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Ángeles López Artiga, sentada frente a su piano, sobre el que reposan fotos de la familia y de momentos cumbres de su carrera musical. Damián Torres

Ángeles López Artiga: «Siento que vivo fuera del tiempo»

Compositora, cantante, pianista y poetisa frustrada, tuvo un abuelo juez que colgó la toga para marchar tras su amada, que era soprano. También su padre, músico, dejó una carrera de diplomático por amor y ella lleva casada más de medio siglo con aquel apuesto don Juan Tenorio que ha sido su sostén en una carrera prolífica

María JosÉ Carchano

Valencia

Domingo, 25 de agosto 2019, 01:21

Roza con los dedos la década de los ochenta y alguien que ha tenido a su lado el último medio siglo la mira como si lo hiciera por primera vez, aquel día en que se enamoró de ella, al parecer, para siempre. Ángeles López Artiga se sienta en una butaca como si fuera a interpretar una de sus composiciones al piano, y su marido se queda de pie, escuchándola orgulloso, sin ser consciente, quizás, de que él también es parte de ello. Porque si volvemos a los años de la dictadura, cuando una mujer no podía ni siquiera viajar sin permiso del marido, Ángeles recorrió el mundo y deslumbró como pianista, como soprano, pero también como compositora, algo que parece vetado, todavía hoy, a las mujeres. Y quien estaba a su lado dio un paso atrás, supo ver que, quizás, su papel en el mundo era hacer de soporte a alguien que iba a pasar a la historia de la música. Nos recibe en su casa de la Canyada, una vivienda construida con un gusto exquisito, donde su marido se encargó de diseñar cada espacio, incluido el entresuelo del piano y un buró lleno de partituras.

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-Nació usted en un año complicado.

-En el 39, sí. Fue una etapa muy difícil, la de los cuarenta y cincuenta, pero ellos me dieron una gran educación humanística y además se volcaron en mí porque yo despuntaba; que en realidad vengo de familia de artistas. Me dieron muchísimo amor y ellos mismos vivieron una historia de amor.

-Cuénteme.

-En realidad me tengo que remontar a una generación anterior. Mi abuelo paterno, que era magistrado de la Audiencia, conoció a una soprano escuchándola cantar ópera y se enamoró de ella. Tanto fue así que colgó la toga para seguirla. Fue una historia de amor tremenda. Estudió Arte Dramático y le montó una compañía a mi abuela, y él mismo murió en el escenario, interpretando una opereta. Le dio un infarto y bajaron el telón. Al poco tiempo murió mi abuela. Mi padre tuvo una historia similar, porque iba a empezar una carrera como diplomático; ya tenía un primo que era cónsul en Casablanca, y estuvo a punto de irse de agregado cultural allí, pero conoció a mi madre y no se marchó. Él era músico, tocaba el piano, y fue quien me dio mis primeras lecciones de música. Los primeros recuerdos de mí misma son escuchando a mi padre tocar el Danubio Azul.

-Usted despuntó. Fue premio extraordinario en el Conservatorio. ¿Vio su padre, músico, ese talento?

-Por supuesto, me animaron siempre. Pero la etapa de mi juventud fue difícil, porque mi padre, después de la guerra, se dedicó a otros menesteres, montó su negocio, le fue muy mal, cogió una depresión. A mí me pilló con catorce años y pensé que debía de ayudar en casa. Hice muchísimas cosas, todas relacionadas con la música, pianista en Radio Nacional, cantante en una orquesta, profesora de clases particulares, montadora de zarzuelas…

«Compongo incluso cuando estoy durmiendo. No conozco la tranquilidad»

-Pero en aquella época no debía de estar muy bien visto que alguien se dedicara a la música de forma profesional, menos una mujer.

-Éramos mayoría de mujeres en el conservatorio, pero sin mayores pretensiones, como un adorno. Yo sí tenía claro que quería dedicarme profesionalmente a la música. Saqué dos licenciaturas, de piano, canto y de composición. Y fue más complicado para mí en el de la creación, porque ha sido difícil para la mujer, pero en la interpretación nos han necesitado siempre. El problema del machismo llega cuando somos intelectuales, ahí no nos admiten, que incluso llegan a pensar que determinadas partes de nuestro cerebro no funcionan igual que el de ellos. Y esa es la gran dificultad que tenemos incluso hoy en día. La música escrita por mujeres está ausente de las programaciones. Somos invisibles.

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-¿Cree que no han valorado su trabajo como el de un hombre por el hecho de ser mujer?

-A los diez años di mi primer concierto, pero a mí siempre me ha interesado más la creación, y en ese sentido pienso que soy afortunada, no todas las compositoras han tenido el mismo reconocimiento que yo, si no a nivel nacional, sí fuera de España. A mí me invitó la Universidad de Harvard para estrenar algunas de mis composiciones. ¿Sabe de qué trataban aquellas obras?

-No, ¿de qué?

-De mis huellas de la infancia, de la guerra, de la muerte, de la necesidad, todo aquello que viví en Massamagrell, donde nací, porque a mi madre le llegó el parto visitando a mis abuelos maternos y nos quedamos allí hasta que tuve ocho años.

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La compositora valenciana más prolífica, Ángeles López Artiga, cumple ochenta años en plenitud de facultades. Damián Torres

-¿Ha podido compaginar una vida de estrella con una parte más personal?

-Las mujeres de mi época hemos tenido que hacer muchísimas cosas a la vez. He procurado mantener un equilibrio entre mi vida profesional y la personal, pero me ha sido muy difícil, porque he sido intérprete, compositora, ama de casa, y he intentado cuidar de familia todo lo que he podido, por culpa de los continuos viajes.

