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El Palau de la Generalitat ha reeditado estos días un órgano ajeno al organigrama oficial del Consell en el que el presidente, Ximo Puig, se apoya para tomar cada una de las decisiones más trascendentes. Se trata de su gabinete de crisis, cuyas reuniones nunca aparecen en agenda, sus miembros no tienen funciones concretas asignadas y las convocatorias tienen la periodicidad arbitraria que marca el jefe del Consell, en horario ininterrumpido. Puig ha repetido el esquema que ya lo acompañó durante la primera ola de coronavirus y ha creado un grupo de trabajo en el que se concentran las cuatro personas de su máxima confianza a la hora de decidir las medidas más críticas y dar una respuesta a la emergencia sanitaria. En el equipo que ampara al presidente se encuentra su secretario autonómico de Presidencia y responsable de la Abogacía de la Generalitat, Andreu Ferrer; el secretario autonómico de Promoción institucional , Alfred Boix; el conseller de Política Territorial y anterior director de su gabinete, Arcadi España; y la consellera de Justicia, Gabriela Bravo. En un nivel de mando inferior, Puig tiene siempre prevenidos a su director general de Relaciones Informativas, Pere Rostoll, y a su directora de gabinete, Esther Ortega, además de a un puñado de asesores, para ir ejecutando la parte operativa de las ideas que salen del verdadero gabinete de crisis contra la pandemia.
El búnker del Palau se ha convertido en el laboratorio de ideas de la pandemia, en el que igual se discuten nuevas restricciones y su impacto, que se idean nuevas medidas económicas o se analizan argumentarios sobre la situación sanitaria de otros países europeos que han adoptado más o menos restricciones. Sin embargo, la situación en esta tercera oleada de coronavirus está siendo muy diferente a los meses de confinamiento que el gabinete pasó durante el primer estado de alarma.
Desde el pasado mes de junio, con la desescalada, el Gobierno central entregó el mando a las comunidades autónomas para tratar de contener las cifras de contagios. A partir de ese momento, el Consell decidió adoptar un perfil propio, más aperturista, apoyado por la menor incidencia en las provincias valencianas y en la buena sintonía del propio Puig con los agentes sociales y económicos. Durante la primera ola, Puig y su equipo se dedicaron a «mejorar» los planes del Gobierno, como reconocen desde el Palau. «Todo era nuevo. Sólo había que buscar suministros, completar las medidas del Ejecutivo central y e ir controlado la reapertura», aseguran. De hecho, la gestión fue una de las más alabadas, por la capacidad de la Generalitat para acudir a los mercados internacionales y la rapidez a la hora de habilitar hospitales de campaña. Pero, ahora todo es distinto en el Palau. El equipo se encuentra desbordado con la diversidad de opiniones que llegan cada día respecto a la situación sanitaria económica y social, incluso de los expertos, y la preocupación de Puig está en cotas máximas. Además, dentro del búnker del Palau se vislumbran distintas corrientes respecto a las restricciones, aunque fuentes del Consell reconocen que dentro del despacho de Puig eran más partidarios de tratar de controlar la pandemia con cirugía fina que con confinamientos. Pero, ¿qué papel ocupa cada una de las personas en las que se apoya el presidente de la Generalitat?
Andreu Ferrer
El secretario autonómico de Presidencia es una de las personas más cercanas a Puig dentro y fuera de la vida política. Amigo desde la infancia, es una de las mentes más lúcidas del Palau. Abogado y psicólogo de formación, tiene gran mano izquierda para las situaciones de tensión y se encarga, básicamente, de hacer realidad administrativa las ideas y ocurrencias del aparato presidencial. A su vez, el número dos del Palau gestiona la agenda de lo que podría denominarse Conselleria de Presidencia para que los temas que llegan a Puig estén en un estado avanzado. A lo largo de la pandemia ejerce labores de coordinación con la Conselleria de Sanidad, que no forma parte del núcleo duro. Garantista en su modus operandi, maneja también los hilos de la Abogacía de la Generalitat para garantizar la seguridad jurídica de las decisiones. Fuentes del entorno del Palau aseguran que la situación en su despacho está desbordada y no son pocos quienes aseguran que junto con Alfred Boix, el otro secretario autonómico, ha rebajado las alertas que llegaban desde Sanidad por el exceso de alarmismo y confiados en que la situación fuera a estabilizarse con las restricciones adoptadas.
