El viaje de ensueño de Mayrén Beneyto al lago de Como (con anécdota incluida)

La exposición se celebraba en el Teatro Sociale di Como, uno de esos edificios históricos con salones inmensos, muebles dorados, enormes lámparas de araña y techos con frescos y estucos venecianos. Allí, el grupo de amigos de Vicente Gracia se codeó con lo más selecto de la joyería internacional, tanto en las exposiciones como en los cócteles que se celebraban cada noche con champán Barons de Rothschild.

«Tendrías que haber visto la entrada en el salón a uno de los cócteles de Mayrén, Marta y Emilia», cuenta Gracia. «Llegaron las tres super elegantes, hicieron una entrada triunfal, las invitaron a sentarse en primera fila y hasta una joyera que es miembro de la casa real de Bahrein, Amal Sanad, se quedó tan alucinada que sacó una foto de las tres en su Instagram y además nos compró una pulsera basada en la puerta de los apóstoles de la catedral de Valencia. Vamos, que dejamos el listón bien alto».

El grupo no se perdió ni un evento de la agenda. Vieron un desfile con joyas inspiradas en óperas famosas, con la música de una soprano que casi hace romper los cristales, recuerda Gracia. Y otro de los días visitaron Villa Erba, la histórica mansión de la familia de Luchino Visconti, donde se han filmado muchas de sus películas.

Por si fuera poco, visitaron Villa d'Este, uno de los hotelazos junto al lago, donde había una muestra de coches de época, como los Bugatti, y visitaron otra expo de Maserati Scuderia Blu. En el grupo también estuvieron los hijos de Vicente Gracia, Candela y Bernardo, el neurólogo Pablo López Muñoz -buen cliente y amigo del joyero- y el artista plástico Lluís Masiá.

La anécdota del viaje la puso Mayrén, a quien la primera noche dieron una habitación de hotel sin vistas al lago. ¡Infelices, no sabían lo que habían hecho! Nuestra Mayrén bajó a recepción entre consternada e indignada y a saber qué le diría al conserje que rápidamente y le dio una habitación con vistas. «No sabes cómo fue ese viaje», sigue contando Vicente. «Imagínate que un día pedimos reserva para cenar a las once de la noche, cuando allí a las nueve ya están cerrando. Nos dijeron que imposible y después de todos los argumentos que les pusimos sobre la mesa su respuesta fue: 'non ti preocupare, un tavolo in mezzo al giardino alle 11 di sera!' Vamos, que fue un viaje para una peli de Berlanga», recuerda el joyero.