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Antonio Romero, el joyero de la alta sociedad

Antonio Romero, el joyero de la alta sociedad

Sus alhajas han adornado los rostros más ilustres, desde la Reina Sofía hasta Lauren Bacall, Catherine Deneuve o Sofía Loren. Es motivo de orgullo para un perfeccionista confeso que apunta al retiro: «Me está costando, pero sé que tengo que dar paso a mis hijos. Es ley de vida»

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Miércoles, 25 de mayo 2016, 21:55

Mientras lee la entrevista, Antonio Romero estará celebrando en familia su cumpleaños. Quizás con una pizca de coquetería obvia decir su edad, aunque ya admite que el retiro definitivo se acerca. Mantiene la planta de señor, trajeado a medida y donde todo a su alrededor, desde la apariencia hasta la casa o cada pieza de la joyería, está cuidado hasta el mínimo detalle. Es probablemente esa perfección, ese buen gusto, lo que le ha dado fama internacional. Reinas, princesas, actrices y damas de la alta sociedad llevan con orgullo obras surgidas de su mente creativa, porque además no ha tenido miedo a romper con lo establecido.

-¿Ha trabajado mucho en esta vida?

-Muchísimo, pero es que además me ha gustado trabajar y he disfrutado, sobre todo cuando tienes una profesión como ésta, que va ligada a las bellas artes, a la moda, a los sentimientos Creo que es una profesión extraordinaria.

-¿Posee ese punto de creatividad que sólo nace en la cabeza de uno?

-Claro, lo realmente satisfactorio es crear. Diseñar es inventar, hacer nacer nuevas joyas para que luego las mujeres, y los hombres también, se enamoren de ellas y quieran tenerlas, poseerlas, poderlas disfrutar. Eso es lo verdaderamente bonito de la joyería.

-Y en tantos años de profesión, ¿en ningún momento ha flaqueado su vocación, la inspiración?

-Ha habido sus pequeños altos y bajos, no tengo por qué negarlo, y precisamente el gran amor a la profesión ha hecho que sigamos peleando. Fíjese, en todos estos años hemos pasado varias crisis y las empresas deben permanecer en la zona más alta, donde hay que estar, para dar riqueza y puestos trabajo. Porque yo creo que en el ser humano conviven dos aspectos esenciales, la familia y el trabajo, y cuando eso existe se tiene todo.

-¿Es ésta la peor crisis por la que ha tenido que pasar en los cincuenta años que lleva de profesión? ¿Ha tenido miedo de verse obligado a bajar la persiana?

-La palabra crisis ya nos chirría. Para los artesanos, esta complicación que llevamos sufriendo desde hace ocho o nueve años sigue siendo durísima. Y sí, llegas a pensar, porque la cabeza es una de las pocas cosas libres que nos quedan, en si el mes que viene seguiremos aquí, pero con esfuerzo, con trabajo, con voluntad, con unos hijos que siempre están atrás y que ahora son los responsables de la empresa, todos los días te levantas con ganas de ayudar y dar esa experiencia a los que vienen detrás de ti.

-En una profesión tan creativa, a veces debe de ser difícil confiar en los demás, aunque sean sus propios hijos.

-Sí, es difícil, porque muchas veces lo que tú interpretas a lo mejor no te lo pueden captar, aunque yo creo que ahora hay una buena conexión y un buen binomio entre padres e hijos para que las cosas sigan funcionando.

-¿Ha sido para usted una buena noticia el hecho de que sus hijos quisieran continuar con el negocio?

-(Contesta rápidamente). Pues mire, sí. Y de hecho ellos se prepararon desde el primer día. David, mi hijo mayor, se encarga de toda la imagen de la empresa, de los catálogos, y lo hace fantásticamente bien. Mi hijo Óscar es el responsable del taller, ese sí que tiene la obligación de interpretar lo que pensamos, pero es que además hace sus propias piezas. Y luego la pequeña, Omery, que hizo la carrera de Publicidad y de alguna forma da la cara en los medios, aunque también diseña.

