En Moraira están acostumbrados a ver cómo cada fin de semana una mujer que llega de Madrid se mete en el agua de la playa del Portet, ya sea verano o invierno, haga calor o frío. Lo necesita para encontrar la claridad, le da fuerzas ... para afrontar cualquier problema. A esa mujer rubia y menuda la han visto crecer junto al mar; es una de las cinco hijas de Manel Casanova, fallecido hace dos años, una de las personas que hizo posible que la Copa América se organizara en Valencia en 2007. El mismo que cuando aquella quinta hija iba a nacer en la familia ya la madre no sabía qué nombre ponerle y su padre decidió que se llamaría Mar, el elemento en el que fue feliz toda su vida. Mar Casanova ha querido que esta entrevista fuera allí mismo, en un apartamento a orillas del Portet, y desde donde ve no solo el mar, sino el jardín en el que creció de niña cuando Moraira era apenas un pueblo y cuatro familias valencianas, entre ellos los Casanova y los Duato se instalaron allí ante el asombro de los pescadores, que no entendían que alguien quisiera construir una casa tan cerca del mar.
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-A los dos meses me trajeron a esa casa (señala justo abajo del gran mirador del salón). Nos mudamos cuando iba a nacer el séptimo hermano porque ya no cabíamos, así que el día que me enteré de que se vendía este apartamento se convirtió en una ilusión brutal, porque tengo la vista de nuestra infancia.
-La infancia marca.
-Muchísimo. Y yo que vivo en Madrid todos los fines de semana que puedo me vengo. Yo a mis hijos les digo que no puedo explicarlo, pero es que se me llena el alma de felicidad, sea cual sea el problema que tenga, cualquier cosa que me pase, llego aquí y siento que puedo con todo. Este es mi lugar en el mundo. Aquí está mi padre y todos mis recuerdos.
-Su padre era Manel Casanova Safont, una persona esencial para entender la Valencia actual.
-Mi padre no quiso seguir con la tradición empresarial, estudió Derecho en Deusto y cuando volvió le dijo a mi abuelo que no pensaba continuar en la empresa. Aquello fue un cisma familiar porque era el hermano mayor y mi abuelo no lo entendía. Pero fue un abogado de mucho éxito, también un enamorado del mar y de la vela, y su vida fue eso y su familia. Es más, es una saga, los Casanova, de muchos, en los que jamás ha habido un conflicto familiar, que quizás los ha habido, pero se han superado. Supongo que ha primado el pensar que la familia es el valor más importante sobre cualquier cosa, y eso nos lo han transmitido.
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Viven los siete hermanos en Rocafort, cerca de su madre, y los siete veranean en Moraira. «Mi madre tiene dieciséis nietos y aunque algunos estemos puntualmente por el mundo, la base está cerca de ella». Fue hija única que demasiado pronto quedó sin madre, y se sentía tan sola que decidió que formaría una gran familia. «Luego ha estado muy acompañada en la vida».
-Usted ha pasado por la política, llegó a ser secretaria de Estado de Comercio en el Gobierno. ¿Cómo ve su trayectoria profesional ahora que puede mirar atrás?
-Para mí fue todo una evolución natural, y por ese motivo a mis hijos les digo que no se piensen tanto lo que van a ser, que no planifiquen, porque es la vida la que te lleva. Toda mi trayectoria profesional se ha desarrollado en el apoyo a la empresa, en innovación, internacionalización, digitalización…
-¿Cambia la percepción de los valencianos cuando vive fuera?
-Es que yo soy una enamorada de Valencia y a mí que no me la toquen. En Madrid ejerzo de valenciana de pro, y si hay algún defectillo me lo callo porque no lo quiero reconocer. En el Ministerio yo siempre decía: «eso lo podíamos hacer en Valencia», y mi jefe me recordaba que allí ya no representaba a una sola región, sino a todo un país. Pero a mí me daba igual, y sé que a mi padre le pasaba lo mismo. Él viajaba por todo el mundo y a todo el mundo le decía: «soy Manel Casanova, de Valencia». Yo creo que no la estamos vendiendo bien, que tenemos el complejo de hermano pequeño.
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-¿Lo ha tenido más fácil por ser una Casanova?
-Yo creo que sí. No el acceso al mercado laboral, pero en el mundo empresarial siempre me han acogido muy bien y, si soy sincera, me ha ayudado pertenecer a una familia conocida entre los empresarios.
-En Madrid no funciona.
