A muchos hombres les encanta hablar de vinos. Abren la carta en un restaurante y parecen que están frente a un tratado aristotélico. Les da ... un no sé qué cuando hablan de bodegas, de uvas, de temperatura, adoptan un aire entre intelectual y aristocrático, que llega a su clímax cuando se explayan ante quien sabe poco de la materia. Y ahí estás tú, siguiéndole el rollo y asegurando que ya captas el matiz de barrica de roble y que en el retro nasal aprecias el 'terroir' de la Rioja o de la Ribera del Duero, cuando en realidad estás pensando en lo mona que es la etiqueta de la botella. Son cosas de la vida en pareja, claro que un tanto descompensada, porque ellos no fingen el mínimo interés cuando tú les enseñas la nueva colección de Prada. No tienes más que mirarle a la cara para darte cuenta de que será inútil tratar de que aprecie la diferencia entre un malva y un violeta o un lila. Como a él no le vas a cambiar, no te queda más remedio que aprenderte el significado de tanino, mineralidad y acidez.
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De todo ello sí aprendieron los invitados a la cata de vino que organizó José Ribes, CEO de Rimontgo, con los campeones del torneo de Cata a Ciegas Josep Gallego, David Carril, Felipe Pardo y Juan Luis Vanrell. La cata tiene su intriga, porque los vinos se prueban con la botella completamente tapada, así que tienes que adivinar si son de Europa o del nuevo mundo, la variedad de la uva y la zona vinícola. Ni que decir tiene que las mujeres -pocas- no dimos ni una, mientras que ellos, medio en broma medio en serio, acertaron desde la procedencia de la uva hasta una posible bodega. Vamos, lo mismo que más de una sabríamos hacer ante una prenda de Prada, identificando el año y la temporada. Hay que decir que el mismo equipo que organizó la cata volverá a competir en el campeonato de cata a ciegas del 12 de octubre en Burdeos, ¡a ver si ganan! Por cierto, los vinos de la cata, para los aficionados, eran un Godello de José Antonio García, un Riesling de Lukas Hammelmann, un Burdeos y un italiano de Chiara Condello.
El vino también fue punto de unión para el grupo de amigos de Vicente García -Nicolás Merlé, Ricardo Olcina, Gabriel Martínez, Edgard Slama, el escultor Toni Marí y Vicente Miralles- que compartieron mesa y copa para despedir el verano en el restaurante Bohemians de Xàbia. Otro grupo de buenos amigos, el que forman Julia Pérez Broseta, Sergio Terol, Rosa Lladró, Romina Martínez-Colomer, Carmen Salas y Carlos Pujadas, vieron un espectáculo de flamenco del bueno en un tablao montado en el Hospes Palau del Mar, con cantaora, guitarra y dos bailaoras. Un lujo de plan organizado por Irene Schiller y su marido, Juan Calderón, que adoran tanto el flamenco que han montado una empresa (lioflamenco) para difundir este arte, «con todo el respeto y rigor para los que disfrutan de la sensibilidad del cante, del baile y de la música».
Con todo el arte del mundo también se despidió en Valencia el torero Enrique Ponce. Fue en el espacio La Rotativa, de LAS PROVINCIAS, y allí estuvo arropado por su novia, Ana Soria, una monada de chica, guapísima, estilosa y en un discreto segundo plano para no robarle protagonismo. Al torero le acompañaron también sus padres, Emilio Ponce y Enriqueta Martínez, que se sentaron junto a los padres de Ana, Federico Soria y Rosario Moreno, hablando entre ellos con mucha familiaridad.
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