presidente intuye que aquella era una guerra que no iba a poder ganar. Ayuso arrasa.
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Sánchez no tiene muchas opciones frente a Ayuso en Madrid. Su último candidato a alcalde de la capital, Pepu Hernández, acaba de dimitir. El anterior, Antonio Miguel Carmona, ha fichado por Iberdrola. Entre los presidentes regionales, Puig cuenta con el perfil más similar a Ayuso, por contraste en el modelo de gestión: tercera y cuarta región más pobladas, gobierno solitario frente a gobierno de coalición. O es Puig, o el Gobierno central tiene que bajar al albero a lidiar con Ayuso.
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El ecosistema ximista contempla todos estos movimientos y posicionamientos como una epifanía que demuestra la influencia y el peso de Puig en el PSOE. En el PSPV también hay voces que traducen la situación como el modo en que se encajan cómodamente los intereses del presidente de la Generalitat, que adquiere protagonismo, y del presidente del Gobierno, que cuenta con un dique, antídoto, ariete y estilete frente a una presidenta regional que abandera un modo de gobernar ya verificable (al contrario de lo que pueda ofrecer ahora mismo Pablo Casado) y opuesto a las políticas de izquierda. En el PP, llevan el asunto hacia otro terreno. «Puig se queda sin voz y no exige a Sánchez la convocatoria del Consejo de Política Fiscal y Financiera tal y como acordó Les Corts», recordó ayer el diputado del PP y portavoz económico de los populares, Rubén Ibáñez. Los populares le exigen a Puig la financiación, o sea, que se enfrente con Sánchez.
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Sin embargo, Puig lo tiene claro; Sánchez y el PSOE, también. El secretario general socialista se llevó al jefe del Consell a Jaén a abrir el curso político. Sentado a su lado. Y el lunes asumió la estrategia de Puig. El presidente del Gobierno apoyó sacar de Madrid algunos organismos públicos. Sánchez aviva el fuego con un planteamiento que supone «compartir Estado», según Moncloa, pero que sólo pretende «descapitalizar Madrid» a ojos de la Puerta del Sol. Ayer, Día de la Hispanidad, Ximo Puig fue a Madrid, vio volar los aviones y desfilar a los militares, escuchó los silbidos a Sánchez y al terminar todo aquello, preguntado por el modo en que el presidente del Gobierno le da la razón, Puig no perdió oportunidad.
«Hoy es un día para que tengan cabida todas las españas que compartimos una visión de futuro. Creo que la tolerancia es fundamental. Muchas veces, y sobre todo aquí en Madrid, se tiene una mirada de España muy centrada a la hora de entender el país. Pero España es muy diversa. La fiesta nacional debería recoger todas esas maneras de entender España y esa ambición de trabajar juntos de cara al futuro», indicó el presidente de la Generalitat, que abundó en su idea de despejar hacia la periferia las instituciones gubernamentales presentes y futuras: «Lo que es extraño es por qué todo está en Madrid. No tiene ningún sentido. No hay teoremas y doctrinas que puedan mantener eso. España es plural y diversa y la descentralización ayudaría a la vertebración y cohesión de España, una mirada más razonable. ¿Por qué no puede estar el Instituto Oceanográfico en otro lugar, donde tenga mar? Hay muchas instituciones... Puertos del Estado, el Tribunal Constitucional... ¿Por qué tienen que estar en Madrid? La diversificación serviría para que el efecto capitalidad no fuera tan nocivo y sirviese como una nivelación de rentas». Igual que en enero de 2020, pero ahora con Sánchez jaleando, Ayuso enfrente y el Congreso Federal del PSOE, a las puertas.
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