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RAMÓN PALOMAR
Martes, 20 de septiembre 2016, 22:01
Al contemplar el vídeo grabado por la propia Tamara Gorro, la esposa del nuevo defensa valencianista Ezequiel Garay, donde ambos se despiertan entonando algo somnolientos (sobre todo él, que ella luce chisposa) el grito de guerra de «¡Amunt, Valencia!», me dije que acababa de nacer una estrella, fugaz o permanente, en el firmamento de esta orilla del Mediterráneo. «Su marido no lo sé, pero esta linda chica nos va a dar juego en la ciudad», pensé. Craso error. Tras investigar así por encima, que tampoco me voy a herniar justo con la vuelta al cole, descubro asombrado que Tamara Gorro ya es una celebridad con miles de fans y un amplio currículum sobre su chepa. Lo mío no fue sino ignorancia. Aquí tuvimos a la hija de Peter Lim ejerciendo labores de apoyo espiritual y virtual allá en las redes para promocionar al club y, de paso, a la ciudad. La niña Lim podía haberse convertido en una suerte de Paris Hilton en versión asiática, pero cuando el tema amenazó con desbordarse hacia la cuchufleta, se conoce que el padre le arreó un rapapolvo y nunca más se supo. Quedaba, pues, vacante la plaza en las tareas de estimulación global que galvanizase el sentimiento de la hinchada, huérfana además en triunfos deportivos. Bueno, pues por suerte creo que esto va a corregirse y alguna alegría espero que nos ofrezca Tamara, lo cual le agradecemos por anticipado.
En aquella España de blanco y negro y locutores de voz entre nasal y engolada, tipo Nodo, los mayores recordarán que el fútbol era cosa de hombres. Pero, desde hace un mínimo de dos décadas, esto cambió y las mujeres se dejaron seducir por la magia del balón y los futbolistas. Nunca olvidaré cuando, a mediados de los noventa, una amiga mía de buena familia y rotunda geografía me comentó compungida: «Ay, soy la única de mi pandilla que no ha jugado en Primera División». Ojiplático la miré mientras le mascullaba: «¿Cómo? No te entiendo». Me explicó que era la única de su pandilla que no se había acostado todavía con un futbolista de la máxima categoría, y que pretendía, en breve, corregir ese entuerto que lastraba su biografía. Herido por la cochina envidia solté una sarta de improperios apelando al proverbial analfabetismo funcional (salvo Mendieta, Mata y alguno más) de los peloteros. Tras mi discurso fue ella la que me taladró pasmada. «No me importa. Sólo lo quiero una noche. Son jóvenes, atletas y están buenísimos». Cerré el pico. En ese momento descubrí que la igualdad entre sexos en este país se establecía con paso firme. Para jugar un rato todos, nosotros y ellas, preferimos una fruta exquisita antes que un cardo con conocimientos espectaculares de filosofía presocrática. Esto es un hecho.
Por supuesto, estas nuevas modas desembocaron en un singular fenómeno, el de las novias y las mujeres de los futbolistas, una especie de raza aparte que destaca por su belleza. El mito de la folclórica y el torero, en el subconsciente colectivo, evolucionó hasta esas parejas formadas por modelos o semimodelos, o por presentadoras, o por actricillas, y futbolistas. Tamarra Gorro se inició conquistando el cetro de Miss Segovia creo que en 2008 y desde entonces su ascención bien la podríamos calificar de meteórica.
Les cuento sin ánimo de ser exhaustivo que adquirió fama en el célebre programa cultural 'Mujeres, hombres y viceversa', donde además se doctoró al conseguir butaca de 'tronista'. Nunca he comprendido lo de 'tronista', ya digo que ese programa me resulta incomprensible como la física cuántica, pero les aseguro que ejercer de 'tronista' es lo más de lo más. Participó en algún 'Sálvame', compartió isla en una edición de 'Supervivientes' con lumbreras como Paquirrín o Sonia Monroy, brincó desde el trampolín de 'Mira quién salta' y también ha sido comentarista futbolera en una tele rusa cuando su marido Ezequiel peloteaba en aquellas gélidas tierras. Pero no crean que ha limitado su radio de acción al ámbito catódico. De eso nada. Las revistas tampoco se le han resistido y ha posado en plan artístico varias veces para 'Interviú'. Redondeó su actitud polifacética con un bar. Támara montó un bar llamado, parece ser, 'Somos uno', pues ella y su esposo son eso, uno. ¿Habrá algo más español que montar un bar? No, desde luego que no. Y si empezó con un jugoso vídeo apelando al sacrosanto «¡Amunt, Valencia!», la fiesta continuó cuando la presentación del equipo. Tuvo la amabilidad de atender a las legiones de fans y de aceptar selfis a tutiplén, con lo cual se organizó un alboroto que, insisto, al menos caldeó el alma de la afición.
Por favor, que nadie detecte malicia en este texto... Tamara me parece una chica espontánea, intuitiva, divertida y natural. Olé su personalidad frescachona, pues vamos a necesitar vitamina extradeportiva, me temo, para esta Liga. Tamara Gorro averiguó hace tiempo que, para triunfar en la vida, a falta de opositar a registrador de la propiedad, mejor encontrar acomodo en Primera División. No seré yo quien la censure.
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