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Sábado, 30 de marzo 2019, 00:44
La ropa de Vicente Gracia, el poeta de la joyería, es como un sueño oriental, como un relato de las mil y una noches. Cada pieza cuenta una historia sobre su origen, el artesano que la hizo o el pueblo donde surgió. Para Gracia, la ropa es un vehículo de expresión. Le encanta la moda inglesa de los años cuarenta y para el día, recurre a básicos de Roberto Verino. Capítulo aparte merecen los zapatos. Hasta su mujer, Mónica, reconoce que posee el triple que ella.
Irene MarsillaLa ropa de Vicente Gracia, el poeta de la joyería, es como un sueño oriental, como un relato de las mil y una noches. Cada pieza cuenta una historia sobre su origen, el artesano que la hizo o el pueblo donde surgió. Para Gracia, la ropa es un vehículo de expresión. Le encanta la moda inglesa de los años cuarenta y para el día, recurre a básicos de Roberto Verino. Capítulo aparte merecen los zapatos. Hasta su mujer, Mónica, reconoce que posee el triple que ella.
Irene MarsillaLa ropa de Vicente Gracia, el poeta de la joyería, es como un sueño oriental, como un relato de las mil y una noches. Cada pieza cuenta una historia sobre su origen, el artesano que la hizo o el pueblo donde surgió. Para Gracia, la ropa es un vehículo de expresión. Le encanta la moda inglesa de los años cuarenta y para el día, recurre a básicos de Roberto Verino. Capítulo aparte merecen los zapatos. Hasta su mujer, Mónica, reconoce que posee el triple que ella.
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Irene MarsillaLa ropa de Vicente Gracia, el poeta de la joyería, es como un sueño oriental, como un relato de las mil y una noches. Cada pieza cuenta una historia sobre su origen, el artesano que la hizo o el pueblo donde surgió. Para Gracia, la ropa es un vehículo de expresión. Le encanta la moda inglesa de los años cuarenta y para el día, recurre a básicos de Roberto Verino. Capítulo aparte merecen los zapatos. Hasta su mujer, Mónica, reconoce que posee el triple que ella.
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