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María josé carchano
Valencia
Domingo, 15 de septiembre 2019, 02:17
Sara Joudi tiene los rasgos profundos de la mujer árabe que hunde sus raíces en el oriente del Mediterráneo, lejos sin embargo de la imagen de las musulmanas con la cabeza cubierta y ese aire de sumisión que se respira en países donde la religión está demasiado presente. Al contrario, además de unos ojos grandes, la galerista se trajo de Siria, donde nació y creció, una sólida formación, una educación exquisita y un profundo acento que mantiene pese a los treinta años que lleva establecida en Valencia, la ciudad que considera su hogar. Al cerrar la puerta de la galería de arte que regenta en el centro se apagan los ruidos de las obras de reforma del hotel Astoria, patas arriba, y se recrea el ambiente ideal para contemplar las pinceladas de color rotundo de Juan Olivares, uno de sus descubrimientos. Su ojo clínico le ha hecho convertirse en una de las galeristas de arte contemporáneo más respetadas en el mundo del arte no solo en España, también en el complicado mercado europeo. Durante la entrevista no probará el café del tiempo que ha pedido, concentrada en sus palabras, mirando de reojo a quienes entran y salen, convencida de que su trabajo no es trabajo. Es una afición.
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-Nació en un lugar mediterráneo, en Siria, un lugar que nos queda muy lejano a los españoles…
-Allí está mi infancia, pero llegué a Valencia muy joven, en los años ochenta, y me quedé porque la ciudad me fascinó, y eso que ya había estado en otros países. De corazón soy valenciana porque para mí fue un flechazo no solo el lugar, también su gente, y aquí he pasado los momentos más importantes de mi vida, formé mi familia y encontré a amigos que son como hermanos.
-¿Cómo consiguió integrarse en una cultura distinta?
-Cuando llegué quise conocer a fondo la cultura del lugar que me acogió. Hice cursillos de valenciano, que no hablo, pero entiendo, leí sobre la Guerra Civil, le dediqué dos años al Quijote (ríe). Fui al Museo del Prado un montón de veces y en cada visita me centraba en un pintor. Además, Valencia ha sido tierra de artistas: Sorolla, Pinazo… ¿cómo no sentirme parte de ello? Mi objetivo era ver el lugar como lo aprecia alguien que ha nacido aquí. Es muy aconsejable para alguien que quiere integrarse en un país nuevo, con una nueva cultura.
-¿Ha conocido Valencia a través de sus artistas?
-El arte me ha ayudado a entender Valencia, pero sobre todo a su gente. Es un reflejo de una sociedad, de una época, me siento en deuda con esta ciudad y se lo debo todo: mi familia, mis amigos, la gente que me ha hecho sentir una más. Aún recuerdo las primeras fallas que pasé en Valencia, cuándo íbamos a comer paellas a casa de amigos, a disfrutar de la mascletà, de los castillos... sintiendo la esencia fallera, algo que no sucede en otros lugares. Estos amigos hoy en día se han convertido en familia.
-¿Cómo comenzó en el mundo del arte?
-Estudié Medicina. En aquel momento era la carrera más segura, más clásica… pero en el momento en que empecé a visitar exposiciones y museos se abrió para mí un mundo tan diferente... Hace ya muchos años que tomé la decisión de emprender otros caminos. Es cierto que, en realidad, nunca ejercí de médico, me dediqué a otros negocios, pero cuando tuve la oportunidad de centrarme en el arte no lo pensé dos veces. Hay un dicho muy conocido, que yo suscribo, y que dice: «si quieres dejar de trabajar dedícate a lo que más te gusta».
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-Y se convirtió en galerista, una profesión nada fácil, y más después de la crisis económica que convirtió el arte en un bien de lujo prescindible.
-El salto a galerista llegó tras la crisis, cuando cerraron tantos espacios y muchos artistas se vieron afectados. Y vi que podía dar mucho más de mí de lo que en un principio pensaba. Yo llegué hasta aquí primero como coleccionista, ya desde muy joven. En mi familia nos inculcaron el sentido de la curiosidad, la convicción de que puedes hacer lo que te propongas. Di un paso más y estudié cinco años de dibujo. Llegué a hacer varias exposiciones y hay obra mía en la Conselleria de Cultura y el Instituto de la Mujer.
-Pero no es fácil un cambio de viraje, supongo que lo vivió así.
-No era una jovencita cuando comencé con la galería, a las puertas de los cincuenta años. Inicialmente me gustaría haber podido combinarlo con la pintura, pero un negocio necesita mucho tiempo y dedicación. En ese sentido, sin embargo, quien quiere realizarse debe hacerlo, no importa la edad. En muchas ocasiones es muy complicado combinar la dedicación de un negocio con otras obligaciones personales, pero siempre deben buscarse las condiciones más favorables, hacer un esfuerzo y tener mucha iniciativa. En mi caso fue en la década de los cincuenta, pero cualquier momento es bueno para hacer aquello que una quiere.
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-Así que, ¿está satisfecha con su trayectoria vital?
-Pocas veces miro atrás, pero yo creo que es necesario parar un momento para ver qué has hecho y adónde vas. Desde luego que he cometido errores pero, en general, las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida estuvieron bien tomadas. Por ejemplo, dedicarme al arte, a pesar de que la situación en aquel momento lo convertía en un sector muy arriesgado. Además, visto con la distancia necesaria, creo que son imprescindibles las equivocaciones para crecer y dar lo mejor de sí. Se lo digo a la gente que empieza un proyecto y no funciona, que no es el fin del mundo. No veo el fracaso como algo negativo, sino todo lo contrario, hay que aprender de ello.
