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maría josé carchano
Domingo, 26 de junio 2016, 23:55
Todavía se mantiene en buena forma, como si continuara pisando la tierra batida para enfrentarse a los grandes, igual que cuando lucía ese número uno del mundo que tantos años de sacrificio le costó. Nos recibe en su academia de tenis, que más parece un oasis en medio del árido paisaje de Villena en un día en que el sol cae a plomo en pleno mes de junio. Lleva camiseta, pantalón corto y zapatillas, el uniforme de trabajo en un lugar que ha convertido en su hogar, ya casado y padre de una hija. Hay mucho ajetreo por las instalaciones, y mientras en el bar varios jóvenes charlan, unas mujeres han instalado un puesto de ropa a la sombra de un porche rodeado de árboles y con una piscina de agua cristalina a lo lejos. Como música de fondo se escuchan los gritos de esfuerzo de quienes entrenan duro para ser alguien en el mundo del tenis, con la vista puesta en lo que fue Juan Carlos Ferrero.
-¿Es duro dejar la competición?
-Se echa mucho de menos, es cierto. Si tuviera siete u ocho kilos de más quizás no, pero mire, sólo por el hecho de competir juego al pádel, participo en algunas exhibiciones y además en torneos del Senior Tour. Ese momento, el de entrar en la pista, no se olvida, pero no añoro todo lo que conlleva, que se hace más difícil, empezando por entrenar seis o siete horas al día, viajar todas las semanas
-¿Se considera una persona competitiva?
-Claro, he competido desde los diez años. Es tu día a día, entrenas para ello. Por eso cuando lo dejas al principio es un alivio, pero transcurrido poco tiempo dices: ¿Y ahora qué?
-Hay que pasar página.
-Depende de cómo te lo montes. Si no tienes nada más que hacer y estás de brazos cruzados en casa es muy difícil, porque se te crea un vacío gigante. Por suerte empezamos a montar esto cuando tenía quince años y se ha consolidado muy bien. Ahora tenemos más academias, una en China, posiblemente podremos abrir una en Sao Paulo, con lo cual me mantengo ocupado todo el año. Si eres Djokovic y ganas cien millones de euros puedes vivir toda la vida sin trabajar, pero en mi época se ganaba muchísimo menos. Por suerte me lo monté bastante bien, he invertido con cabeza y vivo de esto.
-Llegó a ser número uno del mundo. ¿Cuántas entrevistas le hicieron? ¿Cómo llevaba la fama?
-Imagínese. Muchísimas. Eso es algo que no echo en falta, ese ajetreo tan bestia. Cuando eres número uno, cualquier cosa que hagas repercute, cualquier gesto, cualquier contestación, y a veces para mal. Es que yo he sido bastante introvertido. A mí me cambió mucho la vida la semana que ganamos la Copa Davis de 2000. Era un chaval de apenas veinte años al que no conocía apenas nadie. Después de la competición estuve casi dos semanas sin poder salir, sin ir a ningún sitio.
-¿Se asustó?
-Sí, porque era un cambio muy brutal, de poder salir adonde quisiera a hacerme cada segundo una foto, todo el mundo mirándote, no puedes hacer nada Esto influye, hay que saber llevarlo poco a poco.
-¿Lo llegó a digerir?
-Al final te acostumbras, es que no hay otra. Cuando por suerte llegas a alcanzar el éxito en lo que haces, inevitablemente ocurre lo otro. No creo que Rafa Nadal esté encantado de la exposición que tiene.
-¿Se ha sentido valorado en la Comunitat?
-Totalmente. La gente me ha valorado y cuando no contemos con un valenciano, o dos, entre los 25 primeros del mundo nos daremos cuenta de lo que hemos tenido. Cada vez que voy a Valencia la gente me trata de forma espectacular y me muestra muchísimo cariño.
-¿Notó que el éxito atraía a gente interesada?
-Por supuesto. Muchísima. Eso va a pasar conmigo y con el que venga detrás. Pero uno aprende a diferenciar entre quiénes son los buenos y quiénes los malos, algo que se nota muchísimo.
-Haber llegado a lo más alto también tiene su parte positiva, y es que convierte en un referente a quien lo logra. ¿Le dicen muchas veces aquello de yo quiero ser como tú?
-Para mí es una alegría ver a un chaval que lleva una camiseta mía y me dice que de mayor le gustaría seguir mis pasos. Es algo que jamás te puedes llegar a imaginar cuanto tienes diez o doce años. Vivir del tenis resulta muy complicado, llegan muy pocos, sólo los sesenta primeros del mundo ganan dinero y a todos los demás les cuesta poner de su bolsillo. Cuando estás arriba te acostumbras y al dejarlo lo valoras de verdad. Se hace muy duro entrenar todo el día, sufrir en la pista, pero bueno, es la vida que elegimos.
-¿Percibe cuando alguien tiene talento?
