La alteridad, esa capacidad para ser 'otro', cuenta con María Jesús Puchalt como un vivo ejemplo. Estudió Derecho por deseo familiar, fue concejal en el ... Ayuntamiento de Valencia con Rita Barberá durante 12 años. Sin embargo, su vida política acabó hecha trizas por un caso judicial archivado ahora, seis años después. Pero ya antes, Puchalt decidió ser 'otra', renovarse, reinventarse y renacer. Presenta su tercera novela, una historia de familia, de éxodo y esperanza.
-¿Cómo surge la idea de 'No hay bisontes en los valles de amapolas'?
-Poquito antes o nada más acabar 'Mar de Azahar', mi primera novela. Ahí llegó la historia.
-¿Cuando uno acaba una novela no acaba exhausto?
-De esa novela, sí. Te intoxicas, te metes en la historia, vives en ella, y hay un momento en que tienes que dejarlo estar, y ahí, en mi caso es cuando apareció esta nueva idea, la de la historia de Blanca.
-A veces las novelas, su tema, nace de un fogonazo y alrededor de eso se construye el resto. ¿Ha sido este el caso?
-Sí puedes tener la sensación de que ha aparecido de repente, como un chispazo, pero generalmente viene de atrás, quizá de manera inconsciente has estado pensando en algo que finalmente se relaciona con otras cosas y de repente todo empieza a encajar en tu cabeza. En mi caso hay un proceso mental que finalmente cristaliza en la historia inicial, que luego crece.
-¿Qué quería contar?
-En un principio tenía una idea fuerza, la historia de Blanca, una adolescente con una vida muy normal. Como ella dice en la novela, rodeada de amapolas, de mariposas, plácida, aunque tenía una familia materna con la que no tenía relación. A partir de ahí, de esa historia, de su llegada a Valencia.
-¿Es la historia de un cambio?
-Es la historia de un éxodo, que implica dolor, cambio por narices, un camino hacia no se sabe dónde. El cambio es duro de por sí, pero el éxodo implica una obligación. Cuando le conté la historia a mi hermano, se calló, al día siguiente me trajo el poema con el que se abre el libro, escrito en la Primera Guerra Mundial. Un texto sobre los campos de Flandes. Me llamó mucho la atención. Quería contar el dolor del éxodo y la historia familiar relacionada con Blanca y esa abuela que de repente conoce y que inicialmente nos da una sensación que posteriormente cambia radicalmente.
-¿Cómo descubrió el asunto del submarino C-4? ¿Se la encontró?
-La busqué. Quería que la abuela tuviera un punto distante, clasista, complicado, y para eso hacía falta un hecho histórico, militar, que fuera una puerta para entrar en ese talante. El C-4 se partió en dos, una historia muy poco conocida. La idea era narrar el modo en que un hecho puede condicionar la vida de alguien, y no sólo de esa persona, sino también la del resto de su familia y de las generaciones venideras, hasta que por fin, alguien, decide sobreponerse y, con un guiño a la esperanza, cambia el rumbo.
-¿Por qué abundan en sus novelas las mujeres fuertes, aparentemente secas pero con un punto libertario?
-Vengo de una familia muy matriarcal, que es maravilloso, pero tiene sus peculiaridades. En mi casa había mujeres fuertes y hombres buenos. Eran mujeres con poso, reivindicativas, libertarias, pero también con una vida interior tormentosa. Hablar ahora de este tipo de mujeres es relativamente normal, pero hay que situarlas en su tiempo.
-La trama se desarrolla desde 1924 hasta 1991, un tiempo en el que las mujeres en este país protagonizan un cambio muy potente en su rol social.
