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MARÍA JOSÉ CARCHANO
Valencia
Lunes, 27 de noviembre 2017, 20:15
No aparenta el doctor Félix Checa, jefe de servicio de Cirugía del hospital de Sagunto, los 65 años que dice tener. «Habrá que mirar otra vez mi DNI», bromea, aunque luego reconoce que no es la primera vez que alguien se lo comenta. Practica una contención en su conversación que no disimula la pasión que siente por el trabajo, tan protagonista de su vida que le cuesta imaginar el momento en que se retire. Ahora su atención está puesta en un congreso donde preside el comité organizador y al que asistirán los mayores expertos en cirugía oncoplástica de cáncer de mama, en el que él mismo se ha especializado. No en vano, en treinta años de investigación y práctica ha contribuido a esos grandes avances científicos que se han producido. «Antes sólo podíamos cortar, poco más». Quedamos en el mercado de Colón, y a pesar de que ya está cercana la hora de comer y nos sentamos en una cervecería se pide un cortado, y corto de café.
-La medicina es una de las carreras más vocacionales, donde en muchos casos un familiar que cura ha aparecido en la infancia del futuro médico.
-No fue mi caso, porque no tengo parientes cercanos que fueran médicos. Sí es verdad que siempre ha ido asociada a la vocación porque el objetivo es curar y requiere algunos sacrificios, pero a mí me gustaba desde el aspecto científico, desde esa curiosidad que mueve toda la investigación. Yo era muy aficionado a la biología.
-Ha tenido una trayectoria brillante y se especializó en cirugía oncoplástica mamaria. ¿Está satisfecho?
-Bueno, uno nunca está contento del todo y siempre piensa que podría haber hecho esto o lo otro, pero yo creo que no hay que pensar mucho más porque no puedes volver atrás.
-¿Es debido a una ansia de perfección?
-También de autocrítica y de ambición. Se mezcla todo. No tengo tanto como para estar demasiado satisfecho porque siempre quieres llegar un poco más alto. Además, yo creo que es lo que mueve las profesiones.
-¿Cree que el respeto hacia los médicos se gana?
-Por supuesto, pero se gana más desde el punto de vista humano que profesional. La gente no sabe cuál es tu nivel como médico, aunque ha oído que hablan bien de ti en realidad el respeto se consigue con las palabras, desde el aspecto personal, si le tratas bien. Puedes ser el mejor pero si te comportas como un cubo de hielo y no llegas a la gente no conseguirás esa parte de la curación que depende de la confianza y la fe que tú como médico inspiras.
-¿Cuesta todavía, después de tantos años, decirle a una mujer que tiene cáncer?
-Sí, sobre todo cuando intuyes que no se lo espera, así que hay que hacerlo de forma progresiva, dando tiempo a que lo vaya asimilando, porque sabes que su vida va a cambiar, como poco, y el temor está ahí.
No habla de espinas clavadas, pero sí de esa insatisfacción por las iniciativas que podría haber emprendido y quedaron por el camino. «Si pudiera volver atrás haría algunas cosas de forma diferente, aunque eso es trampa porque no tenía la experiencia que tengo ahora». Quién no lo dice, aquello de volver atrás sabiendo lo que sabemos una vez alcanzada la madurez.
-Es quizás la suya la profesión más expuesta al sufrimiento de los demás. ¿Se impone una barrera psicológica?
-Depende de cada uno. Muchas veces lo haces de forma inconsciente. Al final es una pura defensa. El dolor ajeno siempre te afecta, aunque aparentes ser traslúcido y parezcas más frío de lo que en realidad eres. Sobre todo cuando es una persona joven y sus esperanzas dependen en parte de ti.
-¿Es duro hasta el punto de llevarse ese dolor a casa?
-Algunas veces, sobre todo si los tratamientos no salen como esperabas. Ahí sigues dándole vueltas, y con la duda de si has hecho lo mejor.
-¿Cuál es su vía de escape?
-Me gusta la música desde siempre, y para mí es esa vía de escape tan necesaria. He crecido escuchando a mi padre, que tocaba el violín muy bien, y a mi hermana, que es profesora de piano, ensayando. La verdad es que no sé si acerté al centrarme en la medicina pero yo la veía a ella, diez años mayor, practicar ocho horas diarias y me parecía muy sacrificado. Que lo es. Y para las dos cosas no había tiempo.
-¿Piensa en el momento de retirarse, ahora que ha alcanzado esa edad en la que mucha gente se jubila?
-No lo pienso, porque aunque institucionalmente no pueda seguir en la administración pública siempre hay fórmulas para continuar de forma directa o indirecta. Y si no, puedo descansar, que tampoco pasa nada. Quizás viaje, porque no he gozado de demasiadas oportunidades para hacerlo y me apetece.
-Ha tenido hijos pero ninguno es médico. ¿Siente una pequeña frustración por ello?
-En absoluto, han hecho lo que les ha gustado y están donde quieren estar. Bueno, el pequeño todavía estudia, pero tampoco le veo inclinación hacia la medicina. Lo importante es que piensen en el valor del esfuerzo, del trabajo y de marcarse unas prioridades. Les he inculcado el librepensamiento y he intentado enseñarles a tener criterio, a ser críticos. Son gente buena, así que para mí eso es lo esencial.
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