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-Conciliar todo es difícil. Los artistas no tienen días en el calendario.

-No, además, es que yo creo incluso durmiendo. No conozco la tranquilidad. También he sido catedrática en el conservatorio, y no he tenido horas. Desde mi perspectiva actual, pienso: «¿cómo he podido hacer tanta cosa?». Abro el catálogo de mis obras y yo misma no me lo puedo creer, es impresionante.

«Las mujeres de mi época hemos tenido que hacer muchísimas cosas a la vez»

-Cree que todo eso lo ha podido hacer por talento, ¿y qué más es necesario para llegar hasta donde ha llegado?

-No me tengo por una mujer talentosa, fíjese. El mundo del arte es muy complicado, y habiendo grandes compositores, hay veces que me veo y pienso: «¿qué hago aquí?».

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-¿No se cree dónde ha llegado? Han escrito incluso libros sobre usted. Eso se llama el síndrome del impostor.

-A veces lo comento con mi marido, y me anima. Es un minuto, porque luego siento una necesidad imperiosa de trasladar al papel todo lo que llevo dentro y a estar conmigo misma. Es una urgencia trasladar todos esos pensamientos para poder compartirlos con los demás.

-Como decía antes, ha viajado continuamente, ha conocido a muchas personas intersantes, ha estado en lugares que la mayoría ni imaginan. Supongo que tendrá muchas anécdotas.

-Sí, recuerdo que en Baden-Wurtemberg me quedé, las dos veces que fui a actuar, en casa del presidente del Gobierno federal, que era amigo. La segunda ocasión me acompañó mi marido, y cuando los dos se fueron a verme cuál fue su sorpresa que el político se puso a la cola a sacar la entrada. Mire qué diferencias con aquí. Otra vez, en la ciudad austríaca de Gratz, el presidente de la sociedad filarmónica, después del concierto, me pagó más de lo que marcaba mi caché y me dijo: «no tenemos en este momento más en caja pero usted se merece todo lo que le diera». Eso fue muy bonito.

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«No dejo de trabajar, quizás porque no sé hasta cuándo podré hacerlo»

-¿Cómo se lleva con la edad? Otros a los ochenta ya habrían colgado los bártulos hace tiempo.

-Eso no tiene nada que ver conmigo, porque yo continúo teniendo la misma ilusión para crear.

-Ha hablado antes de urgencia, ahora de ilusión.

-Sé que tengo muchos años, pero fíjate, acabo de terminar una obra que se llama 'Soliloquios con la luna'. Es un álbum para piano, en la que converso con la Luna a estas alturas de mi edad. Quizás suena un poco cursi.

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-¿Tiene miedo a la incapacidad?

-Prefiero no pensarlo, por eso me estoy aprovechando y no dejo de trabajar, ahora quizás más porque no sé hasta cuándo podré seguir haciéndolo.

Con una vida intensísima, confiesa que se ha visto más reconocida fuera de España. Damián Torres

-No piensa en la jubilación total.

-Yo ya me jubilé, aunque fuera de mi cátedra del conservatorio, cuando cumplí los setenta, la edad máxima legal.

-¿Le resultó complicado irse?

-Me costó y no me costó, porque seguí haciendo tantas cosas… en estos diez años he tenido muchos alumnos, me consultan cosas, dirijo conciertos, mi vida está llena.

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«Mi hijo es el brillante de la casa, sensible, con talento y muy inteligente»

-¿Le hubiera gustado hacer otras cosas que no estuvieran relacionadas con la música?

-A mí me hubiera gustado ser tantas cosas… la vida es corta. Sobre todo, escribir poesía. No me duermo antes de leer a algún poeta, e incluso he hecho mis pinitos. Tengo una obra dedicada a Cyrano de Bergerac, del que desde mi corta infancia estoy enamorada, con permiso de mi marido (lo mira y ríe). Hasta le escribo cartas... Estamos tan necesitados actualmente de esos valores que representa… Y para crear me hacen falta. Siento que vivo fuera del tiempo, que estoy metida en mi mundo y ni siquiera me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor, y para mí es maravilloso.

-¿Qué papel ha jugado su marido en su vida?

-Otra vez tengo que decir que me siento muy afortunada, porque tanto en lo personal como en lo profesional ha supuesto todo en mi vida. Me ha apoyado siempre, sobre todo en los momentos débiles, que si todo el mundo los tiene, imagine un artista, que somos más difíciles. Él siempre ha estado ahí. (Hace una pausa). No haga que me emocione....

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-Él no se dedicó a la música.

-No, pero nos conocimos en el teatro, fue actor y director de escena. Mire esa foto. (Señala una imagen en blanco y negro donde se ve a un joven muy atractivo interpretando al don Juan Tenorio). Es mi marido, y es una imagen que no he quitado jamás.

«Estoy enamorada de Cyrano de Bergerac desde la infancia»

-¿Su hijo también ha continuado con esa saga familiar de músicos y artistas?

-Uy. Él es la perla, el brillante de la casa, una persona muy sensible, con mucho talento, inteligente. Es músico y muchas más cosas. Y ahora mis nietos, de veintiuno y dieciséis años, son grandes músicos también. Les viene de nacimiento (Vuelve a enseñar una foto, en esta ocasión se ve a un par de niños, todavía pequeños, con una Ángeles más joven al piano con ellos).

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-Es normal, supongo, se han criado escuchando música.

-Somos una familia de lo más filarmónica (ríe).

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