-¿Y a nivel personal como mujer?
-Estoy muy sensibilizada con la situación de la mujer, de las dificultades que todas tenemos para alcanzar un objetivo profesional. A ello se suma en muchas ocasiones las condiciones familiares, que a veces hacen difícil la posibilidad de combinarlo con el mundo laboral. No obstante, tenemos que intentar derribar esas barreras y luchar por aquello que queremos. Nunca es tarde para conseguirlo, tengamos la edad que tengamos.
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-¿Le han pedido muchos consejos?
-Sí, algunas veces. Recibimos propuestas de mujeres artistas, y muy buenas en ocasiones, pero hay veces que su producción se ve afectada por no disponer del tiempo necesario, algo que acaba dilatando su carrera. Es por ello que les digo que nunca deben parar de trabajar, con mayor o menor intensidad. Yo creo que la única receta es dar lo mejor de ti porque la calidad, si existe, acaba saliendo.
-Todo se nos complica a las mujeres, todavía hoy.
-A veces se cuestiona más el éxito de las mujeres. Y piensan: «¿quién la habrá ayudado?». Para mí, el secreto fue que en mi mente no estaba dónde podría llegar, solamente pensaba en sacar proyectos de calidad, independientemente, incluso, del éxito que luego he podido tener.
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-Dice que hubo gente que intentó disuadirla. ¿Quién la apoyó?
-El apoyo fundamental fue el de mi familia. Todo proyecto nuevo requiere mucho tiempo y dedicación, algo que me quitaba más tiempo personal para centrarme, principalmente, en mi familia. No obstante, ellos siempre han estado conmigo, así como el equipo de trabajo. También he contado con mis amigos incondicionales, los que pase lo que pase vienen a las inauguraciones y me dan la fuerza necesaria para seguir luchando.
-¿Esa capacidad de superarse la ha transmitido a sus hijos?
-Yo les he querido transmitir que tienen que tener la mente abierta. De hecho, estudiaron en un colegio británico para poder hablar tanto inglés como castellano, y poder abrirse al mundo y a otras culturas. Además, les interesa el arte, aunque no se dediquen profesionalmente. Mi hija es analista de datos pero no se pierde ninguna feria y siempre puedo contar con su gusto y su criterio. Mi hijo es muy creativo, diseñador de páginas web y analista big data. A ambos les consulto todo, pues su opinión es muy importante para mí. Cuando ficho a un artista lo pongo en el grupo que compartimos y me preguntan muchísimo. De hecho, la imagen de la galería fue diseñada por ellos.
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-Se ha convertido en una persona imprescindible en cualquier evento social en Valencia, y sus inauguraciones en la galería son éxito seguro. ¿Cómo lo ha conseguido?
-Intento contagiar mi pasión por el arte y ser muy fiel a mí misma y a la gente que me rodea. Creo que es lo que transmito, porque siempre he intentado que la gente se sienta en la galería como en casa.
-¿A qué lugares escapa cuando no está aquí?
-Mi receta mágica se llama Xàbia, allí estoy quince días en agosto y los fines de semana, porque es un lugar que me atrae muchísimo, donde se me va todo el estrés laboral, donde me siento bien. En invierno vamos a una casa en el Pirineo porque me gusta mucho la tranquilidad de la montaña. Viajar es otra de mis aficiones, de hecho, en unos días me voy con mi familia a la Bretaña francesa a visitar a unos amigos y la última semana de agosto me iré con mis hermanas al mar Muerto. Cuando puedo viajo por España, adoro San Sebastián y su gastronomía, y lo combino con viajes exóticos. Dentro de un tiempo lo haré a Kazajistan, estamos preparando ya el viaje. Dicho esto, me siento igual de bien leyendo un libro.
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-A pesar de que su vida está aquí, supongo que no debe de ser fácil la situación de su país de origen, donde se está viviendo una guerra...
-Las guerras civiles son terribles, y más cuando duran tantos años. En España, la Guerra Civil se alargó durante tres años y a pesar del tiempo pasado todavía queda en la memoria de la gente. Imagine en Siria, que empezó en 2011. El país ha cambiado muchísimo y yo lo vivo con mucha pena, sobre todo por la gente que no tiene medios para buscar alternativas, pero también porque Siria es un país mediterráneo, que ha tenido un nivel de bienestar, bello y con una gran historia. Viajaba cada año y no voy desde que comenzó la guerra.
-¿Y su familia?
-Gracias a Dios, no están allí, provengo de una familia acomodada que tuvo la suerte de que pudo salir y vivir en otros lugares. Las guerras no pasan factura a todo el mundo por igual, desgraciadamente, y quienes han tenido que quedarse lo están pasando muy mal.
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Sara Joudi vuelve a sus artistas, a los que le han hecho triunfar como galerista. A Miquel Navarro y aquella famosa exposición a la que fue media Valencia. A todos los que ha descubierto en estos años. A los momentos en que los más importantes coleccionistas han confiado en su criterio. A los inicios, cuando nadie creía en ella. Cuánto ha cambiado.
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