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En los años sesenta, un grupo de constructores quiso convertir Cullera en un segundo Benidorm. No es casualidad que se fijasen en esa playa, uno de los rincones que más valencianía rezuma: próximo a La Albufera, rodeada de naranjos y marjales y con esas playas kilométricas de aguas tranquilas perfectas para el baño. En Cullera, al igual que Benidorm, la bahía forma unos campos de arena enormes donde puedes tumbarte horas dejándote imbuir por la esencia valenciana.
En esa época del boom turístico, a los franceses les encantó Cullera. «Entonces venían al camping Santa Marta, el mejor de España y la urbanización Cap Blanc se promocionó en París», cuenta Elvira Ferrer, hija de uno de los promotores del edificio Florazar2, Juan Ferrer Diego, junto con Andrés Ballester y Vicente Vivas. «El edificio del arquitecto Juan Bertrán Pelluch fue de lo más representativo de la alta construcción del momento». El turista francés convivió durante muchos años con veraneantes de los pueblos de la Ribera: Alzira, Algemesí, Benifaió, Carcaixent. «Incluso tuvo casa un tío del Rey Juan Carlos, Francisco de Borbón y Borbón. El chalé estaba en el Marenyet, antes de llegar a los restaurantes Picanterra y Casa Salvador», asegura Elvira, que se conoce la zona al dedillo.
LO QUE NO TE PUEDES PERDER: Quince kilómetros de arena dorada y aguas transparentes donde pasar el día tomando el sol, alquilar una tabla de surf, una piragua o moto acuática. O comer una buena paella, con restaurantes emblemáticos como Casa Salvador.
RESTAURANTES: Casa Salvador, la catedral del arroz. Recomendable la paella de berberechos, rape y habitas. Picanterra, oferta gastronómica fresca y consolidada. El Rincón del Faro, creatividad y variedad. Casa Nostra (El Peque) en el centro del pueblo. En el Sucrer, en Mareny de Barraquetes hay que probar el tartar de atún rojo. En El Perelló, una paella de bogavante y langosta en Casa Chiva.
DE NOCHE: El Blau, una casa antigua decorada con encanto. Atalaya, con vistas bonitas y música en directo. Chiringuito la Perla Negra, en la playa de Cap Blanc.
DE TURISMO: Playas de San Antonio, Los Olivos, La Escollera, Marenyet o Brosquil. Buceo en la del Faro y naturaleza en l'Estany y la playa del Dosel.
Años después, el turista francés fue reemplazado por el madrileño, pero el veraneante valenciano no vendió su apartamento ni por todo el oro del mundo. En Cullera tiene su pequeño paraíso.
El mejor plan es disfrutar de alguna de sus playas, tiene más de seis con banderas azules a gusto de todos: bulliciosas como San Antonio o el Racó; Cap Blanc para practicar surf o la del Faro para submarinismo. Después, comer un arroz en alguno de los restaurantes de la zona, algunos con paellas premiadas y muy buen producto. La sobremesa puede continuar con una horchata en una de las terrazas frente al mar, sin más objetivo que esperar que el sol se ponga. Por la tarde, el paseo se pone muy animado y con un poco de suerte hasta puedes ver al grupo de equitación montando a caballo junto a la orilla del mar, como si estuvieras en Jerez.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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