MARÍA JOSÉ CARCHANO
Valencia
Domingo, 1 de septiembre 2019, 01:20
Puede que Elena Negueroles no sea de este mundo. Ella lo reconoce, que no tiene los pies completamente pegados a la tierra, y se siente más a gusto en ese lugar donde las emociones importan, donde lo terrenal pasa a un segundo plano. Artista de profesión, Elena muestra una sensibilidad extrema, que expresa pinceles en mano y vuelca en un activismo enérgico en la defensa de los animales. Nos cita en su casa, un lugar que se ha convertido en un refugio del que cada día le cuesta más salir, alejada tantísimo de las cuestiones mundanas. Tanto, que solamente se arregla para la sesión de fotos, y deja a un lado los tacones y la blusa para charlar. «Me siento mucho más cómoda, soy más yo», asegura, y pide expresamente centrar la conversación en su implicación con la protectora Aupa y en su trabajo.
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- Usted es artista de profesión. ¿Qué le da el arte?
- En mi caso, el arte hace posible eso que está ahora tan valorado: el 'mindfulness', es decir, la concentración plena, el olvidarme de todo menos de lo que estoy haciendo en ese momento. Y cuando tengo un proyecto concreto y definido lo vivo con intensidad, con efervescencia … Me sucedió cuando estaba modelando en barro 'Callejeros', la escultura que doné a Valencia y a Alzira para concienciar sobre el abandono de animales y cuyas réplicas en bronce se pueden ver en la plaza de los Pinazo en Valencia y en la plaza de Santa Catalina en Alzira. Fueron seis meses intensivos, me levantaba a las seis de la mañana, no me acordaba ni de comer... La hice y la deshice mil veces y acabé con la espalda hecha polvo, pero ¡feliz! Anteriormente, tuve la misma sensación mientras escribí, ilustré y compuse el cuento de 'Caperucita y el Lobo Veloz'.
- Ha captado muy bien la expresión de abandono.
- Quizá porque desde siempre se me ha dado bien el retrato y las expresiones faciales, captar el carácter, los sentimientos y el alma. Y no olvidemos que todos los animales tienen alma, excepto algunos humanos.
Elena, nacida en Alzira, se ha dedicado principalmente a la pintura, obra suya cuelga en algunos museos, y ha expuesto en varios países en muestras individuales y colectivas. Sin embargo, dentro de su actividad artística, también se ha dedicado al diseño: juegos de mesa, paquetes de kleenex, bolsas, camisetas, tazas, bandejas...
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- Es algo que me apasiona y como no supone el mismo reto que un cuadro o una escultura, me representa menos compromiso, aunque igualmente me vuelque en ello.
- ¿Se considera una persona perfeccionista?
- Sí, mucho. En cualquier cosa que haga pongo todo mi empeño y si no me sale mejor es porque no sé, no porque regatee ningún esfuerzo.
- ¿Tenía claro que el arte era su vocación?
- Yo no sabía con claridad a qué quería dedicarme, como les pasa a muchos jóvenes cuando tienen dieciséis o diecisiete años. Me decanté por estudiar periodismo, pero me di cuenta de que aquello no era para mí, ya que ejercerlo supone reflejar lo de fuera y transmitirlo a los demás y a mí me gusta más sacar lo que llevo dentro. Más que en el mundo real, he estado siempre en mi mundo de fantasía, el de la imaginación.
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- ¿Cree que hubiera podido dedicarse a cualquier cosa relacionada con expresar sus emociones?
- Estoy segura de ello. Alguien decía: «cuando tienes necesidad de expresar lo que hay en tu interior, según que en tu casa haya un piano o una biblioteca, serás pianista o escritor».
- Quienes están inmersos en el arte les gustan además las cosas bellas, verlas, disfrutarlas.
- Es verdad que para mí es muy importante la estética a todos los niveles. Yo sufro estéticamente cuando tengo que estar en sitios feos y recargados, o que a mí me lo parecen. Y lo mismo con decoraciones, telas, objetos... En general, cuanto más sencillo y menos pretencioso es todo, más me identifico con ello.
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- Ya hace tiempo que no ha realizado ninguna exposición.
- ¡No me lo diga! Pintar da sentido a mi vida y cuando no pinto tengo la sensación de que estoy perdiendo el tiempo. En realidad, la exposición es lo que menos me preocupa, pero si consigo materializar alguna de mis ideas, pintando una serie de cuadros, sé qué intentaré exponerlos.
- Supongo que ahora que sus hijos son mayores se puede dedicar más a su trabajo.
