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m. hortelano
Miércoles, 25 de diciembre 2019, 18:29
Dos años y cinco meses. Ese es el tiempo que el secretario general de los socialistas valencianos, Ximo Puig, ha tardado en deshacer el charco orgánico en el que él mismo se metió el día que anunció que no volvería a optar a liderar el partido en un próximo congreso. Fue en el congreso que el PSPV celebró durante el verano de 2017 en Elche, después de un abrupto proceso de primarias en el que Puig tuvo que medirse al alcalde de Burjassot, Rafa García, y en cuya clausura reafirmó que esa sería su última vez en una competición orgánica. Sin embargo, aquel anuncio le trajo más problemas que alivios a lo largo de los meses posteriores, ya que dio vía libre a su oposición interna para comenzar a hilvanar una resistencia que permitiera quedarse con el trono al que el propio presidente de la Generalitat había renunciado en público.
Ayer, Puig aseguró en su tradicional entrevista navideña en la Cadena SER, que quiere seguir al frente del «proyecto de progreso» de la Comunitat, aunque esa es una decisión que debe tomar junto al partido. Aseguró que, si bien hay que respetar el calendario de congresos, «la bicefalia no ha funcionado históricamente». «Decidiré y decidiremos en los próximos meses. Para mí, lo más importante ha sido y es ser presidente de la Generalitat y por eso agradeceré siempre a mi partido y a los militantes», dijo.
Aunque por fechas, al PSPV no le tocaría hacer congreso hasta el año 2021, la dirección federal del PSOE ya ha deslizado que Pedro Sánchez convocará su cónclave para revalidar su liderazgo tan pronto como se constituya el Gobierno de España. Y automáticamente, el resto de elecciones orgánicas llegan en cascada, empezado por las comunidades autonómicas, provincias, comarcas y ciudades. Es decir, en el PSPV son conscientes de que la alarma orgánica está a punto de sonar. De ahí el rápido anuncio de Puig, ayer, en mitad de las vacaciones navideñas, sin demasiado ruido y en el momento más delicado de su liderazgo desde que llegó al Palau de la Generalitat, hace ahora casi cinco años.
Los primeros avisos de inestabilidad llegaron la pasada primavera, con la elaboración de las candidaturas para las listas electorales de los numerosos proceso en marcha: autonómicas, generales, europeas y municipales. En ese momento, Puig ya tuvo que hacer concesiones en las distintas candidaturas dado el peso orgánico que el entorno del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ha alcanzado sobre todo en la provincia de Valencia. Sin embargo, las alarmas comenzaron a sonar con la confección de los grupos en las tres diputaciones, donde los secretarios generales de las tres provincias impusieron a sus candidatos. El sector sanchista, mayoritario en las direcciones provinciales de Castellón y Valencia designó a los diputados provinciales y al resto de los equipos. Una demostración del poder que han acumulado en sus territorios.
Con el paso que ayer dio el presidente de la Generalitat cierra el paso a los posibles nuevos aspirantes a sucederlo. En primer lugar porque una candidatura alternativa sería leída en clave orgánica para desestabilizar al presidente. Pero, sobre todo, porque el liderazgo compartido en el partido y el Gobierno no es una fórmula que dé buenos resultados a las organizaciones. Más aún con un gobierno de coalición. Aunque a priori Puig no debería tener demasiados problemas para continuar el cargo, –la única apuesta que lo dejaría fuera sería la del ministro, que se mantendrá en Madrid– lo cierto es que deberá pelear por mantener la mayoría en la ejecutiva. Algo distinto a lo que sucede en la actualidad, con la escasa integración que se produjo en el último congreso del PSPV.
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