

Secciones
Servicios
Destacamos
Cristina Babiloni lleva el móvil en el bolsillo trasero de un pantalón donde están reflejados todos los colores de sus obras. Se disculpa porque no ... ha escuchado la llamada, embebida entre cuadros, en un proceso creativo que ella compara con la meditación. Con los dedos todavía azules, se limpia en ese pantalón multicolor y deja un rastro más de uno de sus tonos favoritos, el que refleja en su pintura el mar. Hemos quedado en su estudio en Vila-Real, en una construcción que alberga dos salas expositivas y un enorme espacio de trabajo con vistas a un majestuoso jardín de olivos, un lugar -«lleno de caos que es a la vez mi orden»- donde esta castellonense de ascendencia francesa se ha encontrado a sí misma y ha recuperado su verdadera esencia. Lleva pintando de manera profesional hace menos de una década, pero ya desde sus inicios grandes galeristas, como la sala Parès de Barcelona, creyeron en su enorme talento. Ejemplo de ello son sus cuatro años consecutivos exponiendo en Arco, una hazaña de la que pocos artista pueden presumir.
-Si miras atrás, ¿te recuerdas siempre pintando?
-Desde que tengo uso de razón lo he estado haciendo, dibujando y pintando. De hecho, cuando tenía tres años ya la monjita le dijo a mi madre: «esta niña mezcla muy bien los colores, habría que estimularle el tema artístico». No he tenido en realidad una estimulación formal pero nunca he dejado de hacerlo, y mi padre me construyó un taller en el altillo de mi casa, así que siempre he estado creando. Y es curioso, porque aunque vas investigando y avanzando, he tenido una fijación con la materia, el color, una constante que ha ido evolucionando. Porque pintar no es algo que haces de repente una mañana que te levantas, me voy a poner a pintar. Es algo innato en mí.
-¿Has tenido antecedentes familiares artísticos que te hayan permitido verte reflejada?
-En mi familia nadie, al menos que yo haya visto, porque es cierto que de mi rama francesa -Cristina tiene la nacionalidad francesa porque su madre lo es- mi bisabuelo y un tío hacían esculturas, tallaban maderas... así que quizás haya alguna influencia genética.
-Pero no decidiste estudiar Bellas Artes y tu formación fue por otro lado...
-En ese momento pensé que me podían enriquecer otras cosas, quizás porque la pintura siempre estaba ahí. Es verdad que hoy en día hay mucha más información para que los adolescentes puedan elegir sus estudios conforme a lo que les gusta. Pero la realidad es que yo he tenido siempre muchas inquietudes, así que estudié Derecho y Psicología y me he trabajado durante mucho tiempo a ayudar a chavales de familias desestructuradas, o como orientadora escolar. Entender cómo funciona la mente humana es algo que me encanta, y creo además que está presente en mi obra.
Muestra como ejemplo una de sus piezas, donde el fondo del mar se ve salpicado con un amarillo que representa una explosión nuclear, una pintura que transmite belleza y al mismo tiempo la incomodidad de una tragedia ambiental, donde ella quiere explorar también las reacciones que su obra produce en el espectador. La entrevista va avanzando como una charla mientras Cristina Babiloni va mostrando su colección, empezando por los pequeños peces semiabstractos que han enamorado a Sara Joudi. «Hemos empezado a trabajar con ella porque es una artista sumamente profesional y creativa con un estilo único». Así la define la galerista de Shiras, con quien prepara un proyecto para abrir temporada en 2025 coincidiendo con el décimo aniversario de la galería. Cristina, además le encanta trabajar en gran formato, y muestra algunas piezas de hasta cuatro metros de altura que ni siquiera están a la venta. Por ejemplo, un cuadro que tiene que ver con los inicios de Cristina.
-¿Por qué no se vende?
-Hay piezas que tienen que ver con el proceso que me ha permitido convertirme en la artista que soy ahora, y ésta en concreto representa el mensaje medioambiental que quiero dar siempre a mi obra.
-Hacer belleza de desperdicios.
-Se trata de darle otra vida a lo que para alguien es un residuo. Incluso ir más allá y que esos desperdicios se conviertan en algo bello que puede ser contemplado y nos provoca emociones.
Las obras de Cristina son, como ella, expansivas, donde uno se puede sumergir, como si buceara en un océano, y reflejan una conciencia medioambiental que hace que su pintura sea muy comprometida, de denuncia, pero a la vez bellísima.
-Hay mucha conciencia ecológica en tu obra, ¿por qué?
-Porque tiene que ver con lo que yo soy y lo que quiero expresar, una filosofía de conciencia ambiental que llevo no sólo a mis obras, sino también al proceso creativo, porque trabajo con elementos que puedo encontrar en la propia naturaleza, en la playa, el monte o incluso en los materiales que ya no me sirven de mi estudio, desde papel, plástico, redes, pintura... Y funcionan a modo de collage, reflejando muchas técnicas dentro de una misma obra.
-¿Te da la sensación de que no tienes el tiempo suficiente para pintar todo lo que quieres?
-Totalmente. Me quedan muchas obras por hacer realidad, y cada vez más, porque cuando estimulas una parte de ti más conexiones neuronales creas alrededor de ella. Para mí no hay horas en el día suficientes y el tiempo no existe cuando estoy en el estudio.
-Porque consideras el proceso creativo como un disfrute.
-Esto para mí no es un trabajo, ni una obligación. Yo aquí desconecto. Es cierto que tengo una disciplina, que dejo a los niños en el colegio y estoy trabajando hasta que los recojo, pero no lo vivo ni lo siento como algo impuesto. Me siento muy bien aquí.
-Pero en un momento dado quisiste mostrar lo que hacías al mundo. ¿Necesitabas ese reconocimiento?
-Mi entorno me decía que lo compartiera, gustaba mucho lo que hacía, pero da mucho miedo dar ese paso al frente y mostrarse a los demás, porque se trata de mi intimidad, de mi mundo interior. Y una galería, la sala Parés de Barcelona, me dijo que le interesaba mucho mi obra. Fue en 2017 y un año después ya pude hacer una exposición con ellos.
-¿Y cuando te diste cuenta de que podías vivir de ello?
-Estaba trabajando por la mañana como psicóloga y por la tarde me metía aquí hasta la noche. Y lo combinaba. Pero cuando empecé a ver que había un retorno, que me exigía una dedicación mayor, que tenía que viajar, ir a exposiciones, a ferias, que me demandaba más tiempo, más proyectos, decidí apostar por el arte, que es lo que me hace feliz. Y cuando tú focalizas tu energía en un proyecto hay resultados. Aquí -extiende los brazos como para abarcar todo lo que hay en el estudio- hay mucho trabajo y muchas horas.
-Hace un mes estuviste en Arco, y es tu cuarto año consecutivo. ¿Es gratificante todo el aplauso que estás consiguiendo?
-Que haya expertos, críticos, comisarios, que empiecen a hablar de ti, a ponerte en el mapa, a reconocerte, incrementa la motivación y la confianza. De hecho, estoy exponiendo en sedes de Asia, Europa y Estados Unidos con Opera Gallery y ahora también en Valencia con Shiras. Y es una maravilla estar en plazas tan importantes. Ahora estoy preparando una exposición individual con Álvaro Alcázar, la feria Estampa... Sí, estoy muy satisfecha.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.