Federico Félix confiesa su edad. 79 años. «Me encuentro perfectamente, no he tenido ningún problema de salud», asegura el empresario que, recalca, «todavía sigo cotizando a la Seguridad Social». Nos hemos sentado en su despacho, en el edificio donde vive en la calle Félix Pizcueta, ... y con un patio interior que es su trocito de paraíso. Criado en Foios, no puede ocultar -tampoco es que lo quiera- sus orígenes humildes en un pueblo de l'Horta en una familia que se dedicaba a vender con un carro por los pueblos. No es que Federico Félix se ponga sentimental, aunque le demos el espacio para ello; ni siquiera ahora que está casi retirado se muestra nostálgico.
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-¿Qué hace ahora?
-Continúo cotizando a la Seguridad Social, porque todavía soy presidente de todas nuestras empresas, y sigo tomando decisiones. Si me pregunta por mi actividad actual, no tiene absolutamente nada que ver con la que tenía hace unos años.
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-Es difícil saber cuándo irse.
-No es fácil, y por eso la gente mete la pata. O los tiran, o los empujan para que se vayan. Gracias a Dios a mí no me ha pasado. Ahora ya estoy en segundo plano, e igual me llaman para pedirme opinión pero mi actividad ya no es como la de antes. Te tienes que hacer el ánimo, y he tenido la suerte de que nadie me ha apartado, que me he ido yo solo.
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Relata sus visitas a Helados Estiu, donde se sienta a veces con su hija María José, que dirige la fábrica, la gestión tranquila de Aguas de Chóvar, de sus paseos por las tierras que tiene en pleno rendimiento o de sus caminatas durante casi dos horas seis días a la semana por el cauce del río, por la playa de Cullera o por la sierra en Nàquera. «Vivimos ocho o nueve meses en Félix Pizcueta y si tengo ganas de ver campo, me asomo y veo el limonero», bromea. El patio interior del edificio donde vive es un oasis en pleno Ensanche noble, un lujo que habla de sus éxitos.
-Ahora que está más retirado, ¿le ha dado tiempo a mirar atrás?
-Nunca he sido una persona muy reflexiva, yo soy impulsivo, de acción. Lo que sí he hecho es dar gracias a Dios porque todo, o casi todo lo que me ha pasado, ha sido bueno.
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-Hay una parte de su carácter, de su forma de ser, que le ha permitido lograr esos éxitos.
-Estoy seguro, porque yo no vengo de una familia de empresarios. Mi familia comenzó con un almacén de ultramarinos en Foios, e íbamos en carro vendiendo por los pueblos. Fue mi padre quien vio que aquello no tenía futuro y nos metimos en el negocio de los pollos con una sala de incubación a la que llamaba máquina de hacer dinero: ocho mil pollos cada veintiún días a catorce pesetas cada uno. Eso era fortunón en la época, lo que nos impulsó para hacer otras cosas. Y no es que mi padre fuera más listo, era más inquieto.
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-Habla de la suerte.
-Es indispensable en la vida tener algo de suerte porque creo que hemos llegado en el momento oportuno a los sitios. También hay algo de 'trellat' y de saber dar la vuelta en el momento oportuno. Dicho esto, he entrado en carreteras sin salida y allí me he quedado, esperando que alguien me sacara. Si juegas duro en los negocios siempre va a haber momentos muy difíciles, por muy bien que vayan las cosas.
-Usted además ha tenido la necesidad de participar en la sociedad. ¿Por qué?
-He tenido la necesidad de actuar. Soy un poco farolero y si he podido ir el primero mejor. Después he reflexionado y con los años, aunque estaba todavía en plena forma, me he hecho más reflexivo y menos invasivo. Eso sí, tengo que estar en la foto de grupo. Que yo ya tengo 79 años, pero he tenido y tengo una salud de hierro. Todavía me funciona muy bien la terraza (ríe).
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-A usted se le considera la persona que propició que el PP y UV llegaran a un acuerdo para gobernar en 1995. ¿Qué papel jugó usted en aquellas negociaciones?
-Yo fui el ejecutor del pacto del pollo, pero detrás había dos docenas de empresarios empujando esa idea. ¿Por qué entramos ahí? Porque González Lizondo no quería pactar con Zaplana, de ninguna de las maneras. Decía que él pactaba con quien fuera menos con él. Pero aquello no tenía sentido.
-¿Y Zaplana que decía?
-Lo único que decía es que tenía orden del partido de que o firmaba para ser presidente o no firmaba. El acuerdo llegó a las cinco de la mañana, en mi despacho de la calle Isabel La Católica. Y así fue como Unió Valenciana se quedó con muchas competencias importantes dentro del Gobierno, pero poco a poco Zaplana fue remando para casa y cuando quisieron darse cuenta tenía más poder que nadie.
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-¿Por qué cree que ha podido conseguir que llegaran a acuerdos, conciliar ideas y liderar proyectos?
-'Llaurant recte' -es una expresión de la huerta que significa actuar de forma correcta-. Porque siempre he defendido algo que es bueno para todos.
-¿Y qué consejo les daría a quienes ahora van a formar gobierno?
-Que nadie entendería que no llegaran a acuerdos, que lo tienen más fácil que entonces. Y que no se olviden de defender los intereses valencianos.
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-¿Tiene una espina clavada con el corredor mediterráneo? ¿Que todavía no es una realidad?
-Yo creo que ahora ya está muy encaminado, que vamos con un año o dos de retraso, pero ya no tiene vuelta atrás. Hace unos cuantos años que comencé a defenderlo, porque vi que el corredor era fundamental. He peleado mucho y he dado más vueltas que un tonto para reivindicarlo. Y sí, también me ha quitado mucho tiempo.
-¿Cree que, como ocurrió con el AVE, esta infraestructura va a ser una realidad en parte gracias a usted?
-No lo he pensado nunca, pero sí estoy convencido de que algo he ayudado; tantas páginas de periódicos, tanta televisión... Yo he sido un 'espentaor' del corredor y del AVE. Todavía me acuerdo cómo Rita Barberá, el día de la inauguración del AVE, me dio las gracias públicamente. De aquellos titulares que decían 'AVE Félix'. Pero es que yo creo que en todo aquello que reivindicábamos siempre hubo mucho sentido común. Y tuve la suerte de tener gente al lado que me dio mucha fuerza, a pesar de los políticos.
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-¿Se lo han reconocido?
-Un día me para un señor por la calle y me dice: «gracias, usted me ha hecho la vida más fácil, antes me quedaba en Madrid toda la semana, ahora voy y vuelvo todos los días. No sabe todo lo que ha hecho por mí y por mucha gente». Es en ese momento cuando te das cuenta de que ha valido la pena todo el trabajo y algunos disgustos. Un gesto así ya vale todo el dinero del mundo.
-¿Cree que tiene relevo?
-En la empresa sí, tengo tres hijas maravillosas, educadas por su madre, que ha sido un ejemplo. En la empresa, María José Félix no puede hacerlo mejor, eso sí, a base de mucho sacrificio.
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-¿Y en la sociedad civil?
-Creo que la raza valenciana ayuda a que salgan personas de este tipo, quizás con demasiado genio y personalismo, adecuado si ese carácter sirve para pelear.
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