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ELENA MELÉNDEZ
Valencia
Martes, 28 de noviembre 2017
Todo en el hogar de Begoña Cubero es singular. A esta diseñadora industrial siempre le gustó el interiorismo. Por eso supo que la ‘casa del reloj’ sería suya nada más poner un pie en ella. Precisamente uno de sus grandes atractivos fue el enorme reloj de fachada que ocupa la pared del salón y le da nombre. «Era la vivienda de los porteros. Al entrar te encontrabas con dos habitaciones, por lo que el reloj quedaba oculto, pero me pareció tan bonito que quise darle visibilidad e hice de esta zona un espacio único que acoge el salón», explica. La vio por primera vez en internet hace poco más de tres años y todo pareció confluir para que se hiciera con ella. Al entrar en casa el reloj marcaba las 6:15, que es la hora en la que nació. Y al fijarse con detalle en la esfera pudo leer ‘Manufactura Blasco Roquetas’, el nombre del fabricante. «Yo nací en Roquetas de Mar. Se me ocurrió completar el nombre con vinilo en homenaje a la tierra en la que crecí».
El edificio, diseño del arquitecto valenciano Antonio Gómez Davó, se construyó en 1932 y en su día acogió la oficina principal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia. Para Begoña supuso un flechazo y lo primero que hizo fue llamar a sus padres para contárselo. «Ellos preferían que me comprase una casa nueva pero yo quería que fuese vieja, hacerla a mi gusto y poder vivir en el centro». Antes de encontrarla, ella ya sabía cómo debía ser todo, pues se confiesa una apasionada de la decoración. Los colores escogidos son el blanco y el gris, los mismos que predominan en su casa de Almería y que con el tiempo se han convertido en sus favoritos. «Aquí además he añadido toques de malva para crear contraste. Al haber una base tan neutra, cualquier color encaja». La cocina estaba en la misma ubicación pero la hizo más pequeña para dar metros a la habitación principal y al baño. El suelo de esta estancia es de baldosa hidráulica porque le pareció más funcional a la hora de cocinar.
Revela su capacidad para imaginar las cosas antes de que estén creadas. Por ello al verla de origen y pendiente de reforma ya fue capaz de anticipar el resultado de la obra. «Mis amigos me decían: ‘Es muy vieja’. Hay casas mejores con terrazas más grandes, pero ninguna con todas las particularidades de ésta», asegura. Otra de las singularidades es el campanario. Se accede a él a través de una imponente escalera de caracol de madera, pieza original que restauraron al completo. Sus peldaños dan paso a una altura intermedia donde ha ubicado una estancia destinada a almacenaje. Subiendo al nivel superior una trampilla comunica con el campanario ubicado en una torre, desde la que se disfruta de vistas espectaculares de la ciudad. Unos metros más abajo se ubica la gran terraza, su rincón favorito y donde pasa más horas. Sobre los muros descansa una tira de pináculos que dan carácter al edificio y que Begoña ha mantenido intactos, al igual que la maquinaria antigua del reloj, que ha restaurado y dotado de protagonismo en el espacio. «Me gustan los materiales auténticos. He querido respetar el carácter original de la casa y sacar partido a su esencia».
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