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Adela Cortina es una de las filósofas más reconocidas en este tiempo. TXEMA RODRÍGUEZ
Adela Cortina: «La actitud de un buen número de políticos generando crispación es impresentable»

Adela Cortina: «La actitud de un buen número de políticos generando crispación es impresentable»

La filósofa advierte que la valenciana será una sociedad cainita si creemos que vivimos en un mundo en conflicto donde conviene crear polarizaciones tras un evento de tanta gravedad como la DANA. «Sólo seremos una sociedad humana si cooperamos para que nadie quede excluido»

Domingo, 24 de noviembre 2024, 00:53

A Adela Cortina le pilló la DANA lejos de casa, en alguno de sus innumerables compromisos en los que reclaman las palabras siempre certeras de una de las filósofas más reputadas de nuestra época. De hecho, estas últimas semanas estaba en plena promoción de su último libro, '¿Ética o ideología de la Inteligencia Artificial?', y reflexionando sobre el hecho de nunca hubiera imaginado escribir sobre una tecnología, dedicada como ha estado siempre a la ética, y llegando a la conclusión de que el pensamiento no sólo es razón, sino también emoción, y que hay una razón, la del corazón, que la IA nunca tendrá en cuenta porque no es un ser humano. La filósofa valenciana siempre ha tenido una mirada muy pegada a la realidad que la envuelve, «de mancharse las manos», como ella misma dice, y de hecho desde la Fundación ÉTNOR ha buscado bajar a la tierra algunas de sus ideas sobre la importancia de la ética en la vida de las personas y las instituciones. Porque Adela Cortina cree que la filosofía «tiene que cambiar las cosas». En esta entrevista, reflexiona sobre algunas de las cuestiones que la DANA ha hecho aflorar, como el papel de los jóvenes, el descrédito (cada vez mayor) en la clase política y apunta cómo debería ser la sociedad que nazca tras un evento tan devastador como el que ha sufrido Valencia, aportando precisamente esa lucidez a la hora de pensar cómo hacer un mundo mejor, «y cómo hacerlo todos juntos».

-¿Cómo ha seguido las informaciones que han ido surgiendo respecto a la DANA del pasado 29 de octubre?

-El 29 de octubre estaba en Madrid, porque tenía que participar en una actividad académica. Salí en el tren de las 13:30, no caía una gota ni en Valencia ni en Madrid. Hasta las 20:00 no supe que se habían suspendido los trenes y tuve que quedarme en Madrid unos días. Allí me acogieron muy bien, claro, pero yo estaba deseando llegar a Valencia. Iba todos los días a preguntar a Renfe, seguí todas las noticias que pude con una terrible sensación de tristeza e impotencia, pensando sobre todo en los fallecidos, los desaparecidos, el inmenso sufrimiento de familiares y amigos, de quienes han perdido su casa y negocios.

-¿Qué cree que ha fallado?

-No estábamos preparados para hacer frente a una catástrofe de esta envergadura, cuando las actuaciones en casos de emergencia deben estar bien organizadas previamente. Eso no se improvisa. De igual modo que en centros, como los educativos, se hacen simulaciones de catástrofe para aprender qué debe hacer cada uno en los casos concretos, hay que hacerlo en el conjunto de la sociedad. Administraciones y ciudadanos deben saber previamente cuál es su papel, qué corresponde hacer a cada uno.

-Hubo un movimiento muy importante de jóvenes que se lanzaron espontáneamente a los pueblos afectados para ayudar, que incluso ha cambiado la percepción de los mayores con respecto a estas nuevas generaciones. ¿Qué reflexión le genera esta actitud de los jóvenes y también la forma de mirarlos?

-La solidaridad de los jóvenes ha sido una enorme alegría, un signo eficaz de esperanza. Sin que nadie se lo dijera, aportaron trabajo, recursos, ayuda en tareas bien pesadas. Han demostrado con hechos que no les interesa sólo divertirse, sino que se implican cuando hace falta en lo que realmente importa: han dado razones para la esperanza.

De hecho, Adela Cortina ha defendido precisamente la necesidad de educcar ciudadanos que no tengan sólo la capacidad de argumentar, sino también con capacidad de «estimar los valores, cultivar los sentimientos y adquirir virtudes». Y en este sentido la filósofa cree que la respuesta de los jóvenes habla de precisamente de estas capacidades.

-¿Qué consecuencias cree que puede tener la frase: 'El pueblo salva al pueblo'?

-En nuestra fundación valenciana ÉTNOR, que tiene ya más de treinta años de historia, estamos convencidos de que para que una sociedad democrática funcione es necesario el esfuerzo bien articulado de los tres sectores que componen en realidad un pueblo: una ciudadanía comprometida y madura, las empresas, que deben ayudar a crear buenas sociedades, y unos políticos empeñados en lograr el bien común, y no sus ganancias particulares, en votos, en puestos o en dinero, sean de un signo u otro. Cada sector debe desempeñar su tarea, en conjunción con los otros dos, sin intentar monopolizar el conjunto de la vida compartida, porque todos son necesarios. En este momento lo urgente es crear acuerdos para prevenir el futuro y la ayuda de los expertos es fundamental.

Habla en ese sentido del peligro de no contar con alguna de las tres patas de las que habla, precisamente por ese descrédito hacia la clase política, más preocupada por las luchas sectarias que por lograr el bien común de la sociedad.

