Adriana Iglesias, diseñadora de moda afincada en Valencia. cedida

La exitosa aventura empresarial de Adriana Iglesias en Miami

La diseñadora asturiana afincada en Valencia vende la mayoría de su producción de moda, centrada en la seda, al otro lado del Atlántico, donde famosas como Jane Fonda, Hailey Baldwin o Sofía Vergara han llevado alguna de sus prendas

Miércoles, 11 de enero 2023, 01:29

Ingeniera de telecomunicaciones, Adriana Iglesias tenía hace diez años una vida espectacular, un trabajo como ejecutiva en una empresa tecnológica, un día a día lleno de viajes y una familia en Madrid. A pesar de todo, no conseguía encontrar la felicidad entre tanta perfección. « ... No me llenaba, pero me parecía muy irresponsable dejar una vida cómoda y segura por algo que no era más que un sueño», explicaba esta mujer, asturiana de nacimiento, valenciana de adopción, en una entrevista a LAS PROVINCIAS en plena pandemia. Y como hay que rebuscar en la infancia para rescatar la verdadera vocación, la encontró en aquella pasión por la moda que había sentido desde niña, que le llevaba a estar siempre trasteando con revistas, vistiendo con la parte superior de los pijamas de seda de su abuelo, con los que no tenía ningún problema en salir a la calle. Y esa fascinación por la seda se ha convertido en mucho más que una forma de ganarse la vida.

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De Asturias conserva Adriana ese gusto por las reuniones familiares que nunca acaban, por la buena mesa, por primos que son hermanos y arroces con leche que ya no sabes si son desayuno o cena. Agradece sin embargo la decisión de mudarse a Valencia, donde ha encontrado esa luz con la que tanto se identifica, proveniente de un Madrid que le restaba tanto tiempo e incomodidades.

Adriana Iglesias dejó todo atrás para emprender su propia marca -«nunca me imaginé trabajando para otros»- con la seda como materia prima y el Mediterráneo como hiloconductor. Y las grandes estrellas cayeron rendidas a sus pies: «cuando vi a Jane Fonda con uno de mis diseños no me lo podía creer», y desde entonces Hailey Baldwin, Sofía Vergara, Isabel Preysler o Sara Carbonero son sólo algunas de las famosas que han vestido un 'adriana iglesias'. La última en hacerlo ha sido Victoria Federica de Marichalar.

Adriana Iglesias, con algunos de sus diseños. Miguel Reveriego/Cedidas

Pero el éxito no se mide sólo por apariciones públicas, y esta afirmación la sabe bien esta mujer, que ha tenido que luchar mucho para mantenerse a flote. «Nunca he estado tranquila, desde que abrí», confesaba entonces. Es más, en 2019 tuvo problemas serios de caja, y agradece que su equipo se quedara junto a ella a pesar de todo. Y porque dicen que la vida aprieta, pero no ahoga, le llegó una ayuda providencial de la mano de Ana Patricia Botín, que creyó en ella. Más tranquila, sí, pero llegó la pandemia. Y su trayectoria se ha mantenido en el filo de la navaja, sí, pero ella se reconoce feliz. «De pequeña me pasaba ocho horas tocando el piano, y lo hacía sufriendo». Ahí está la diferencia, así que a veces se olvida hasta de comer. Se lo recuerdan sus hijas, a las que tiene cerca porque quiso integrar en un mismo espacio su lugar de trabajo y su casa, en un lugar con muchísimo encanto que antes había sido la sede de una embajada, en pleno centro de Valencia.

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La pandemia la ayudó a centrarse, a parar para pensar. A conocer sus siguientes pasos, segura siempre de que sus diseños tenían un lugar privilegiado en el armario de miles de mujeres. Siguió enfocando su mirada hacia Estados Unidos, donde vende la mayoría de sus colecciones. Tanto es así que ha decidido dar el salto y abrir tienda en Miami. Lo había intentado antes en los países árabes, pero no se entendió con aquello del regateo y sufrió la inestabilidad política. Pero una Adriana Iglesias siempre positiva cree que fue un primer paso para dar el saltó al otro lado del Atlántico. La pandemia cree que viró la mirada de cómo debería ser la moda, y que ella ya tenía muy claro antes de encerrarnos: sostenibilidad, materia prima de calidad, artesanía y prendas atemporales.

Y a pesar de que su mercado se encuentre en Estados Unidos, siempre ha creído en que su producción tenía que estar en España. Y en Valencia, una ciudad que ha jugado un papel histórico en esa seda que tan bien domina Adriana, de la que se enamoró de pequeña y cada día más. Ahora le falta el reconocimiento de puertas adentro, y admite que ahí tiene una cuenta pendiente. Del resto, ha cumplido su sueño, el de dedicarse con pasión a lo que uno le gusta, algo que siempre ha querido que aprendieran sus hijas. «¿Cómo se lo iba a inculcar si yo misma no lo sentía así?», se pregunta la diseñadora.

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