-Lo que me da la prueba de que no he tenido éxito por ser una Casanova; los jefes que he tenido estaban satisfechos con mi trabajo y espero que mi jefe actual también lo esté (ríe).
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-¿También se siente orgullosa de su paso por el PP de Camps?
-De mi etapa en el PP estoy muy orgullosa, lo que gestioné lo hice razonablemente bien. Creo que en esa etapa, como en todas, se hicieron cosas fantásticas y a lo mejor otras menos bien, pero yo no soy capaz de identificarlas. Siempre lo digo, las cosas no fueron como se contaron, y de hecho se ha demostrado en muchos de los juicios posteriores. Si miro atrás, viví una realidad en la que trabajábamos de sol a sol, desarrollando muchísimos proyectos y no tengo ningún complejo de haber estado en el Gobierno del PP. Al revés, siempre dije que tenía el trabajo más bonito de la Generalitat. Llegué a ser secretaria autonómica de Economía, y de hecho me siento muy afortunada por ello. Aprendí mucho y lo di todo.
-¿Formar parte de la Administración significa trabajar de 8 a 3?
-Me molesta mucho esa percepción, porque yo he trabajado muchísimo, y le puedo asegurar que lo hacíamos sin parar; puede que incluso demasiado. Era muy joven y creo que ahora me lo tomaría de otra forma.
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-Es la edad, supongo.
-Con el tiempo he aprendido que se puede gestionar igual sin dedicarle tantísimas horas. Tenía entonces tres hijos y fue complicado, y lo que hice lo logré gracias a mi exmarido, que se entregó y me ayudó un montón. Yo intentaba suplirlo con una dedicación total los fines de semana, pero había momentos en que era difícil. Lo pasé mal, porque las mujeres nos culpamos muchas veces, con ese sentimiento recurrente de que no puedes llegar a todo. Y cuando alguno de mis hijos me decía que iba a recitar poesía a las diez y media en el cole yo nunca pude estar (se emociona). Intentaba explicarles, quizás no lo entendían, pero cuando fueron un poco más mayores me sentía muy orgullosa porque me decían que era la mejor madre. Fueron unos años durillos, pero creo que tengo unos hijos fuertes, independientes, a los que he enseñado que las cosas hay que lucharlas, que hay que esforzarse, y sobre todo hay que tener responsabilidad. Que si te comprometes en un trabajo lo tienes que hacer bien.
-(Se excusa por emocionarse) Parece una mujer fuerte.
-Es que me considero una mujer fuerte, he pasado muchas cosas y creo que lo he llevado muy bien pero, como todas las madres, los hijos son mi punto débil. Cuando lo lean fliparán, porque en realidad soy una madre dura, que les he dado mucha libertad, pero al mismo tiempo combinado con mucha responsabilidad.
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-¿Siente que se le ha exigido más por ser mujer?
-Oigo a mujeres que les ha pasado. No me he sentido discriminada por ser mujer, al menos de una forma clara.
-El comentario más extendido quizás sea que cuando se es mujer y además joven no la toman tan en serio como a un hombre.
-Sí que es verdad que al principio te es difícil hacerte respetar, porque si además eres rubia, bajita y pijita lo tienes ya todo. En el trabajo he llegado a escuchar: «ah, que además es lista». En la misma escala un hombre tiene más imagen de seriedad, pero creo que es una cosa muy concreta en el tiempo, que a los diez minutos de estar hablando ya me van a respetar. Y a nivel personal, me resulta gracioso oír comentarios como que soy más simpática de lo que imaginaban.
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-¿Cree que la gente tiene prejuicios?
-Muchísimos. Me ha ocurrido en muchas ocasiones que la gente me diga que no soy tan estirada, o tan secca, como creían.
-A mí me han dicho que las mujeres Casanova son muy fuertes. ¿Es cierta esa cualidad?
-Somos cinco hermanas, y las cinco muy fuertes, así que imagine cuando mi cuñada entró en la familia. Mónica, a la que adoro, es una persona discreta, callada, diez en todo, y a la que no le gusta pelear ni gritar. Nosotras, las cinco somos de armas tomar. Primero, porque en mi casa hablar es una odisea, casi que tienes que ganarte el turno de palabra, y creo que eso te da muchas tablas afuera. Al principio le preguntaba cómo se sentía y ella me decía que le encantaba, que era como un espectáculo (ríe).
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-¿Volverá a Valencia?
-Volveré seguro y, sobre todo, a Moraira. Aquí me retiraré.
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