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Cuando Johan y Kristin Driessen conocieron las tierras alicantinas que bañan el Mediterráneo ya no hubo marcha atrás. Después de vivir en Bélgica, la ... luz y el clima les enamoraron, y confiaron en el arquitecto Antonio Altarriba para que diseñara la casa de sus sueños, un chalé en Las Rotas pensado para que se pueda ver el mar desde cualquier punto de la casa, convirtiendo así el azul del horizonte en una parte más de sus estancias.
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La colaboración entre Altarriba y los Driessen fue tan satisfactoria que se convirtieron en amigos y siguieron colaborando. Esta pareja belga buscaba lugares que reflejaran todo aquello que define la Comunitat Valenciana. Y lo encontraron en una partida de naranjos en Beniarbeig, un municipio alicantino ubicado en la Marina Alta y todavía en explotación. Se llama la finca Bonaterra, porque sus propietarios pensaron que la tierra allí era buena. «A ellos les hacía ilusión convertir una casa antigua en algo habitable». Y tanto que lo es, orientado al sur, con las montañas detrás y los naranjos convertidos no solo en parte del paisaje. Tan importante era para los propietarios que siguiera siendo una finca en explotación que la casa y también la piscina están en alto para que el riego no sea un problema.
La vivienda original no parecía tener mayor interés, pero la realidad es que escondía unos tesoros que nunca hubieran imaginado. Por ejemplo, un muro de cantos rodados de río. Paredes hechas con ladrillo macizo que había quedado oculto. O el forjado abovedado. Así que decidieron poner en valor aquellos materiales que habían quedado ocultos y la casa se fue transformando gracias a las ideas de Antonio Altarriba y su equipo, pero también de los Driessen, convertidos prácticamente en jefes de obra. «Johan y Kristin han sido parte fundamental del proyecto», explica el arquitecto, que cree que han podido hacer un perfecto tándem. «Junto con el constructor, Luis Pérez, han aportado mil ideas y mil formas de hacer, y yo creo que sin ellos el resultado no hubiera sido tan bueno. La unión entre su forma de ver las cosas y la mía ha permitido que Finca Bonaterra sea un proyecto del que nos sentimos muy orgullosos».
Antonio Altarriba ya cuenta con quince arquitectos trabajando en un estudio que ha conseguido un estilo muy reconocido que los clientes buscan y valoran. Poner en valor el entorno, usar materiales que dialoguen con él y hacer un uso sostenible del espacio son conceptos que ha ido aplicando a sus proyectos.
La antigua casa se ha transformado en el edificio principal, donde se sitúa el salón, la cocina, el porche cubierto y dos habitaciones en la planta superior. El conjunto se extiende hacia el oeste con una nueva construcción, donde se ha mantenido el estilo tradicional del edificio contiguo para que hablaran el mismo idioma. Este volumen de dos plantas alberga un lavadero y una sala de máquinas, un espacio multiusos y en la primera planta dos habitaciones con acceso directo desde la planta inferior.
Entre estas dos construcciones, la rehabilitada y la de nueva planta se genera un espacio abierto pero tamizado por la madera, unidos por dos muros de piedra de canto rodado de la zona. De esta manera, se crea un porche abierto que se convierte en el eje central del proyecto, y donde Antonio Altarriba vuelve a demostrar su maestría con el uso sostenible de los elementos para tamizar la luz. Además, otro volumen de piedra se construye para albergar las máquinas de labranza de la finca, y de esta forma facilite la explotación de la finca de naranjos, que han permitido que lleguen hasta la vivienda. La piscina, que se sitúa en el eje central recuerda a una de las balsas de riego que se usan en las fincas agrícolas para que se integre en el entorno y, al mismo tiempo, ayuda a vertebrar los edificios principales con otra antigua construcción que se rehabilita para tener otras dos habitaciones.
Johan y Kristin Driessen buscaban reformar esta finca para ponerla en alquiler, y el resultado ha sido un lugar donde la madera, la piedra, el canto rodado, el cañizo y el ladrillo macizo protagonizan un proyecto único y diferente a los que había hecho Altarriba hasta ahora, pero que sigue destilando esa cercanía por el territorio que le ha permitido definir un estilo propio. Estancias como el porche cubierto permiten diluir el interior y el exterior, y permite que los espacios aprovechen el clima mediterráneo.
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