-Las familias también han cambiado, ahora son más abiertas a nivel interno, pero hasta hace no demasiado tiempo había secretos, asuntos de los que no se hablaba en absoluto. El pasado no salía y la posibilidad de ser libres es más complicada. En el caso de las mujeres, sí, es espectacular, y aún así, como la historia se narra también entre los 80 y los 90, te sorprende que las jóvenes actuales con las de entonces no tienen nada que ver. Con toda la modernidad que fue aquello, comparada con las jóvenes actuales, serían hasta sosas, no encajaría, pero es lo que había.
-¿Contar una historia familiar es un modo de contar la vida?
-Me gusta hablar de las familias. Una familia es un espacio maravilloso, en el que nos apoyamos, donde recibimos amor y sostén, pero también puede ser un entorno inhóspito, doloroso, que nos estigmatiza. Y esa oscuridad de algunos entornos familiares siempre me han llamado la atención.
-¿La vida se repite? ¿Hay paralelismos entre la vida de la abuela y la protagonista?
-Sí. Y en un principio, la nieta tiene un concepto de su abuela que luego va cambiando, como ocurre en la vida. Nuestra mirada hacia nuestros padres va modificándose igual que evoluciona uno mismo. Los valores que se reciben no siempre los puedes encajar en tu vida. Hay personas que empiezan a alzar el vuelo hasta que sus padres fallecen. Los entornos pueden ser muy castrantes.
-La novela se cuenta desde un narrador omnisciente y una primera persona.
-Escribir en primera persona te conecta rápido con el lector, pero empiezo en tercera persona porque Blanca es una adolescente y hay cosas que no conoce, y hay que relatar el éxodo, por lo que me parecía adecuado utilizar un relato omnisciente. Luego Blanca toma las riendas de su vida y también las de la novela.
-La protagonista es adolescente. ¿La sitúa en esa edad porque es un momento de libertad, de curiosidad, que quizá le permite que le acerque con más interés a la historia de su familia?
-Es por una necesidad de conexiones históricas, de cronología, pero sí es cierto que la protagonista tiene la frescura suficiente como para atreverse a buscar la conexión con su abuela y que surja la magia entre ellas. Todo lo que la familia, en esta novela, esconde durante muchos años, no se transmite hasta mucho después. La relación entre nietos y abuelos es muy distinta a la de padres e hijos. Cuando te haces mayor te das cuenta de que hay cosas que tienen menos importancia que en el momento en que crías a tus hijos. Si la vida pasa bien sobre uno mismo se suaviza, te curas, te vuelves menos dogmático y quizá cuentas a tus nietos de un modo distinto a cómo se las contarías a tus hijos.
-¿Valencia es protagonista en la novela?
-Sí. Me gusta esta ciudad y en todas mis novelas está muy presente. Me siento muy cómoda en mi ciudad.
-Usted conoce muy bien la capital del Turia. Ha sido concejal en ella con competencias de gobierno en el equipo de Rita Barberá. ¿Cómo disocia su vida política de esta nueva vida fuera de la política?
-Siempre tuve claro que mi trabajo en el Ayuntamiento era temporal. Tenía otras aficiones y pasiones más allá de la política. Eso me ha facilitado las cosas. Estando en política ya escribía y seguí estudiando, y eso me permitió no caer en el pozo de pensar que la política es algo eterno, porque no lo es. Estás en manos de personas, de circunstancias… A mí no me ha resultado difícil cambiar mi vida por completo. Siempre tuve la sensación de que no estaba haciendo algo en lo que me iba a jubilar. Me pasó también cuando estudié Derecho. Yo quería hacer Lengua y Literatura. Eso se quedó ahí y lo he hecho después. El pasado, si no está bien cerrado, siempre vuelve de algún modo.
-¿Cómo lleva todo lo relacionado con el caso por el que fue imputada y que ahora finalmente se ha archivado?
-Hace mucho tiempo que dejé de pensar en ello y preocuparme por ello. Fue demasiado largo y lo único que espero es que no le pase de nuevo a nadie. Que nadie tenga que pasar por procesos de ese tipo y que, en cualquier caso, todo el mundo se comporte con profesionalidad.