Angélica Gurel nació y creció en Bogotá, la capital de Colombia. Allí cursó estudios de turismo en la universidad y, al terminar, se instaló en ... Atlanta para formarse como diseñadora de interiores en el Instituto de Arte. Fue en la ciudad norteamericana donde conoció a su marido Gurkan y donde, al cabo de unos años, nacía su hijo. Tras la pandemia sintieron que la energía en Estados Unidos se había vuelto más densa y el cuerpo les pedía un cambio de vida. «Miramos en el mapa de Europa y dijimos: '¿dónde vamos?'. Para mí siempre había sido un sueño vivir en España y nos decidimos por Valencia. Sabíamos que la ciudad está en crecimiento, que Castellón es la meca del azulejo porcelánico y que están llegando extranjeros a los que le gustan las piedras», explica.
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En 2022 se instalaban en Ruzafa, el barrio que habían escogido tras realizar una búsqueda minuciosa y que debía de incluir comercios de proximidad, buena restauración, galerías de arte y la posibilidad de que su hijo pudiera ir caminando hasta el colegio. «Valencia es una ciudad hermosa, la gente es muy amable, la comida deliciosa y tiene cerca playas muy lindas. Hace un año abrimos nuestra segunda tienda Stonelluxe de mármoles y piedras, la primera está en Atlanta. Todavía estamos analizando el mercado, es muy pronto, pero ya vemos que a la gente le está gustando mucho el producto».
Para Angélica ha habido un antes y un después de la DANA. El día que sucedió todo ella todavía no era consciente de lo que estaba ocurriendo a sólo unos kilómetros de la ciudad. Cuando despertó y puso las noticias comprendió la dimensión de una tragedia que recibió como un golpe muy duro. «Estuve una semana yendo cada día a los pueblos; cuesta procesar lo que está pasando allí, pero estar en contacto con la gente fue súper bonito». Una experiencia que le ha marcado, y gracias a la cual ha podido darse cuenta de que no estamos solos y de que, juntos, podemos ayudarnos. «Ha sido muy espectacular ver como la gente se unió, sobre todo los jóvenes, muchos dicen que están siempre pegados al teléfono, pero cuando ha hecho falta lo han dejado todo para ayudar. La gente está demostrando una gran hermandad, esta ciudad tiene muchos valores», concluye.
A Angélica le fascina la cultura y las tradiciones valencianas. «He vivido dos Fallas, el primer año fue un poco impactante, viniendo de Estados Unidos uno no escucha pólvora ni en Nochevieja. Este año me gustaron mucho, estuve en las mascletàs, en la ofrenda, empecé a entender la fiesta y la magia que supone crear esas esculturas divinas y después quemarlas, tiene un sentido y es una bonita metáfora de la vida».
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