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burguera
Miércoles, 12 de mayo 2021, 00:25
La paz y la armonía no campa por los despachos de Ciudadanos en Les Corts. Los diputados están juntos, pero no revueltos tras la fuga de un síndic y cuatro diputados en menos de un mes. Los que quedan, tras la salida de ... cuatro de ellos la semana pasada. El grupo naranja vive al minuto. Al día siguiente, amanece, que no es poco. Hacen recuento de altas y bajas, y a trabajar. Falta estabilidad. No obstante, una cosa sí parece definitiva. La reforma de la ley electoral (que presentó el Botánico y que sólo se aprobará con una cualificada para la cual la izquierda precisa de todos los votos que le quedan a Ciudadanos) tiene un futuro sombrío. De esa ley depende la rebaja de la barrera electoral que dicta la representación en el parlamento, que actualmente está fijada para las candidaturas en un mínimo del 5%. PSPV, Compromís y Podemos no tenían prisa en presentarla después de que durante la legislatura pasada no lograse un acuerdo, precisamente, también con Ciudadanos. La portavoz del grupo, Ruth Merino, se abrió a negociarlo hace un mes. Sin embargo, el rechazo a esa posibilidad en el caso de algunos de los diputados de Cs es total. «No votaré esa ley ni con una pistola apuntándome a la cabeza», explica uno de ellos. Sería más fácil ver un pingüino en Oklahoma.
Consultados otros dos parlamentarios de Ciudadanos, admiten la abierta resistencia existente entre algunas de sus señorías naranjas. Cada uno es consciente en el grupo de las profundas diferencias ideológicas que mantiene con algunos de sus compañeros. Por eso nadie se atreve a descartar nuevas deserciones mientras Merino admitió ayer que tiene intención de pelear para mantener la asignación económica que recibe de Les Corts como si no se hubiera dado ningún episodio de transfuguismo. Los naranjas se juegan más de 100.000 euros anuales y tres o cuatro puestos de trabajo entre sus asesores y técnicos.
En Ciudadanos suman 14 diputados. Sumar es un decir, porque unos suman, otros restan y los hay divididos, derivados y hasta convertidos en ecuaciones de dos o tres incógnitas a despejar. En cualquier caso, son 14. Si sus votos se añadiesen a los del Botánico contarían exactamente los 66 necesarios, la mayoría cualificada obligatoria para sacar adelante la norma. Sin embargo, en Cs hay diputados cerrados en banda incluso con supuestas pistolas apuntándoles. Ese es el talante. Entre los cuatro que se han ido, Salmerón se siente amenazado por un anónimo aparecido sobre su mesa en el que le instaban a dejar el acta. Fuentes del grupo afirman que alguien se limitó simplemente a dejarle en el despacho una copia de un tuit del propio Salmerón cuando, en 2017, reclamó a los tráns mfugas encabezados por Alexis Marí que devolsiesen el acta. No obstante, de la marcha de los cuatro diputados la que más ha llamado la atención es la de Sunsi Sanchis por llevar apenas 15 días como parlamentaria, tras tomar posesión del escaño por la salida de Toni Cantó, que ahora parece que hace mucho, pero en realidad no han pasado ni dos meses. El tiempo corre rápido en Ciudadanos. No les da tiempo a digerir tantas cosas. En este sentido, bromean los parlamentarios con que quizá Sanchis se perdió y por eso ha acabado en el grupo de los no adscritos. No sería algo insólito ni inédito. La primera vez que su primera síndica, Carolina Punset, fue a Les Corts allá por 2015, se confundió y acabó en el Palau de la Generalitat, donde ahora, paradójicamente y seis años más tarde, trabaja como asesora de Ximo Puig. En Cs se sabe de dónde sales pero no adónde llegarás.
Merino intenta centrar el mensaje. Ayer fue una de las más críticas con la ausencia de consellers en el próximo pleno, más de la mitad de la docena que integra el Consell. Quizá haya que ponerles también una pistola en la cabeza para que vayan a la Cámara. Como al PP, para que elija síndic, o síndica, una vacante dejada por Isabel Bonig tras su dimisión por la falta de confianza de Génova para que repita como presidenta del PPCV. Nadie precisa cuándo se cubrirá.
Mientras en Podemos ni sienten ni padecen por ello, en Compromís y PSPV advierten de que esa ausencia de portavoz no puede prolongarse 'sine die', y tampoco hasta que se celebre el congreso de los populares en julio. Los dos partidos de la izquierda temen que la sindicatura del grupo pueda convertirse en un cromo para negociaciones internas entre ganadores, perdedores y necesitados de consuelo.
"El PP da por supuesto que se pueden autonombrar para designar quién va a preguntar al presidente de la Generalitat. Las excepciones son muy claras y son los síndicos los que las hacen esas preguntas. No es posible que un grupo pretenda perpetuar en el tiempo una ausencia de síndics a la espera de un congreso o si están haciendo un cásting. Esto no es 'La Voz'. El PP puede cambiar a su síndic cuando quiera, pero debe nombrar a alguien. No puede perpetuarse en el tiempo. Recuerdo que Oltra fue síndica y estuvo de viaje, Morera quiso sustituirla y la Mesa de Les Corts, entonces dominada por el PP, lo denegó. Si es un problema de enfermedad, o en el caso de Merino, que fue una cuestión de una semana para otra con un tránsfuga de por medio (Toni Cantó), es un caso distinto. Se puede esperar una semana, un tiempo prudencial, pero no es algo que se pueda alargar. Para el Congreso del PP faltan dos meses y eso es inadmisible", advirtió ayer Carmen Martínez, la portavoz adjunta del PSPV en Les Corts.
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