

Secciones
Servicios
Destacamos
Hay dos apellidos en Valencia que pueden decir con orgullo que llevan el gen sedero, una tradición artesana textil que ha llegado hasta nuestros días ... no sin dificultades. Uno es Catalá, que ya va por la octava generación. «No debe haber otra familia en España vinculada al textil con tanta historia, y muy pocas en Europa», asegura Guillermo Catala. La otra es Garín, que se remonta al siglo XVIII, al menos desde que se tienen noticias. No ha sido fácil porque con la modernización y el siempre complicado relevo familiar muchos otros se quedaron por el camino. Los Garín tienen muy claro que para poder continuar y hacerlo con éxito debe haber sólo un heredero. Así lo contaba Elena Ribes Martí, que lleva Garín como tercer apellido y es la séptima generación desde que Mariano Garín se matricula como aprendiz en el Colegio del Arte Mayor de la Seda en 1748. «Hay mucho de generosidad cuando mis hermanas deciden no continuar y que sea yo la que me haga cargo de la empresa familiar», explica, y cuenta cómo su padre les decía que para salvar empresa y familia era necesario hacerlo así. Atribuye a la diversificación el secreto de haber podido llegar vivos hasta el siglo XXI.
Noticia relacionada
Cuenta Guillermo Catalá cómo los telares Jacquard, que se inventaron a principios del siglo XIX y que permiten crear los valiosos espolines, fueron desapareciendo. «Cuando te vas modernizando es chatarra. Se guardaron tres en un cajón de milagro, y mi padre los volvió a poner en marcha». Garín conserva once telares de este tipo, un patrimonio que ahora está a salvo gracias al museo. La familia Garín llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de Moncada para que el patrimonio material de la empresa pudiera ser expuesto en un espacio propio, que abrió al público hace una década. Pero Elena Ribes alerta de que no sólo hay que salvar lo material, también lo inmaterial. Técnicas que se pierden, como la del realce, que ya no hay nadie que sepa hacerla, porque «formar es muy caro y conforme se jubilan los artesanos no hay reemplazo. La edad media de los trabajadores está cerca de los sesenta», asegura. Por este motivo han decidido presentarse al Premio Nacional de Artesanía que entrega el Ministerio de Cultura, para que el saber hacer no se pierda.
Tanto Garín como Catalá han tenido que redimensionar sus fábricas; en la de Moncada llegó a haber 300 personas trabajando, en Catalá un millar. Ahora están en otro momento, en el de la especialización, con la indumentaria valenciana como principal mercado, complementado con la eclesiástica -desde casullas hasta vestimenta para santos-. De hecho, Catalá recibió el encargo del Gremio de Sastres y Modistas para la confección del manto para la coronación de la Virgen de los Desamparados. Además, trabajan con el Palacio Real reproduciendo tejidos antiguos que hay que reemplazar.
Tanto Elena Ribes como Guillermo Catalá destacan cómo la pandemia fue un momento complicado para el sector, que tras la vuelta a la normalidad vivió un boom por la indumentaria valenciana. También porque cada vez más hay clientes que no quieren estar todo el día peleándose con China, que prefieren pagar un poco más y saber con quién hablan. Quieren tocar las telas antes de comprarlas, y tenemos mucho que crecer», dice Catalá. El próximo reto es concienciar a la sociedad de que no se copien dibujos que desdeñan el trabajo artesanal, y encontrar financiación para que las técnicas no se pierdan.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.