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elena meléndez
Martes, 5 de julio 2016, 21:21
El pequeño y arbolado parque que hay junto a la huerta de Alboraya es el escenario elegido para el encuentro. Allí me cito con Lydia Vives y Rubén Valero, ella estudiante de Magisterio Infantil, él diseñador gráfico, y ambos padres de Mateo, verdadero protagonista de esta entrevista. «A Mateo le diagnosticaron leucemia con un mes. Desde ese momento prácticamente vivimos en el hospital. Antes del trasplante pudimos estar en casa unas pocas semanas, era junio, y veníamos aquí a pasear con él y con su hermana. Es un sitio fresquito y tranquilo al que tengo mucho cariño», explica Lydia.
Los dos llevan la camiseta blanca Happy Man, nombre de la asociación benéfica que crearon para recaudar fondos tras la muerte de su hijo ahora hace un año. «Así llamábamos a Mateo. Él es Happy Man, porque nunca dejó de sonreír a pesar de la quimio y de todos los tratamientos. Era nuestro superhéroe», confiesa Lydia. Añade Rubén que los niños tienen un poder del que carecen los adultos, que hubo algunos días malos, pero que la mayor parte del tiempo Mateo estuvo feliz y sonriente. Las camisetas pueden comprarse en la web www.1motivomilrazones.org, y en breve añadirán pulseras y chupetes. Además, después de verano tienen previsto publicar el cuento que Lydia empezó a escribir en el hospital y que explica lo que es la leucemia para que puedan comprenderlo los niños. «Durante la estancia en La Fe veíamos que todo venía de la Fundación Josep Carreras: la sangre que necesitaba, la médula que le trasplantaron... Hay otras asociaciones, como Aspanion, que nos informaron de todo, pero la Josep Carreras siempre estuvo ahí. Hemos visto en persona que de verdad hacen cosas».
Cuenta Rubén que detrás de muchas de estas iniciativas casi siempre hay familiares de niños que se han salvado y cuya motivación es la gratitud. En su caso no salió bien, pero su motor es Mateo. «Mucha gente desconoce qué es esta enfermedad. A nuestro hijo nadie nos lo va a devolver, pero quién sabe si en un futuro es nuestra hija, o el hijo que viene en camino, o un sobrino. Tenemos que seguir, sobre todo nosotros, que hemos conocido el sufrimiento que conlleva».
Para ellos, vivir se ha convertido en una necesidad de disfrutar al máximo el hoy, sin preocuparse por el futuro o por lo que te pueda pasar. «El mañana para nosotros no existe. Cuando nació Mateo disponía de los planes que tenemos todos y pensaba: Ya está, tengo a la nena y al nene y ahora a descansar un tiempo», recuerda Lydia. Para Rubén fue clave pensar que todo iba a salir bien; hasta sólo unas pocas horas antes, cuando todo estaba perdido, mantuvo la esperanza. Y eso fue precisamente lo que les dio las fuerzas necesarias para seguir: «Los primeros días estaba como en un sueño, mi cabeza volvía a los momentos previos al diagnóstico y pensaba: Mi vida antes era normal y ahora no. Si te pones en lo peor no ayudas ni a tu hijo ni a tu familia».
El mensaje que quieren lanzar Lydia y Rubén es que donar médula resulta muy sencillo. Simplemente consiste en extraer un tubito de sangre y lo único necesario es que sea compatible con el enfermo. «Ni nosotros ni su hermana teníamos la compatibilidad suficiente. Además, nos explicaron los oncólogos que lo mejor para Mateo es que no llegara de un familiar. Fue la sangre de una chica sevillana de veintitantos años. Te puede salvar la vida alguien a quien nunca vas a conocer».
En la cabeza de esta pareja de luchadores siempre está Mateo y las mil razones, que es la cifra aproximada de niños diagnosticados cada año de cáncer en España. «Animo a la gente a que siga colaborando, nunca sabes si en tu familia habrá un caso así. La vida te puede cambiar en un segundo y cuando te pasa algo así es fundamental recibir todo el apoyo posible».
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