-Hay un descrédito muy grande en los políticos, del que usted ha hablado en repetidas ocasiones, acentuado ahora, que incluso llegó a generar violencia en la visita de los Reyes a Paiporta.

-Como bien dijeron los Reyes desde su primera visita, la gente se sentía muy dañada y estaba desesperada con razón. Prometieron volver a los pueblos afectados, lo hicieron y la acogida fue muy cordial, porque habían demostrado con hechos que les preocupa lo que a la gente le duele. Que son capaces de crear concordia desde lo que importa. La actuación de un buen número de políticos, intentando sacar ventajas partidarias y generando crispación es impresentable.

-¿Cree que una catástrofe de este tipo puede cambiar una sociedad y de qué forma lo hace?

-Ojalá que cambiáramos para mejorar lo que debe mejorarse, pero todo depende de que queramos hacerlo. La voluntad es esencial. La pandemia del COVID mostró bien a las claras la necesidad de solidaridad en el nivel local, nacional y mundial y, sin embargo, nada ha cambiado. Las actitudes son las de siempre.

-Existe en los pueblos afectados la opinión de que las obras del nuevo cauce del Turia salvaron a la zona privilegiada, Valencia ciudad, y se condenó a los pueblos, a los que tienen menos recursos.

-En la riada de 1957 la ciudad de Valencia fue la afectada, porque las aguas que venían del nacimiento del Turia desbordaron el cauce en su llegada a la ciudad. Afortunadamente, se hizo el Plan Sur, que ha evitado grandes daños, a pesar de las críticas de quienes estaban empeñados en devolver el río al antiguo cauce.

El perfil de Adela Cortina

Adela Cortina es catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universitat de València y dirige la Fundación ÉTNOR. Es la primera mujer en entrar en la Academia de Ciencias Morales y Políticas y entre otras distinciones ha obtenido el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos y el Premio Nacional de Ensayo.

-¿Cuál es el siguiente paso, en este sentido?

-Por eso es muy importante informar a la población de que existían y existen desde hace muchos años planes para prevenir lo que ha ocurrido, como es el caso del Barranco del Poyo, y, sin embargo, están en un cajón, cuando debatir sobre ellos y poner por obra las mejores soluciones es prioritario. Éste es el momento de poner en marcha esos planes, estudiándolos detenidamente, porque cada uno tiene ventajas e inconvenientes, y son los expertos los que pueden valorarlos. Pero para dar ese paso necesitamos una sociedad que se entienda a sí misma como una unidad de cooperación, como un «nosotros» dispuesto a trabajar conjuntamente para que esto no vuelva a ocurrir.

-He visto iglesias que ayudaban con musulmanes de voluntarios, inmigrantes que habían llegado en patera a España limpiando junto a agentes de la Guardia Civil. ¿Qué reflexiones le genera?

-Un profesor de Filosofía de la Universidad de Valencia, Pedro Jesús Teruel, contaba que trabajó como voluntario, y cuando le llevaron junto a otros voluntarios a los pueblos inundados en un autobús, se dio cuenta de algo óptimo: más de la mitad de los viajeros eran extranjeros de diferentes nacionalidades. Lo importante no es el lugar de nacimiento, la etnia o la confesión religiosa, sino sentirse miembro de una comunidad y preocupado por el bien de todos. Eso es la com-pasión, la capacidad de ser con otros, que traspasa las barreras y se extiende a todos los seres humanos.

Adela Cortina ha reflexionado sobre la visión que el mundo occidental tiene sobre el fenómeno de la inmigración, que ella vinculó con la pobreza para acuñar un término, aporofobia, que define ese miedo al pobre, al que viene con menos. Su discurso ha calado, y ha permitido plantear otra mirada muy distinta a la realidad de la inmigración.

Adela Cortina reflexiona sobre movimientos como la inmigración o la pobreza. TXEMA RODRÍGUEZ

-¿Qué tarea cree que tenemos por delante, como ciudadadanos?

-Es tiempo de acompañamiento y solidaridad, de apoyo material y cordial a los afectados, para que no se queden solos con su dolor y con los problemas, que son tantos y de tanta envergadura. Pero también es tiempo de hablar en voz alta y en serio sobre qué debemos hacer para prevenir males futuros, que pueden producirse en cualquier momento. Y aquí necesitamos el compromiso de toda la población de tratar sobre lo que realmente importa sin sectarismos. La prevención no se improvisa, sino que es un trabajo de años, si no de décadas, y hay que hacerla desde el acuerdo y el diálogo. Con el concurso indispensable de los expertos en estas materias, que los tenemos, y muy buenos, y no con los egoísmos de los ideólogos.

-¿Cómo será la sociedad postDANA?

-Todo depende de cómo entendamos nuestra sociedad, en este caso, la valenciana. Si la entendemos como un mundo en conflicto, en el que conviene producir crispación y polarizaciones para sacar ventajas personales o grupales, caiga quien caiga, entonces será una sociedad cainita. Será la guerra de unos contra otros, con la consigna de que 'cuanto peor, mejor', y sólo sacarán provecho los astutos, los que están bien organizados para satisfacer su egoísmo. Pero si entendemos nuestra sociedad como una comunidad en que todos debemos cooperar desde nuestras capacidades para conseguir que nadie quede excluido, que cada cual pueda llevar adelante los planes de vida que tengan razones para valorar, entonces será una verdadera sociedad humana. Es siempre el proyecto que merece la pena emprender.

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