En el momento en que usted lea estas líneas, Carlos Simón estará en Buñol, con su grupo de amigos de la adolescencia, hablando de todo un poco; seguramente recordarán anécdotas de aquella época en la que «hay muchas primeras veces», y disfrutará sin mirar el ... reloj de costumbres que habían quedado arrinconadas en su memoria en los años en que estuvo como profesor en Harvard y Standford. Carlos Simón ha vuelto a Valencia, y muestra orgulloso las instalaciones que ocupa la fundación que ha creado y que lleva su nombre en el Centro de Investigación Príncipe Felipe. Antes de comenzar la entrevista recuerda su etapa anterior en este edificio en una época muy dura para la ciencia, cuando la crisis económica y la retirada de apoyos dejó en la calle a miles de investigadores en toda España. Premio Rey Jaime I, ha sido director científico del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) y fundador de la empresa Igenomix.
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-¿Cómo definiría la fundación?
-Lo definiría como lo mejor del mundo académico y lo mejor del mundo empresarial, con un objetivo, que es beneficiar a la paciente; es decir, la investigación en salud de la mujer compilando ambos mundos. Además, para mí es la consolidación de mi carrera, mi legado; un legado de conocimiento, de ciencia, de riqueza, que en un sitio como el nuestro no es tan habitual, pero que en Estados Unidos es muy común. He podido generar tanta felicidad que ahora lo que pretendo es que mi gente sea mejor que yo y darles la estabilidad económica y profesional científica desde un modelo innovador.
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María José Carchano
-¿Qué están haciendo?
-Trabajamos en el espacio periconcepcional, en el momento en el que el embrión se implanta en el útero de la madre, porque es ahí donde se desatan muchos de los problemas, de las cosas buenas y las malas que ocurren posteriormente. Por ejemplo, en ese momento está no sólo el hecho de que una mujer sea fértil o no sea fértil, sino también que el embarazo funcione bien o no, o que haya problemas como la preeclampsia o el parto prematuro. Ahí está el inicio de la vida.
El origen de la fundación tiene que ver con la venta de Igenomix, la empresa de investigación que creó Carlos Simón junto a David Jiménez como gestor, donde fueron pioneros en genética reproductiva. A ellos se les ha unido Carolina Roig, que «se mostró entusiasmada con el proyecto». Los tres patronos han asegurado la financiación de la fundación durante diez años, seguros de que posteriormente se mantendrá con los fondos propios que generen las ‘spin-off’ fruto de la investigación.
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-Ha llegado recientemente de Estados Unidos. ¿Qué tiene de bueno y qué de malo el país, visto con perspectiva?
-Estados Unidos es el mejor país para trabajar profesionalmente porque se potencia muchísimo la investigación y el conocimiento. Lo malo de Estados Unidos es que no es el mejor lugar para vivir; aquí nos moriríamos con las vacaciones que tienen... Pero tenemos que tener en cuenta que competimos a nivel mundial, y hay que hacer un esfuerzo extra: no puede ser que en España el mes de agosto se cierren las universidades y los centros de investigación.
Entre las reuniones convocadas en la fundación, hay una en que Carlos Simón pide a todos los grupos que piensen en ideas innovadoras que afecten al resto de departamentos. Así ha trabajado siempre el profesor, con la firme convicción de que sólo el progreso permite avanzar para que los que vengan detrás sean mejores.
-¿Echa de menos la parte clínica, atender a pacientes?
-Muchísimo. Han sido todas las tardes de mi vida, desde las tres hasta las nueve de la noche; he tratado a miles de pacientes, he ayudado a traer al mundo a miles de niños, y todas las navidades recibo fotos. Es una de las grandes alegrías de mi vida y algún día espero volver.
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-Si volvemos atrás, hubo una cantera en el Hospital Clínico de donde han salido los mejores ginecólogos incluso a nivel mundial. Y todo parece comenzar con el doctor Bonilla...
-Es cierto. El doctor Bonilla nos inculcó a todos que había que avanzar siempre, que el médico no es el fin, es el comienzo, donde nuestra obligación es mejorar lo que hemos recogido para que las siguientes generaciones sigan avanzando. Todavía recuerdo que todos los días a las cinco de la mañana teníamos que estar en su clínica para escribir, preparar, pensar y estudiar, porque a las ocho de la mañana comenzábamos en el Clínico.
-Si nos remontamos un poco más, no lo tuvo fácil para llegar a la universidad.
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-Vengo de una clase social muy bajita; mi padre se murió cuando yo tenía tres años y mi madre me crió sola. Todo lo que conseguí lo hice trabajando los veranos pintando paredes y, por supuesto, sacando las mejores notas para optar a becas. Por eso para mí es tan importante la cultura del esfuerzo, porque es de la única manera en que las cosas funcionan.
-Tiene cuatro hijos...
-Tenía que dar ejemplo (ríe).
-¿Alguno ha seguido sus pasos?
-Mi hija es la única que ha querido ser médico; ahora está haciendo medicina interna en Washington y luego hará Cardiología. Otro de mis hijos estudió una ingeniería y otro ADE y Derecho. La pequeña todavía tiene 16 años.
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-¿Le hubiera gustado que se interesara por la ginecología?
-A mí me hubiera encantado, por el ego y todo eso… Seguro que el mensaje subliminal les ha llegado, pero mi hija hizo una cosa muy buena y que yo siempre le agradeceré. Quería que entendiera que prefería hacer Cardiología, que si hubiera hecho Ginecología siempre hubiera sido la hija del doctor Simón, mientras que optando por otra especialidad «voy a ser la doctora Simón y podré volar libre como tú lo has hecho». Chapeau. Yo tengo la completa satisfacción de haber hecho exactamente lo que quería hacer, y como yo pude volar, lo importante es que elijan lo que más les gusta. La razón es que cuando tu trabajo pasa a ser tu pasión has dejado de trabajar, solo disfrutas, que es lo que he hecho yo, disfrutar. Yo sigo con mucha hambre, y me levanto cada día con muchas ganas.
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