burguera
Viernes, 17 de septiembre 2021, 12:13
El decreto que aplicará la ley que regulará los grupos de presión permanece congelado en la nevera del Consell desde hace meses. ... Desde abril. Y así permanecerá. Los más optimistas señalan que se desatascará en un par de semanas. En junio también se aseguró que «es una cuestión de días»... y así, uno tras otro, desde entonces han pasado un centenar de días, que se suman a los anteriores. Como muy pronto, en octubre. O no. El problema sigue en el mismo sitio. El decreto es competencia de la Conselleria de Transparencia que dirige Rosa Pérez Garijo (EU). En abril lo dejó listo para su aprobación por el Consell. Sin embargo, desde Presidencia se pusieron reparos. El área que lidera el socialista Ximo Puig pretendía incluir una serie de premisas con el fin de atar más en corto a los altos funcionarios de la Generalitat. Se elevaron consultas a la Abogacía de la Generalitat. Incluso se pidió la intermediación de Mónica Oltra. Nada de todo eso ha resultado. Tras las «cuestiones técnicas, flecos» que argumenta Presidencia, hay también «un conflicto político», según fuentes conocedoras de la negociación. Desde la Generalitat se apunta ahora a que el decreto permanece atascado porque, tras la elaboración de los informes, desde Presidencia no se da cita a Transparencia para cotejar qué dice la Abogacía que se puede retocar del decreto. Mientras todo esto se dilata, los lobbys hacen su trabajo.
Publicidad
Un lobby es un ente que presiona a las autoridades porque un colectivo está interesado (se presupone que legítimamente) en influir sobre la Administración para lograr, por ejemplo, el cambio de una ley, o la agilización de una tramitación. A veces son intereses relacionados con cuestiones puramente políticas y otras vinculadas a deseos económicos. En este último caso, los lobistas pueden lograr importantes beneficios, acordes con los cambios o actuaciones legales que pretenden promoverse. Sin ir más lejos, el exministro socialista José Blanco, así como el también exdirigente del PP, Alfonso Alonso, participan en una consultora que se dedica a este tipo de gestiones, lo que ha reportado a la firma ingresos superiores a los dos millones de euros. Se trata de una actuación legal, pero no regulada en todos sus términos.
En la UE, por ejemplo, los lobbystas deben estar registrados y sus reuniones con políticos deben quedar reflejadas en las agendas de los altos cargos. El decreto, en términos de la Comunitat, pretende regular ese tipo de presiones organizadas, algo que por ahora no puede realizarse porque la ley, aprobada hace la friolera de tres años, en 2018, es inaplicable si el decreto no sale adelante.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.