Ximo Puig y Mónica Oltra en sus escaños de Les Corts. EFE/M. B.

La sensación de barco a la deriva se apodera del tripartito

A un año para las elecciones, los movimientos orgánicos y las dificultades para cerrar la crisis arruinan la imagen del Consell

JC. Ferriol Moya

Valencia

Miércoles, 11 de mayo 2022, 20:09

Un año para las elecciones. De hecho, un año y 16 días -las municipales y previsiblemente las autonómicas se celebrarán el 28 de mayo de 2023-. El tripartito valenciano que encabeza Ximo Puig atraviesa el momento más delicado desde que en 2015 alcanzó la presidencia ... de la Generalitat. La sucesión de frentes abiertos, unos políticos, otros judiciales y sin olvidar los económicos, instalan en la coalición gobernante la percepción de sobresalto permanente. La dimisión este miércoles de Vicent Marzà como conseller de Educación es la guinda de un proceso que lleva meses larvándose, y que extiende la percepción de fin de ciclo, de barco a la deriva, según algunos cargos consultados por este diario.

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El movimiento de Marzà acaba de dar visibilidad a un escenario de incertidumbre cuyo episodio más significativo, en las últimas semanas, lo protagonizó Manolo Mata, hasta hace pocos días vicesecretario general y portavoz de los socialistas en Les Corts. El diputado autonómico elegía el 25 de abril para anunciar su dimisión, abandonar la bancada socialista y su puesto en la dirección del partido, y poner rumbo a su profesión de abogado, nada más y nada menos que para defender a Jaime Febrer, considerado como el cabecilla del caso Azud. Una investigación que pone el foco, otra vez, en la financiación del PSPV, y que señala una etapa del partido a la que algunos de los dirigentes actuales no son ajenos.

La salida de Mata, y la intención de Puig de designar como portavoz a la consellera de Sanidad, Ana Barceló, abren la puerta a una gran remodelación del Consell. Puig no lo niega -lo que en términos políticos significa que lo confirma- pero deja pasar los días. Los nombres de consellers que pueden acabar fuera del Ejecutivo aumentan -se dan por hecho los de Vicent Soler y Carolina Pascual- y la sensación de que la crisis tarda en cerrarse se generaliza.

El manual dice que una crisis de Gobierno se debe de abrir y cerrar en un día, como hizo Pedro Sánchez en julio del año pasado. Y desde luego, se hace con los relevos ya decididos, no para empezar a buscarlos en ese momento. Porque se corre el riesgo de no encontrarlos. Da la sensación, de hecho, que Puig está un poco en esa situación. Y mientras tanto, los consellers afectados y sus equipos de confianza viven en un 'ay' permanente.

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La marcha de Marzà acentúa esa sensación de 'sálvese quién pueda' a la que también recuerda la de Mata, y en su día la de Fran Ferri como portavoz de Compromís. La coalición nacionalista liderada por Mónica Oltra, la misma que en 2015 se iba a 'comer' en pocos meses a Puig, dado su carisma y su 'idilio' con los medios de comunicación, termina perdiendo todo el punch, toda la vitalidad que mostraba en la oposición. Compromís se institucionaliza, y su líder, Oltra, se ve atrapada por un proceso judicial que le tiene a las puertas de la imputación por parte del TSJ valenciano.

El movimiento del ya exconseller de Educación sólo se entiende desde esa óptica. Sin una Oltra con la debilidad política actual, el dirigente nacionalista no se habría atrevido a dar un paso de este tipo. Lo insinuó en noviembre de 2019, y tuvo que plegar velas a toda prisa a la vista de la falta de apoyos para hacer frente al verdadero motor electoral de Compromís, que no es otro que la líder de Iniciativa. Si Marzà se lanza ahora es porque el futuro político de Oltra es una incógnita, sea por la deriva judicial del caso por el que fue condenado a cinco años de prisión su exmarido, sea por su acercamiento a la vicepresidenta Yolanda Díaz para ese nuevo proyecto político tan anunciado y que tarda tanto en arrancar. En todo caso, el horizonte político de la coalición se complica, y el Bloc, el partido mayoritario en la coalición, mueve ficha para tratar de reactivarlo. Con Oltra, o sin ella.

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La percepción de 'todos contra todos' en el tripartito tiene el añadido además de la bronca permanente entre Oltra y la consellera de Justicia, Gabriela Bravo. El choque a lo largo de la legislatura por asuntos competenciales deriva en un enfrentamiento personalizado, en el que la consellera Bravo, tan lejos como este pasado martes, vuelve a plantear entre líneas que Oltra debería de dejar el cargo. «Si la institución se ve comprometida», reflexiona Bravo en voz alta, «me plantearía dimitir». La titular de Justicia contesta con esas palabras a una pregunta específica sobre la situación judicial de la vicepresidenta del Consell.

Bravo no da puntada sin hilo. Pone el foco de nuevo en Oltra sólo unas horas antes de que Marzà haga otro tanto con su anuncio de salida del Consell para dedicarse al partido. El dirigente nacionalista sabe perfectamente que para dedicarse al partido lo mejor es precisamente seguir como conseller. Si se mueve es para forzar a Oltra a renunciar. O en su defecto, para hacer evidente que le planteará batalla a nivel orgánico. En ambos casos, el objetivo es el mismo: la vicepresidenta del Consell.

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De manera que Puig se encuentra con una crisis abierta en la parte socialista de su Gobierno y que no es capa de cerrar, con la salida de un conseller de sus socios de Compromís, con causas judiciales que afectan a su partido y a la líder de la coalición nacionalista y con un pulso permanente entre algunos de sus consellers de más peso político. Y con la marcha de Marzà, quizá el conseller de Compromís más cercano al propio Puig, sólo unos días antes de que declare en el juzgado Francis Puig, el hermano del jefe del Consell, por las subvenciones recibidas por sus productoras en concepto de ayudas al valenciano. Muchas de ellas, aprobadas por la conselleria de Educación.

Y todo este terremoto, a sólo un año de elecciones. «Me lo planteas antes de las Navidades y lo acepto, ¿pero ahora? Es un suicidio», señalan las fuentes consultadas por este diario que consideran que la imagen de gestión seria y fiable que había dado hasta la fecha el Gobierno valenciano salta por los aires. Superada la pandemia, amortiguada la crisis económica con el impacto de la llegada de la gigafactoría de Volkswagen a Sagunto, son ahora las causas judiciales y el choque entre los socios del tripartito los que hacen explosionar la situación.

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¿Salta todo por los aires? No necesariamente. Pero la marcha de Marzà -el pasado sábado en una manifestación convocada por ACPV y en la que también estuvo el expresidente catalán Quim Torra-, los enfrentamientos internos y las dificultades para cerrar la crisis del Consell acentúan, a poco más de doce meses para los comicios, la sensación de fin de ciclo. Así lo admitieron también este miércoles en los grupos de la oposición. «Pensaba que el Consell de Puig era incapaz de resolver los problemas de la gente, que estaba siendo abrumado por los problemas de la gente, pero llego a la conclusión de que el problema es el Consell de Puig», dijo este miércoles el líder del PPCV Carlos Mazón.

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