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Alberto Fabra avisa: «No voy a hablar de mi vida privada. Pregúntame sobre cualquier tema, pero no quiero entrar en mi relación con Silvia», dice por teléfono el expresidente de la Generalitat. No es la primera llamada. Estos días el móvil le ha sonado con insistencia para preguntarle por su boda con la presentadora y exmodelo Silvia Jato, pero a todos les contesta lo mismo. Con amabilidad. Y con firmeza.
Si sabemos que se casaron fue por un mensaje de Silvia Jato en su cuenta de Instagram, donde publicó una foto de dos manos entrelazadas y dos anillos, donde se entrevé el mar a lo lejos y unas palabras: «Una foto lo dice todo. Ayer, Alberto y yo nos dimos el sí quiero, y lo comparto con vosotros, los que me queréis y siempre me acompañáis. Gracias por vuestras muestras de cariño y felicitaciones». Continúa explicando dónde se celebró el enlace, su vestido, de María Coca, la peluquería, la tarta. Y acaba con un hashtag, #lovecastellon. No lo ocultan, pero ya está.
Desde el primer momento Alberto y Silvia tomaron la decisión de no apartarse del camino de la discreción; tenían el suficiente interés mediático para ello, como una historia de cuento de hadas, donde el político conoce a la famosa y se enamoran. Algunos casos sonados -y fracasados- conocemos. Las únicas palabras que salen de su boca sobre su situación personal es: «Estoy muy feliz». Tranquilo, sin el estrés y la presión que sufría en los cuatro años en los que fue presidente de la Generalitat Valenciana, cuatro años durísimos donde lo único que podía hacer era salvar una situación de crisis generalizada y sin dinero para actuar.
Así que el día que abandonó el Palau, cuando cerró para siempre su piso del Ensanche, se compró una Scooter de 125 cc., un Mini de segunda mano y se apuntó al gimnasio se quitó mucho peso de encima. Y no solo a nivel físico. Hacía dos meses que había conocido a Silvia Jato en l'Alcora, en la Rompida de la Hora, donde la presentadora estaba invitada para romper el silencio en un acto donde participan un millar de tambores. Algunas fotos atestiguan aquel primer encuentro. Tras esas conversaciones llenas de convencionalismos, Alberto Fabra tanteó el terreno. «Pásate y tomas algo con mis amigos». Ella, que se quedaba algunos días en Castellón, aceptó. Las primeras fotos, un beso en las calles de Madrid.
Por ese motivo puede que haya sido el expresidente con menos nostalgia, ya que su nueva vida, para un simple arquitecto técnico como él, le ha deparado muchas más alegrías. Y no quiere que los flashes vuelvan a cegar su vida apacible, a pesar de que todavía mantiene responsabilidades políticas como senador territorial.
También ella, a pesar de su trabajo en la televisión, quiere mantener bajo llave su intimidad. Casi las únicas palabras con respecto a su relación a Alberto Fabra las dijo en una entrevista en Mujer Hoy. «Su sonrisa me ilumina cada mañana». No se puede decir más con una sola frase. Divorciada de un piloto de aviación, Eduardo San Román, con quien tiene tres hijos, dos adolescentes y una niña de unos diez años, la gallega ya tuvo en 2014 una corta relación con un político, en aquel momento juez, Enrique López, que ahora ejerce como consejero de Interior y Justicia de la Comunidad de Madrid. Tampoco quiso hablar de ello.
Alberto Fabra también tiene descendencia. Cristina Fortanet, una arquitecta muy conocida por su profesión y por su apellido en Castellón estuvo casada con el político durante veintiún años, y con quien tiene dos hijos más mayores. Ella era su novia de toda la vida, con la que estuvo en la Escuela de Arquitectura en Valencia, con la que volvió a Castellón. Pero a él siempre le había gustado la política. Dice alguien que le conoce muy bien que su época más feliz en responsabilidades públicas fue en su etapa como alcalde de Castellón. A su tierra vuelve a menudo. «Vivo a caballo entre Madrid y Castellón», dice Fabra. Y parece que la gallega también se ha dejado conquistar por el Mediterráneo, ella, que adora su Galicia natal, y que le ha descubierto a Alberto en estos años de noviazgo. En estos años han sido fotografiados tras degustar pulpo en las casetas de la fiesta de San Froilán o comprando dulces en una confitería de Lugo.
La pandemia, como a tantos de nosotros, ha trastocado muchas cosas. Como esta celebración, que hubiera seguido siendo íntima. «Echamos de menos a parte de nuestra familia y a tantos amigos que en cuanto esto acabe lo celebraremos juntos», decía Silvia Jato en Instagram. Es difícil que se pierda el interés en ellos viendo de quiénes provenían los mensajes de felicitación. Anne Igartiburu, Remedios Cervantes, Carolina Cerezuela, Marlene Mourreau... Esteban González Pons, Teo García Egea... Esa mezcla.
Alberto Fabra y Silvia Jato, su pareja desde 2015, se han casado en una ceremonía íntima en Castellón. El expresidente de la Generalitat conoció a la conocida presentadora en l'Alcora y desde entonces mantienen una relación muy discreta y apenas hay fotos donde se les vea juntos.
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