Cuando Enrique Bañuelos tenía nueve años, su padre murió en un accidente laboral. Un suceso que probablemente tenga que ver con la trayectoria posterior de este vizcaíno -nació en Barakaldo- que ya muy pequeño se fue a vivir con su familia a Puerto de Sagunto. ... Fue en el momento en que a su padre, ingeniero técnico de una siderurgia, lo trasladaron a los Altos Hornos. Otro dato: un compañero de colegio contó a Bolsamanía que cuando cursaban EGB (la antigua Primaria), decía que su sueño era ser millonario, que no le haría falta carné de conducir porque iba a tener chófer, como aquellos jefes de los Altos Hornos donde su padre falleció.
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María José Carchano
Dicho y hecho. Sus estudios estaban ya enfocados a ese objetivo que se había propuesto, y estudió Derecho y lo completó con un máster en Dirección de Empresas. Mientras, ya había empezado a poner en marcha negocios, como aquella empresa de venta de miel cuando solo tenía 18 años. Se llamaba Miel de Luna. A su favor, además de la determinación, un don de gentes que quienes le conocen definen como magnético. Decía un periodista de Expansión en un artículo de opinión que le había parecido una persona listísima. «A mí me convenció de que era el rey Midas del sector inmobiliario», asegura, y se justificaba con el hecho de que si consiguió que empresarios como Amancio Ortega invirtieran en sus negocios, cómo no le iba a convencer a él.
Su mujer, Gloria, le ayudó. Inspectora de Hacienda, le facilitó los contactos de personalidades como Rodrigo Rato hasta Alejandro Agag, el yerno de José María Aznar, en los inicios de la FE, la Fórmula 1 de los vehículos eléctricos.
Astroc fue la joya de la corona. Una compañía que llegó a tener un valor de 9.000 millones de euros, que llegó a construir 50.000 viviendas. Se aprovechó de la ley de vivienda de la Comunitat Valenciana, la famosa LRAU aprobada por Joan Lerma y que alcanzó su máximo esplendor durante el boom inmobiliario. Se convirtió así en el agente urbanizador, una figura que permitía promover la construcción de viviendas en suelo que los ayuntamientos recalificaban y sin ser ni siquiera el propietario de ese suelo. Su primer lugar de acción, Canet d'en Berenguer.
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Llegó a ser la tercera persona más rica de España, según la revista Forbes, con una fortuna estimada de 7.700 millones de dolares. Dicen que alguien le traicionó, que un supuesto amigo vendía en abril de 2007 dos millones de acciones de la compañía, y en seis semanas pasaron de costar 72 euros a sólo 16. Aquello supuso la ruina de muchos pequeños inversores, y también la primera caída de Bañuelos, que llegó a invitar a 20.000 personas a paella en Nueva York, haciendo bueno aquella expresión que se atribuye al carácter de los valencianos de 'serà per diners'. Hasta el agua, más de 4.000 litros, viajaron desde Valencia. Y allí estaba Francisco para animar el evento.
Enrique Bañuelos regresa a casa. Según El Confidencial, el empresario valenciano se instala en España (tenía su domicilio social en Londres) acogiéndose a la conocida como ley Beckham, que permite tributar a menos del 20%. Si tenemos en cuenta que en España el máximo es del 45%, esta ley beneficia a las rentas más altas.
Había llegado a comprar el palacete del Marqués de Salamanca en la Castellana de Madrid, el castillo de Bendinet en Calvià (Mallorca) y un edificio en la calle La Paz de Valencia, todos para acoger una futura Fundación Astroc que no llegó a ver la luz.
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Quien decía «me dejas desnudo en el Central Park y al día siguiente paseo en limusina» se tuvo que ir de España porque le llovían las querellas. Recaló en Brasil, donde creó Veremonte, con el que adquirió el 7% de Agra, y salió a bolsa, con el objetivo de lograr un imperio inmobiliario al estilo de Astroc en España. Allí le llamaron el Donald Trump español. Con esa misma sociedad, Veremonte, se alió en 2012 con La Caixa para crear un macrocomplejo de ocio junto a Port Aventura, pero aquello no cuajó. Mientras, se había radicado en Londres, al menos sobre el papel.
Hace un año volvió a los titulares por la quiebra de Inzile, un fabricante de furgonetas eléctricas sueco que adquirió un año antes, y donde metió a su hija Gloria en el consejo de administración. Había llegado hasta ella a través de la compra de unas acciones de QEV Technologies, una compañía de fabricación de vehículos eléctricos que fundó Adrián Campos, el piloto de Alzira ya fallecido. Esta compañía tiene previsto atraer nuevos inversores y fabricar en la antigua planta de Nissan en Barcelona. «Bañuelos ya no está. Su participación la lleva un administrador concursal». Llegó a través de Inzile «y la quebró», decía Orus, CEO de QEV, a eldiario.es.
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