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Elena Meléndez
Miércoles, 20 de septiembre 2017, 20:59
Tanto Blanca como Marta Handrich se han planteado en alguna ocasión escribir un libro sobre una historia familiar, la suya propia, que definen como «curiosa». Lo primero que llama la atención de ellas es su poco frecuente apellido, especialmente si tenemos en cuenta que ambas son valencianas, al igual que sus padres. Lo heredaron del abuelo materno, de origen alemán, y se trata en realidad de su segundo apellido, aunque decidieron anteponerlo. La razón, que al ser hermanas de madre es el único que tienen en común, de modo que han buscado con él un punto de diferenciación.
«El padre de nuestra madre luchó en la Segunda Guerra Mundial con las juventudes hitlerianas y acabó en un campo de concentración francés. Toda su familia desapareció y los jesuitas lo trajeron hasta el País Vasco donde inició la preparación para ordenarse como sacerdote», relatan. Pero el destino hizo que lo trasladaran hasta Valencia, donde conoció a la que sería la abuela de Blanca y Marta, con la que se marchó a vivir a Madrid. «Cuando nació mi madre se la dejaron a los abuelos de ella para que la criaran. Ellos se separaron. Nunca hemos conocido a mi abuelo, sabemos que vive en Barcelona y cosas de su vida, porque sí que tenemos contacto con otra hija que tuvo en su segundo matrimonio», explica Marta.
A las dos las separan doce años de edad, distancia suficiente que a Blanca le hizo pensar durante gran parte de su infancia que sería hija única para siempre. La noticia de que iba a tener una hermana le entusiasmó y aún recuerda cuando, estando una noche jugando con amigas en El Saler, la llamaron para decirle que acababa de nacer Marta. «Antes de tener a mis hijos yo decía que era lo mejor que me había pasado. Llegó para cambiar mi vida para bien y por completo», explica Blanca.
Para la benjamina de la casa, su hermana mayor se convirtió desde el principio en un referente que jugaba con ella, la recogía del cole o la llevaba a pasear con sus amigas. Blanca, entretanto, creció y estudió la carrera de Comunicación Audiovisual con el fin de ser directora de cine. ¿Su objetivo? Adaptar a la gran pantalla la trilogía de ‘El señor de los Anillos’. «La pena es que Peter Jackson se me adelantó», se lamenta con sonrisa irónica. Tras trabajar un tiempo en la Mostra, en el Valencia CF o en Canal 9, se sumó a las filas de una agencia de comunicación. Allí estuvo varios años trabajando en prensa internacional de vela hasta que los reajustes de horarios que supone la maternidad la animaron a crear, junto a Marta, su propio proyecto de comunicación y redes sociales. «Yo estudié Periodismo y siempre me apasionó el mundo de la moda, de ahí que también decidiera lanzarme como instagramer. Trabajar juntas me aporta muchísimo, Blanca es mi referente», reconoce Marta.
El amor por el cine de Blanca y la vena artística no explotada de Marta confluyen en una fantasía común, que pasa por protagonizar un musical. «En otra vida #nos habría encantado participar en ‘Los miserables’ o ‘La La Land’. Siempre le #he pedido a Blanca que escriba una serie que pueda protagonizar yo», detalle Marta. Blanca añade: «Me encantaría que además hubiera que bailar mucho claqué. Es mi asignatura pendiente. Me fascina Fred Astaire»
Blanca destaca de su hermana la frescura, la espontaneidad, la creatividad, inteligencia, sentido del humor y su capacidad para gestionar las cosas menos agradables de la vida. Marta responde y confiesa que todo lo importante que ha aprendido en la vida, tanto a nivel profesional como personal, se lo ha dado Blanca, pues sabe que su consejo es siempre el acertado. Para las dos su niñez fue bonita y divertida, con una madre creativa y de espíritu libre a quien le gustaba disfrazarse y compartir travesuras junto a sus hijas. «Cuando éramos pequeñas mi abuela vivía con nosotras. A veces le atrasábamos el reloj para que se acostara un poco antes. Si encendía la radio y veía la hora que era en realidad, protestaba», recuerda Blanca pese a que Marta confiesa que su hermana mayor siempre fue la responsable de la familia. «Cuando llegaba algún suspenso en cálculo mi madre y yo le ocultábamos las notas a Blanca», revela con gesto cómplice.
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