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El ingreso en prisión de Pablo Hasél ha encendido la mecha en el polvorín que supone la convivencia en el Consell de cuatro partidos: PSPV, Compromís, Podemos y Esquerra Unida. La algarada en las calles en supuesta defensa de la libertad de expresión ha sido aprovechada por los partidos más escorados a la izquierda para atacar sin contemplaciones a su compañero de viaje, el PSPV.
Una nueva afrenta, esta sí cabe de mayor gravedad, porque supone un elemento de desestabilización de la calle, el territorio que la izquierda ha dominado hasta la fecha. Un sabotaje en toda regla a la cohesión gubernamental. Una decepción más del PSPV con sus socios que se suma a una espiral de deslealtades en esta reedición del Botánico, tan alejada del entusiasmo, optimismo y el 'feeling' de la primera legislatura. La entrevista de Manolo Mata, síndic del PSPV, hace un par de semanas en LAS PROVINCIAS adquiere ahora mayor valor: "No es deseable, pero sí posible un gobierno en solitario". De momento, el PSPV quiere guardar en significativo silencio para no avivar el debate. El presidente Puig tercia con una defensa genérica de la libertad de expresión incluyendo las palabras del rapero hasta ahora desconocido para el gran público. No entró en quién tiene la culpa de los incidentes. Ya hay bastante fuego en las calles como para montar él una hoguera en el Palau.
Pero la mochila de agravios resulta cada vez pesa más pesada. Y este paulatino aumento de la tensión, llega envuelto en una crisis sanitaria y económica sin precedentes. En el primero de los apartados, las víctimas mortales han superado el centenar en varias jornadas. En el otro frente todavía no hay un balance definitivo, pero el cierre de pequeñas empresas y negocios se contará por miles.
El esfuerzo económico de la Generalitat durante 2020 y 2021 augura unas cuentas realmente complicadas en 2022. A la crispación política se le puede sumar la asfixia financiera. La incertidumbre, en todos los sentidos, es tremenda. No sería la primera vez que Ximo Puig adelanta una elecciones con un resultado, por otra parte, satisfactorio para los socialistas. La anterior convocatoria fue el principio del fin de su idilio con Compromís.
Podemos y la coalición nacionalista claman por los derechos fundamentales y se mueven en terrenos colindantes. Los morados no dudan en alentar directamente las protestas de esos "jóvenes antifascistas", que repite Pablo Echenique en Madrid. El discurso genera réplicas en la Comunitat de evidente superficialidad, como la de la ex síndica Naiara Davó al proclamar que con lo que se llevó el rey emérito se pueden pagar muchos contenedores. El pasado viernes, en el Pleno del Consell, el vicepresidente Dalmau subió la intensidad de las reivindicaciones, lejos de cualquier apaciguamiento. Dio un pasito más en la escalada. "Un gobierno como el Botànic no puede tolerar ningún tipo de violencia hacia la ciudadanía y abusos policiales contra los manifestantes", dijo en un sorprendente comunicado. Entre las víctimas, al parecer, Pilar Lima, recién nombrada síndica de Podem. Este malestar se expuso en el Pleno, según difundió la nota oficial del partido pese a que las deliberaciones en el seno del Consell son reservadas. No se recuerda un episodio como este. Podemos pidió abiertamente una investigación de todos los agentes y mandos policiales que participaron en el operativo. No se quedaron ahí las exigencias de los morados. Quieren que comparezca la delegada del Gobierno, Gloria Calero, el objetivo principal del nuevo frente abierto por el Consell, cobrarse una pieza de calado en la batalla política.
La primavera valenciana marcó un punto de inflexión en las actuaciones policiales. El puesto de delegado del Gobierno se ha convertido en una silla caliente cuando se desborda la tensión en las calles. Gloria Calero, en su primera comparecencia del pasado jueves, fue taxativa. "No hubo cargas; hubo contención". Esa misma noche, la actuación policial se incrementó y sí fue necesario cargar. Dirigentes del PSPV indicaron que se investigará si algún agente se excedió en las cargas.
El desenlace de la protesta lleva a pensar en que el debate inicial, calentado a fuego rápido, ha dejado ya de ser la presunta falta de libertad en la sociedad sustentada en un reducido número de casos, como el de Hasél y otro rapero, con demasiadas aristas como para encumbrarlos como adalides de las libertades. El curriculum del primero, condenado por agresiones a periodistas y a un testigo del juicio, parece más propio de un delincuente profesional.
Mientras Podemos se lanzó al vacío con su comunicado, en Compromís exhiben más 'elegancia'. Los consellers que se pronunciaron en el Consell no llegaron al nivel de denuncia de sus compañeros de Gobierno, pero su aparente neutralidad también lastra el discurso del Gobierno. Especialmente significativa resultó la posición de la vicepresidenta Mónica Oltra, esquiva con la prensa en la rueda de prensa posterior al Consell. Sus intentos por echar la culpa al Gobierno de Pedro Sánchez y de repetir lo "preocupante" de las imágenes resulta insuficiente. Y más cuando altos cargos de su partido incendian las redes con opiniones favorables a los manifestantes o críticas a la actuación policial. Quizá el primero y más relevante fue el alcalde de Valencia, Joan Ribó, que censuró la intervención policial y ejerció de avanzadilla. Diputados como Carles Esteve, que recibió un porrazo, ha denunciado los hechos en el juzgado. El presidente de Les Corts, Enric Morera, también ha lanzado mensajes en esa línea. Y un clásico en estas lides, el diputado Josep Nadal, no dudó en sumarse a la campaña. Ferrán Puchades, ex alto cargo de Justicia y ahora en el Ayuntamiento, también contribuyó con mensajes críticos. Por último, uno de los líderes espirituales de Compromís, Pasqual Mollà, padre de la consellera Mollà, habló de violencia policial. Y los más jóvenes de la coalición siguieron esa senda. Emitieron un comunicado en el que reclamaban el fin del apoyo al Gobierno de Sánchez tras los incidentes. Esquerra Unida, por su parte, también quiso su papel activo en esta campaña de desestabilización. Sacó una nota de prensa en la que criticaba la desproporcionalidad y pedía la comparecencia de la delegada del Gobierno.
Toda esta extraña atmósfera se produce además justo un mes después de que se abriera una guerra total entre Compromís y PSPV a raíz de las discrepancias por las medidas restrictivas para luchar contra el Covid. Unas críticas que fueron calificadas de desleales. Los socialistas tratan de mantener la calma. Pero la situación, ahora más que nunca, es crítica. El Consell ha ingresado en la UCI.
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