-Hablábamos de momentos duros, pero también los ha tenido dulces. Premios, reconocimientos, incluso ver sus joyas lucidas por personalidades muy importantes, como la Reina Sofía.

-A lo largo de estos años hemos tenido la suerte de contar con clientes fantásticos, de casas reales, últimamente princesas de Arabia Saudí, y lo importante no es ya que estas personas tengan un papel predominante, sino la satisfacción de que vengan a buscarte a Valencia. Eso es lo que realmente te llena de orgullo. Desde la Reina Sofía hasta actrices como Lauren Bacall, Catherine Deneuve o Sofia Loren han lucido joyas diseñadas por mí. Además, me quedo con una exposición fantástica de hace ya unos cuantos años en el Museo Miró de Barcelona. Tuvimos mucho éxito y en aquellos momentos la Generalitat de Cataluña nos hizo un ofrecimiento importantísimo para establecernos allí, pero la verdad es que yo siempre me he sentido muy a gusto en Valencia y he querido estar arropado por los míos.

-¿Por qué usted ha renunciado de una forma tan firme?

-Valencia es para mí la ciudad más bonita del mundo, donde me encuentro muy a gusto, y no echo de menos ningún otro sitio. Sí que me gusta mucho, no obstante, salir fuera, sobre todo a Italia, que me encanta. Venecia la he visitado muchísimas veces. Y siempre vengo con ideas nuevas. Soy muy observador, allá donde voy trato de captar lo máximo. El mundo árabe también es para mí una fuente de inspiración. Recuerdo un viaje a Estambul visitando el museo de Toptaki qué maravilla, qué joyas, qué gemas tan extraordinarias. Era disfrutar por disfrutar. Y en ese momento eres como una esponja; vas absorbiendo y no sabes cuándo, ni cómo, ni qué día. Todo eso aflora y empiezas a sacar ideas.

-¿Tiene ese gusto por la belleza, más allá de una joya?

-Soy una persona muy perfeccionista y me gusta la estética, las bellezas plásticas, un buen pintor, un escultor o un arquitecto Es uno de los placeres que tiene el ser humano para poderlo disfrutar.

-Como perfeccionista que se confiesa, ¿pide lo mismo a los demás?

-Sí, muchas veces la familia que me rodea, los amigos, sufren mi exigencia. Me gusta que todo esté en orden y en su sitio. Pero bueno, en casa ya saben claramente cómo eres y si se trata de los buenos amigos, también te comprenden.

-¿Es usted de los que pueden dejar a un lado su profesión?

-La verdad es que yo creo que no la he olvidado nunca. Fíjese que ahora que estoy mucho más relajado y son mis hijos quienes tienen la responsabilidad del negocio, muchas veces me he despertado por la noche dibujando en el aire, moviendo las manos, intentando diseñar una joya. Y pienso: «Esto ya es demasiado, ni durmiendo olvido que soy joyero».

-¿En qué momento notó que todo esto le desbordaba?

-Creo que es innato, soy una persona que se ha hecho a sí misma, autodidacta por naturaleza, pero también me vino por la familia de mi padre, ya que teníamos parientes joyeros. Estuve haciendo dibujo con los hermanos Bayarri, que eran fantásticos, y fueron mis profesores cuando yo tendría 14 o 15 años. Después estuve en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y todo eso me abrió los ojos a la belleza y al diseño. Luego me ha gustado mucho el mundo de la moda, porque entiendo que la joyería se complementa perfectamente con ella.

-¿Se imagina en otra profesión?

-Me encanta la música, disfruto con ella, y me hubiera gustado ser pianista. Es un instrumento que tiene una magia especial.

-Siempre se dice que si una persona ha conseguido metas muy importantes en su profesión es porque ha tenido atrás estabilidad familiar.

