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Pere Aragonés y Ximo Puig EFE

Puig defiende en Cataluña una «Commonwealth mediterránea»

Pide unir los intereses de ambas regiones para formar una «España periférica» frente al centralismo de Madrid

M. Hortelano

Valencia

Martes, 1 de diciembre 2020

Y llegó el deshielo. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, retomó ayer la relación institucional con Cataluña, tras tres años de paréntesis por la deriva soberanista que había sacado a la comunidad vecina de todos los ámbitos políticos, económicos y sociales de relación, también con la Generalitat. El jefe del Consell aprovechó ayer su gira por distintos estamentos catalanes -entrevistas en medios, una conferencia ante los empresarios y una visita al nuevo president catalán- y llamó a retomar la vía de diálogo entre ambas autonomías, para formar parte de lo que denominó la «Commonwealth mediterránea», y volver así a la normalidad democrática. Así se pronunció Puig durante su intervención ante el Cercle d'Economia, en Barcelona, con una conferencia titulada 'La vía valenciana para una España de Españas'.

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Según Puig, la economía valenciana y su empresariado siempre tuvieron claro que «la unidad de intereses» con Cataluña existía y creaba prosperidad. Unos intereses que deben desembocar en una «España alternativa y periférica» que se posicione en Europa como una Eurroregión con perspectiva transnacional, como ya se plantea desde hace lustros. «Esa vía tiene que continuar. Y, sobre todo, tiene que volver también al ámbito político», pidió Puig.

Y es que el bloqueo catalán que ha acompañado al 'procés' se ha traducido en la práctica desaparición de las relaciones institucionales entre la Comunitat y Cataluña, según explicó ayer Puig, que lamentó que durante tres años, los valencianos han perdido a «un aliado fundamental» en la reivindicación de un nuevo sistema de financiación. Un aliado que, ahora, quiere recuperar.

El presidente de la Generalitat, que por la tarde completó su agenda con una reunión con su homólogo catalán, Pere Aragonés, llamó a tejer varias alianzas, entre ellas, una entre territorios. «Basta de confrontación. Lo que necesitamos es diálogo, reconocimiento mutuo y reformas para la cohesión territorial», revindicó, y recordó que los valencianos lo quieren hacer «desde el acuerdo, la serenidad y la cooperación». Para ello, Puig aseguró que hay que valerse de un corredor metafórico, que es «la vía bilateral valenciano-catalana». «Nadie puede defender sus intereses en Europa de manera individual. Ni Cataluña, ni la Comunitat Valenciana, ni Madrid, aunque sus élites continúan pensando el contrario», dijo Puig. « Valencianos y catalanes compartimos intereses y retos en España». Para ello, puso como modelo la vía valenciana, basada en la «serenidad». «Mientras otros territorios de España han hecho de la confrontación, el caos y la fractura su respuesta irresponsable frente al virus, la sociedad valenciana está proyectando un clima de serenidad razonable en todos los ámbitos, con acuerdos entre el 90% de Les Corts», señaló para poner en valor los pactos entre los partidos valencianos.

La vía valenciana de la que habla Puig aboga por una «colaboración entre territorios vecinos» dentro de en una «España necesitada de una reforma territorial profunda». Una reforma hacia la «España de Españas», como la definió. Se trata de una «España macrocefálica» en la que es «urgente» corregir la «acumulación centralizadora de poder en Madrid». «Es inaplazable acabar con el abuso de ese efecto capitalidad que convierte Madrid en una gran aspiradora de recursos e infraestructuras, de población, de órganos e instituciones públicas y privadas, de funcionarios y de redes de influencia». Puig insistió en que en la actualidad existe una «deriva centralista» que se ha acentuado y ha madurado en un «proceso invisible de la capital que atenta contra la igualdad de los territorios que conformamos España». «Ejercer el 'dumping' fiscal madrileño desde una posición de ventaja creada artificialmente a raíz de un centralismo de muchas décadas, y, además, presumir de esto, es además de injusto y desleal muy insultante», denunció ante los empresarios catalanes. «Ahora, más que nunca, es imperativo que afrontemos la necesaria armonización fiscal en España», sostuvo. Una armonización que «no va contra la autonomía fiscal, sino contra el abuso de privilegios» y ha avisado de que «esto no va de banderas. Va de de derechos y de personas».

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Y es que en el actual paradigma geopolítico que se ha abierto en España durante la negociación de los presupuestos generales del Estado, el presidente de la Generalitat se ha posicionado a favor de la iniciativa reclamada por ERC, que ha conseguido introducir la reforma fiscal en la agenda del Gobierno para homegeneizar impuestos, frente a la Comunidad de Madrid. Un escenario de complicidad en el que Puig, reivindicó ayer una «España catalana», que recomponga afectos con Cataluña en nombre de la reconciliación y el interés general, para superar el bloqueo.

«España ha de hacer un paso grande, pero Cataluña también tiene una responsabilidad tras años de deriva unilateral y camino a ningún lugar. Debe salir del callejón y dejar de mirarse en un espejo deformado que refleja una imagen que pocos reconocen», dijo, y advirtió al independentismo de que «los maximalismos abocan a los maxifracasos y estos generan maxifracturas. No se puede dar la espalda a la mitad de la población, sea como sea».

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Aunque reconoció que la campaña de las elecciones catalanas del próximo febrero «no es terreno sólido sobre el que edificar», recordó que el actual es un momento «clave», pues «en los próximos meses está en juego el futuro de una década y quizá de las próximas generaciones», con los fondos europeos en el horizonte. Pero «tras años de colapso», ha admitió que es «esperanzador escuchar palabras como cooperación, cogobernanza y cooperación mediterránea». En ese sentido, Puig subrayó la importancia de la experiencia «positiva» de las conferencias de presidentes convocadas durante la pandemia, que han servido, por ejemplo, para «empatizar» y para que otros dirigentes autonómicos «vieran que el presidente de Cataluña no era un demonio, que podían coincidir con él y no pasaba nada». Pero sí reclamó que esas conferencias presidenciales o las sectoriales estén normativizadas y regladas, y no solo celebrarse cuando el Gobierno decida. «reinventar España».

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