- En realidad he podido compaginarlo siempre.
- ¿Ha viajado mucho para ver museos?
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- La mayoría de mis viajes ha sido por cuestiones profesionales, por exponer o para visitar museos o exposiciones que me interesaban. Sin embargo, me cuesta mucho salir de mi casa. Me gusta planificarlo a largo plazo, pero a medida que se acerca la fecha de partir en lo único que pienso es en volver. Aunque estoy volcada en la protección de los perros, ¡en otra vida debía ser un gato!
-¿Cuándo comenzó su lado más animalista?
Creo que es una deformación genética, aunque durante algún tiempo haya estado larvada precisamente porque consideraba que la implicación de mi madre era excesiva. Lo cierto es que formo parte de esas personas que al ver una escena de peligro en una película exclaman: ¡Que no le pase nada al perro! Progresivamente fui tomando conciencia de muchos malos tratos que con anterioridad me pasaban desapercibidos. Y cuando comencé a implicarme activamente en este mundo fue mucho más tarde, cuando, estando en el Consell Valencià de Cultura, propuse crear una comisión que elaborara un informe sobre el maltrato animal en la Comunitat Valenciana. En realidad fueron varios informes, muy bien documentados y que hubieran mejorado la situación...si se hubieran dignado tenerlos en cuenta las autoridades a las que se los remitimos y que, desde el poder ejecutivo, tenían en su mano llevar a cabo las medidas propuestas.
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-¿Y a nivel práctico?
-Empecé a ir a la perrera de la Mancomunitat de l'Horta Nord, pero estaba en muy malas condiciones y yo lo pasaba tan mal que tuve que dejar de ir. Y aunque en la actualidad no están tan mal ni tan indefensos como estaban entonces, hice caso a mi primo Javier, que es mi psicólogo de cabecera, y ayudo de otras maneras. Es que cuando me miran a los ojos como pidiéndome que los saque de allí, es como si los abandonara yo y su imagen se queda grabada en mi corazón. La que está siempre al pie del cañón y la admiro por su fortaleza y su dedicación es Daniela Pillón, la presidenta de AUPA (Adopta Un Perro Abandonado), una sociedad protectora que fundamos en 2011 cuatro socias, Carmen, Pilar, Daniela y yo.
-¿Ha encontrado un propósito que la hace feliz?
-A mí me hacen feliz muchas cosas: la pintura, la música, la literatura...La protección de los animales no es una de ellas. Lo que me haría feliz es que no necesitaran protección. Hay una frase de Jean Anouilh con la que me identifico y que dice: «En algún lugar bajo la lluvia, siempre habrá un perro abandonado que me impedirá ser feliz». Me satisface poder hacer algo para ayudar, pero abrir los ojos al sufrimiento que causamos a los animales me hace sufrir a mí también. Los animales están tan maltratados en todos los ámbitos que es el cuento de nunca acabar.
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-Como le pasó a su madre.
-Cada vez la comprendo mejor, que siempre decía que a pesar de lo mucho que le gustaba los perros querría que desaparecieran de la faz de la tierra porque por uno que vivía bien, había miles que arrastraban existencias miserables, llenas de dolor. Espero que algún día lleguemos a tratarlos como se merecen.
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-¿Alguna vez ha hablado con políticos sobre ello?
-En cuanto tengo la mínima ocasión...y puedo alcanzarles antes de que salgan huyendo. Pero lo cierto es que, aunque hay algunos con sensibilidad, no se involucran a fondo para dar un giro a la situación. No es una utopía. Hay países que han acabado con el abandono. Bastaría con imitarlos. Tomar medidas preventivas en lugar de paliativas, comenzando con el control de la población canina y felina para que no hubiera un exceso, causante de muchos abandonos. Nuestra meta debería de ser que los refugios para animales abandonados se quedaran vacíos, pero mientras llega ese momento las autoridades deben de trabajar codo con codo con las protectoras, dar facilidades a los particulares que dedican sus esfuerzos a estos fines, creando refugios municipalizados sin tener que recurrir a empresas comerciales cuyos intereses son incompatibles con el bienestar animal. Podría estar horas hablando de las decisiones concretas que habría que tomar.
-Es difícil abrir los ojos y mantener, al mismo tiempo, una vida coherente. ¿A usted le ha pasado?
-A mí eso me pasa todo el rato. Hace tiempo que estoy intentando convertirme en vegana, pero sólo soy un proyecto imperfecto. Y al final continúo siendo especista, porque unos animales me dan más lástima que otros. Prefiero los pollos a los peces y las terneras a los pollos.
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