-Por supuesto. A mi lado hay una mujer maravillosa. Nos conocimos a los 24 años, estuvimos poco tiempo de ovios y nos casamos rápido porque lo teníamos claro. Ha estado siempre conmigo, es el amor de mi vida y con ella sigo. Hemos tenido cuatro hijos, también maravillosos, de los que tres están en la empresa. Gema vive fuera de Valencia, con dos hijos y su marido, y estoy contento porque son muy felices.

-¿Es usted una persona familiar?

-Al final lo que realmente dejamos cuando nos vamos son nuestros hijos, nuestros nietos...

-Bueno, usted también se podrá perpetuar con sus obras.

-Espero que algún día, dentro de cincuenta o cien años, alguien se fije en una pieza y diga: «Esto lo hizo Antonio Romero. Ah, pues no estaba mal, era un chico que lo hacía bien» (ríe).

-¿En qué momentos siente que forma parte de esa Valencia que tanto ama?

-Cuando el presidente de la Generalitat te entrega un premio al mejor artesano de la Comunitat Valenciana muestras un orgullo especial; cuando el Gobierno español te reconoce como un orfebre destacado también experimentas esa satisfacción por el trabajo bien hecho. Yo me siento orgulloso de ser valenciano las 24 horas del día. Me encanta el mar y veraneamos en Xàbia, pero si no podemos ir por compromisos o trabajo prácticamente todas las semanas voy a ver el Mediterráneo. Me acerco a la Malvarrosa, una playa extraordinaria, y simplemente pasear por la arena con los pies descalzos es un placer.

-El comercio, tener una puerta abierta a la calle, es muy sacrificado. No sé si ha disfrutado de muchas vacaciones en su vida.

-Pocas. Igual han sido quince días en todo un año. Nunca más. Es que a mí me gusta la actividad, no soy una persona tranquila, no puedo sentarme ahí sin hacer nada.

-En ese sentido, supongo que pasar a una situación de medio retiro, como es su caso, no debe de ser fácil.

-Es cierto, me está costando, pero sé que tengo que dar paso a mis hijos. Hay que mentalizarse, porque es ley de vida.

-¿Cultiva alguna afición para intentar cubrir ese vacío?

-Me encanta el golf, aunque hace tiempo que no lo practico. También me gusta el tenis, pero para jugar bien hay que dedicarle muchísimas horas y menos años de los que tengo. De alguna forma satisfago esa afición con el pádel, que es muy divertido. Y con mi mujer disfruto mucho viendo básquet.

-Si tuviera que enumerarme las cosas importantes de la vida, además del trabajo y la familia, ¿con cuál se quedaría?

-Estamos hablando de una silla de cuatro patas. La tercera sería la amistad y la cuarta, la satisfacción por el trabajo bien hecho.

-¿Siente que ha sido así?

-(Piensa) En cierto modo sí, pero como soy tan exigente, aún me deberían quedar cosas por hacer. Sin embargo, ahora ya hay que tomárselo con calma.

-No sé si llega un determinado momento en que, al mirar adelante, uno teme no poder valerse por sí mismo, piensa en la muerte...

-Son fases que se van cubriendo en la vida, aunque cuando te encuentras bien lo ves muy lejano. Me consta que soy ya muy mayor, pero luego pienso que la gente vive perfectamente hasta los cien años, así que todavía veo con alegría el futuro.

-¿Ejerce mucho de abuelo?

-Tanto a mi mujer como a mí nos encantan los niños, ya ve que tuvimos cuatro. Ahora hay seis nietos y la familia seguirá aumentando. Pero como vivimos con tantas obligaciones y siempre con prisas, no se disfruta lo que a uno le gustaría.

-¿Qué valores ha intentado transmitir a sus hijos?

-Lo han visto perfectamente en casa. Son trabajadores y buenas personas, que es lo más importante, pero además padres de familia, y están muy contentos de lo que hacen y lo que tienen. Los veo felices. Han seguido nuestro modelo de rectitud, de moralidad, de orden en la vida y en el trabajo y en su forma de ser. Valoran lo que tienen.

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