![Emma Sepúlveda: «Después de vivir 50 años en Estados Unidos, en Valencia me he sentido a salvo por primera vez»](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/10/03/SEPULVEDA_05.jpg)
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La historia de vida de Emma Sepúlveda comienza con una muerte, la de su hermano pequeño, y que la inició en un viaje que la ha llevado finalmente a Valencia, y donde ser migrante ha definido su existencia. Es apasionante el relato de esta mujer ... nacida argentina, que ha vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos, y que sin embargo se siente chilena, un país del que tuvo que irse porque llegó un dictador que chocaba frontalmente con una idea de la justicia que la convirtió en una activista por los derechos de las personas que sufren discriminación. La entrevista tiene lugar en su fabuloso piso de la Gran Vía Marqués del Turia, sin mirar el reloj y echando la vista atrás sin rencores. Escritora y condecorada profesora de universidad, son dos actividades que apenas llegan a definir el alcance de los logros de Emma Sepúlveda, que trabajó con Barack Obama, fue candidata al Senado y logró cambiar la vida de miles de migrantes latinos en Nevada, el estado donde vivió casi cincuenta años.
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-Nací en Mendoza, en la tierra de los vinos. Mi abuelo era italiano y mi abuela argentina. Mi madre se enamoró de un chileno y tuvieron tres hijos: mi hermana, yo y un hermanito que falleció por un brote de polio, y ese fue el motivo por el que mi padre quiso que nos fuéramos ese verano a Chile, para recuperarnos de aquella muerte. Sin embargo, no volvimos nunca más.
-¿Por qué?
-Porque él aparentemente tenía su corazón en Chile y quería volver. Y lo tenía todo arreglado para quedarse. Sin embargo, mi madre nunca se acostumbró a ese país, y para ella representaba el sufrimiento, e incluso se le murió otro hijo. Es increíble, porque para mi abuelo italiano, Argentina significó lo mismo.
Emma Sepúlveda avanza en su historia hasta 1973, cuando Chile sufre un golpe de estado a manos del general Pinochet. «Cerraron mi universidad, me fui a Estados Unidos a terminar la carrera y nunca más volví». Otro éxodo sin vuelta atrás. «Ha sido esa historia de irse, pero de no querer irse, porque mi corazón se quedó en Chile» .
-Era mucho más consciente.
-Y fue complicado porque Estados Unidos había ayudado al golpe, y llegar a la tierra del enemigo no fue fácil. Me costó muchísimo adaptarme, y me di cuenta de que cuando crucé la frontera me convertí en otra persona, porque ya no era una mujer blanca, sino de color, y además no era muy inteligente porque no podía hablar bien inglés. Me enfrenté a un proceso discriminatorio que es parte de lo que es Estados Unidos, un país con profundas raíces xenófobas, racistas y machistas. Y aunque viví en el país casi cincuenta años nunca me sentí de allí.
Emma Sepúlveda ha desarrollado su carrera en la universidad, pero sobre todo ha trabajado incansable por los derechos de los latinos en Estados Unidos, una labor que la ha hecho merecedora de varios premios. Candidata demócrata al Senado, ha trabajado junto a Obama en sus campañas y ha escrito más de treinta libros, entre ensayos, poemas y novelas, uno de ellos 'Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa', donde relata la historia real de Colonia Dignidad, un lugar al sur de Chile que se convirtió en un infierno para decenas de mujeres y niños.
-¿Cree que es la circunstancia que más la ha identificado como persona, ser inmigrante?
-Desgraciadamente sí. No pertenecer ha sido dramático, pero al mismo tiempo me ha ayudado a pertenecer en mí misma, porque sé quién soy y sé lo feliz que soy, porque he tenido oportunidades maravillosas, no sólo como escritora, como fotógrafa o como activista, sino también como madre y esposa, porque ellos han sido como un ancla que me dieron esa fuerza para salir adelante en Estados Unidos. Yo creo que a veces sufrir te hace más fuerte, te hacer crear, enfocarte, querer progresar y conseguir esas metas.
-Se sacó el doctorado en California, pero usted decidió irse a trabajar a Reno, a Nevada.
-Pensé que si quería cambiar el mundo tenía que ir donde veía las peores injusticias. Logré abrir el primer centro de investigación latino, y en este activismo el partido demócrata me pide que me presente de candidata al Senado de Nevada. No le digo el susto que me dio, pero pensé que podía cambiar el panorama político de Nevada, donde ninguna latina había sido elegida. Gané las primarias pero perdí las elecciones y creo que eso me dio más ganas de seguir luchando.
Emma Sepúlveda trabajó, siempre como voluntaria, en la campaña de Bill Clinton, y con los años estrechó sus conexiones con Washington hasta llegar a la elección de Obama. «Es mi héroe».
-Conoció bien a Obama, ¿cómo lo definiría?
-Es una persona admirable, con una integridad única y una humanidad impresionante. Lo mismo Michelle. Sentirse parte de esa campaña fue alucinante, y escribí un libro de por qué los sueños de Obama podían ser nuestros sueños, que distribuí en los cinco estados que necesitaban el voto latino.
-Usted ha sido pionera en muchos aspectos.
-El nombramiento más importante fue formar parte de la comisión Fulbright y ser una de las doce personas que otorgan unas becas que cambian la vida de quien las recibe. Estados Unidos me ha dado mucho, pero la otra parte tiene que ver con lo difícil que ha sido vivir allí, sobre todo los últimos años, en que se ha convertido en un país violento, donde se hablaba de armar a los profesores de la universidad… no era un lugar en el que yo quisiera seguir viviendo.
-Y llegó a Valencia.
-Sentía la alternativa de trasladarnos a Chile, porque compramos la que era la casa de mis sueños, frente al Pacífico que adoro, pero cuando estuve allí para escribir el libro de los mineros que quedaron atrapados me di cuenta de que ya no era el país que existía en mi memoria. Mi hijo se había casado con una valenciana, se vino a vivir a Valencia cuando se replanteó también si quería criar a sus hijas en Estados Unidos, así que decidimos estar junto a las nietas gringo valencianas. Y le juro que cuando vine me enamoré de Valencia. Me enamoré, también, de sentirme a salvo.
-¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la ciudad?
-Recuerdo caminar por la Gran Vía bajo los árboles y sentir ese aire primaveral que tiene Valencia, esa luz que no había experimentado nunca. Me encanta vivir en un lugar en el que estoy enamorada de lo que miro, como esta arquitectura tan maravillosa. Además, aquí soy anónima, y es una sensación liberadora. Para mí Valencia es como el resumen de toda una vida, y aquí es donde me siento finalmente la persona que quiero ser. De hecho, aún estoy con mis tentáculos hacia afuera por compromisos profesionales pero con unas ganas enormes de echar raíces porque sé que me voy a morir aquí.
-De todos sus logros, ¿cuál es del que se siente más orgullosa?
-De ser la madre de mi hijo. Tengo un hijo que es más grande que cualquier sueño que hubiera podido imaginar. Hablando con él me doy cuenta de que todo lo que he hecho en mi vida tiene sentido por la persona que es. Alguien que cree en la justicia social, en los derechos humanos, que tiene una bondad que sobrepasa todas las bondades que he conocido. Haber criado a este ser humano es el orgullo de mi vida, el mejor libro que podría haber escrito.
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