-Sí, evidentemente eso se aprecia. Igual que me pasó a mí de pequeño, aunque nunca piensas que vas a ser número uno, porque sólo ha habido veinticinco en toda la historia.
-Ahora se ha convertido usted en un empresario. Quizás su faceta más conocida sea la de responsable del Open de Tenis de Valencia, ya desaparecido. ¿Lo considera un fracaso en su carrera?
-Para mí no ha sido un fracaso, sino un éxito total. Haber tenido un torneo durante tantos años supuso un premio bestial, porque venía muchísima gente. Que un evento así desaparezca por circunstancias políticas fue una decepción enorme, me duele en el alma.
-¿Volvería a retomarlo?
-Me encantaría, porque creo que el tenis valenciano lo merece, pero ahora, tal y como están las cosas, es imposible.
-Todos los proyectos que ha emprendido tuvieron como objetivo quedarse en su tierra. ¿Cómo de importante es para usted estar cerca de su gente?
-Ya de pequeño le di mucha importancia porque con catorce o quince años, cuando todos los grandes del tenis salían de Barcelona, yo decidí quedarme aquí a entrenar por la cercanía a mi familia. Mi padre vive en Ontinyent, por ejemplo. Y más si uno viaja tan a menudo.
-Dice que se ha cansado de viajar.
-Mucho, porque es siempre lo mismo, del hotel al club, a las pistas, y vuelta al hotel a descansar. No hay tiempo para disfrutar de los lugares donde estás. Cuando llevas cuatro o cinco años, hacer viajes sin parar es muy cansado. Por ejemplo, me ofrecieron ir a jugar en Australia el último torneo de veteranos y dije que no. Por el viaje. Son dos días en un avión, a lo que hay que sumar el jet lag.
-Ahora además tiene familia. Supongo que eso también influye en su decisión de no moverse demasiado.
-Sí, tengo una hija de dos años, me casé estando mi mujer embarazada, y me ha ayudado mucho porque ha llenado ese vacío que me dejó abandonar la competición. Ella es de Elche, la conocí en un bar en Alicante, donde ponía copas, y yo iba a tomar algo para poder verla Fue la época en que más salí, porque la verdad es que cuando era más joven nunca pensé que me estuviera perdiendo nada.
-Entonces su ujer no tiene nada que ver con el tenis...
-Ahora está empezando a jugar, pero ella es terapeuta ocupacional; tiene mano con los niños con problemas. Se toma muy en serio su trabajo y me aporta una gran estabilidad. Nos complementamos a la perfección, porque ella es extrovertida, habla con un árbol si hace falta, algo totalmente distinto a mi carácter, ya que soy mucho más retraído y cuesta llegar a mí.
-¿Querría que su hija se dedicara al tenis de forma profesional, como lo hizo usted?
-Sé que ella va a jugar. No tiene uso de razón, aún no coge raquetas, pero va por las pistas y estoy seguro de que en unos años practicará el tenis. A mí no me disgustaría que se dedicara a este deporte; a mi mujer no le atrae tanto la idea.
-¿Le gustaría pese a todo lo malo que conlleva?
-Pero es que para mí hay muchas más cosas positivas que negativas. Viajar y ver mundo te ayuda a crecer más que cualquier persona que no vive esas experiencias. Sí que es verdad que te puedes perder la adolescencia, pero yo prefería jugar. De lo contrario, no hubiera seguido. Quizás te haces adulto más pronto de lo que debieras, y reconozco que soy muy independiente por eso.
-Se reconoce independiente y con un carácter retraído. ¿Ambicioso también?
-Sí, me considero una persona ambiciosa y bastante perfeccionista en lo que hago, o al menos lo intento. Quiero ser mejor y ponerme siempre metas.
-Es usted de esas personas a las que les ha gustado ganar a todo.
-Siempre he sido muy ganador, aunque en el tenis tienes que intentar aprender a perder, porque es un deporte en el que lo haces casi todas las semanas. Hay que saber aceptar la derrota aunque duela.
-Volvamos a su familia. ¿Cómo diría que le ha cambiado la paternidad?
-Me ha cambiado mucho. Mi mujer hace oposiciones y pasa mayor tiempo en casa, así que se encarga más de la nena, pero yo he cambiado un montón de pañales y la llevo al cole con frecuencia. Mire, ahora se ha ido unos días y nos hemos quedado solos, mi hija y yo; a ver cómo nos apañamos.
-¿Le gustaría tener más hijos?
-Sí, mi mujer quiere familia numerosa, decía que cuatro, ahora cinco Yo creo que me conformo con tres.
Hacemos la sesión de fotos en las pistas de Villena. El sol calienta cada vez con más fuerza. Busco la sombra. Juan Carlos Ferrero parece que no se inmuta, como tampoco lo hacen los entrenadores y los chavales que siguen dándole a la bola, esforzándose en cada golpe, dedicando su adolescencia a un deporte que adoran.
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