Agustina Galinsky nació en Buenos Aires hace 31 años. Por sus venas corre sangre polaca e italiana de sus bisabuelos y, por supuesto, argentina, pues ... sus padres y abuelos son originarios de la Pampa, donde pasó todos los veranos y celebraciones familiares de la infancia. Aunque estudió en un colegio con un programa enfocado a la rama técnica, desde pequeña estudió danza, comedia musical y actuación. «Mi vida siempre estuvo rodeada de arte. De mi madre heredé la parte más plástica, es historiadora del arte y siempre tuvo amor por la historia, los museos y la moda. Mi padre es economista, más pragmático. Los dos me han apoyado siempre», explica. Cuando acabó el colegio se centró en la danza y conoció el Pilates, que está muy ligado al baile. Primero empezó como alumna y luego se formó como profesora.
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Mientras estudiaba impartía clases de danza en colegios hasta que se montó un estudio pequeño en la cochera de casa de sus padres. «Empecé a dar clases a vecinas y amigas, fue como mi primer emprendimiento. Desde niña he sido ágil y flexible, siempre me he sentido muy conectada con mi cuerpo». Tras la pandemia decidió hacer el viaje que llevaba tiempo soñando. Su plan era conocer varios destinos europeos para después instalarse en Madrid, pero estando allí se dio cuenta de que no quería vivir en una gran ciudad cuyo ritmo le recordaba a Buenos Aires.
Por una casualidad leyó sobre Valencia, no sabía nada de la ciudad. «Compré un pasaje y vine, era septiembre de 2021. Es una ciudad pequeña, pero que tiene todo lo que uno necesita. Hice amistad con argentinos que viven aquí y, a los pocos meses, estaba trabajando como instructora en un centro de Pilates llamado Prana que está en la calle Cadiz». Durante ese tiempo conoció el negocio y, en menos de un año, se quedó con el centro cuando la dueña decidió trasladarse a Barcelona. Lo decoró a su gusto e implementó en las clases prácticas de otras disciplinas creando un estilo propio basado en la conexión entre cuerpo, mente y respiración. «Este centro es pequeño, cada vez había más demanda y tenía lista de espera. Decidí escuchar lo que me estaba pidiendo la gente y lanzarme. Al año y medio del primero abrí otro centro más grande en la calle Tomasos con más salas para Pilates y otras para meditación».
Agustina afirma haber podido crecer gracias al equipo que ha formado. Entre sus planes está lanzar una plataforma online para poder llegar a más personas, desarrollar otro tipo de actividades dentro de lo que es Prana y abrir más centros. «Todo lo que quiero hacer está relacionado con el autoconocimiento. Uno de los pilares del Pilates es que la mente da la orden y el cuerpo responde, esta conexión genera una presencia en la persona que es muy placentera. La máxima es hacer lo mejor que puedas hacer en cada ejercicio, dar lo mejor de ti».
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