Alfred Boix
El secretario autonómico de Promoción institucional es uno de los fijos en toda mesa a la que se sienta el presidente, sea cual sea el tema que se trate. De formas más duras, es el alter ego de Ferrer, y vehemente en su discurso. Durante la primera ola llegó a tener más protagonismo al lado del presidente, videoconferencia tras videoconferencia, que muchos consellers. Tras la salida del anterior jefe de gabinete de Puig el ahora conseller Arcadi España, heredó parte de sus funciones de coordinación dentro del Botánico. Él tiene ahora la interlocución con los socios, aunque las relaciones entre los miembros de la coalición de gobierno pasan sus horas más bajas. A Boix se le atribuye el papel de puente político con Les Corts, el partido y el resto de instituciones, pero lo cierto es que ha ocupado algunos espacios a base de invisibilizar a sus rivales. Fuentes del entorno del Palau le atribuyen una estrecha relación con Sanidad, donde ya ha colocado varios peones para mantener el control de la conselleria y fue una de las personas que apostó fuerte por la consellera, Ana Barceló. Las mismas fuentes lo sitúan en el bando que ha preferido ser cauto con las medidas para no perjudicar el tejido económico frente a las señales que llegaban desde el área sanitaria. Su llegada al Palau, tras ser defenestrado como secretario de Organización del PSPV, fue interpretada como una decisión en clave orgánica por parte de Puig. Un movimiento dirigido a preparar el congreso de los socialistas valencianos, para el que Puig se descartó en 2017 en Elche pero al que ya ha dicho que volverá a optar.
Gabriela Bravo
La consellera de Justicia, Gabriela Bravo, ocupa un lugar destacado en el núcleo de decisión del Palau. La también titular de Interior es la responsable de hacer cumplir las restricciones que el Consell va aplicando, pero también ha ocupado un papel fundamental en la gestión de la Emergencia y en su papel como responsable de la Función Pública, a la hora de implantar el trabajo en remoto. Bravo es también pareja del jefe del Consell y una de las personas de más confianza en su gabinete. La consellera, la única mujer que forma parte del círculo de decisiones, fue la primera responsable de la contratación y montaje de los hospitales de campaña, en una ágil gestión en mitad del estado de alarma que ahora se ha enturbiado con las rencillas con Sanidad por los pagos. Con la transversalidad de las competencias de su área, ha conseguido, además, tener presencia en la agenda diaria del Consell, muy por encima de otros consellers que se han invisibilizado. Bravo es parte clave del gabinete de crisis y en el Consell ya hablan de ella como la persona más influyente del Ejecutivo. Sus relaciones con los socios son tensas y se han hecho aún más ásperas durante la crisis sanitaria por las discrepancias en asuntos de tanto calado como el teletrabajo.
Arcadi España
El conseller de Política Territorial, Arcadi España, sigue siendo pieza fundamental en el engranaje de Presidencia de la Generalitat aunque hace más de un año y medio que cambió sus funciones de director de gabinete de Puig por las de responsable de las Obras Públicas y la Movilidad. Sin embargo, para cada incendio que se prende en el Ejecutivo, el presidente sigue contando con su hombre para todo. De carácter afable y con gran capacidad para la mediación, España no ha conseguido cortar el cordón umbilical que lo une al Palau y su papel dentro del Consell sigue siendo más predominante por sus labores de casco azul que por la gestión de su área, aunque tiene el reconocimiento del sector por su gestión. El conseller de Política Territorial juega una parte fundamental en las decisiones de Puig a la hora de engrasar las relaciones con los socios y forma un tándem preciso con su sucesora, Esther Ortega. Ortega, con una gran capacidad de trabajo y de organización del gabinete del presidente, sin embargo, no se ocupa de las labores políticas que sigue manteniendo España junto a Alfred Boix. Sin embargo, la labor de su jefa de gabinete es clave para que algo invisible, como el funcionamiento del día a día y la incesante agenda, esté en su sitio.
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Patricia Cabezuelo | Valencia
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