Chipi Chacón nació en San Cristóbal, una pequeña ciudad venezolana, capital del estado Táchira, en los Andes. Con cinco meses, la familia se instaló en Caracas, donde su madre ejerció de médico y su padre desarrolló su carrera de bajista y productor. «Mi hermano mayor ... es flautista, mi madre tocaba el piano y mi abuelo, que se llamaba Evencio, era violinista y compositor de música tradicional venezolana. La música ha estado presente en mi casa desde que nací. Cuando uno es niño le gusta aquello para lo que tiene facilidad», explica.
El joven empezó a estudiar solfeo con cinco años y trompeta con siete. Pronto los profesores percibieron su talento, así que ingresó en El Sistema, el proyecto de formación en música clásica fundado hace casi cincuenta años en Venezuela. «Hay escuelas por todas partes, es algo maravilloso. Yo empecé en la escuela Núcleo de la Rinconada, pasé de la infantil a la juvenil y luego al conservatorio. Fui haciendo carrera hasta llegar a la orquesta sinfónica Simón Bolívar que dirigía Gustavo Dudamel; fui el músico más joven en conseguir una plaza con catorce años».
En 2016 acababa de nacer su hija cuando decidió marcharse a Colombia con su mujer Yrina y su hija. Había empezado la crisis en Venezuela y, pese a que Chipi tenía su casa y su plaza, cada vez era más difícil conseguir productos de primera necesidad como pañales o la leche especial que debía de tomar la recién nacida. «Además, se habían marchado muchas aerolíneas y empecé a perder contratos en festivales porque no había pasajes o eran muy costosos. Escogimos Colombia para estar cerca de mi padre. Vivimos en Bogotá tres años y medio, me sentí muy querido y acogido, estuvimos muy felices».
Cuando llegó la pandemia pensaron en venir a España. Aunque su mujer es portuguesa tiene unos primos viviendo en Valencia, así que decidieron probar aquí. Además, Chipi ya había venido tres o cuatro veces a tocar con la Simon Bolívar y varios años consecutivos para impartir cursillos en festivales de trompeta. «Valencia tiene tantas bandas que, cada vez que viajaba a Europa, trataba de pasar por aquí. Los veranos había mucha actividad, cada pueblo tiene un festival de metales y en muchos me invitaban, creé amistades. Es una ciudad pequeña que tiene de todo, pero sobre todo mucha música». Y no entiende vivir en un lugar donde no se respire aquello que le mueve.
Su trayectoria es espectacular, y de él dijo Gustavo Dudamel: «he tenido la maravillosa oportunidad de ver la evolución artística de Chipi desde sus primeros años. Su capacidad de interpretar diversos estilos musicales demuestra su excepcional talento. Su trayectoria como artista no tiene límites». Uno de sus grandes logros fue conseguir en 2019 una nominación a los Grammy latinos en la categoría de mejor nuevo artista.
Chipi, su mujer y su hija se mudaron hace dos años, primero a Villanueva de Castellón, donde su amigo Alejandro Biot, también músico, les dejó su casa hasta que se instalasen. Dos meses después, Yrina encontró trabajo de ingeniera en Paterna y vinieron a Valencia. «Yo imparto cursos online y trabajo mucho en Madrid, Barcelona y fuera de España, por lo que Valencia es una base de operaciones perfecta. Voy mucho a Viena porque la marca de trompetas que me patrocina es austriaca, hay muchos vuelos y a buen precio». A Chipi le gusta la tranquilidad de la que disfrutan en Valencia y cómo se valora y respeta aquí a las personas mayores. Ese es uno de los motivos por los cuales hace unos meses trajo a su padre, Gerardo, viudo hace seis años, a vivir a la ciudad. «Me gustan los pueblos, ir a pasear, tomarme un café, perderme por Xàtiva o Alboraya. De la ciudad me parece muy especial la plaza redonda. También la plaza de la Virgen, el cauce del río, la Ciudad de las Ciencias y, por supuesto, el Palau de les Arts. Todo parece una postal».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.