Fernando Aliño, en el balcón del restaurante que gestiona en el Ateneo Mercantil. ROSA GARCÍA

Fernando Aliño: «Los apellidos marcan un plus de dedicación y responsabilidad»

El empresario ha visto desde pequeño cómo su madre gestaba un catering que se ha convertido, cuarenta años después, en una firma que gestiona masías, restaurantes y diversos espacios. Uno de sus grandes orgullos es haber podido recuperar Masía Aldamar, que compró la familia Lassala hace doscientos años

Domingo, 23 de junio 2024, 00:13

Todavía se acuerda Fernando Aliño cuando de adolescente veía a su madre, Isabel Alfaro Lassala, trasteando en la cocina de la casa donde vivían, preparando banquetes en lo que fue el inicio de un catering de la época, hace cuarenta años. Quizás fue aquel recuerdo ... el que le acercó a la empresa familiar después de volar alto y en solitario, primero como director comercial de una empresa azulejera, posteriormente como director de hotel y de una cadena de restauración. «Sin pretenderlo, estaba preparando mi hoja de ruta para dedicarme a lo que realmente me apasiona desde siempre, el mundo de la cocina». No ha sido un camino fácil, y ahora que están de aniversario Fernando Aliño mira atrás, recordando momentos muy difíciles y otros mucho más dulces, como el actual.

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-¿Se puede hacer balance?

-Hemos tenido dos malos momentos, nos ha tocado vivir dos crisis, la de 2008-2009, que fue una época muy dura, en la que gestionábamos varios espacios emblemáticos en Valencia, el Veles e Vents y el Mercado de Colón. Entonces había muy poco turismo, y coincidió además con que la demanda cayó muchísimo. También fue dura la pandemia, pero teníamos mejor estructura, éramos más fuertes y con un equipo mejor y más profesionalizado.

-¿Se aprende de los momentos en los que se complica dormir por las noches?

-Sí, se aprende. Se aprende a no volver a cometer los mismos errores, porque cuando hacemos balance de lo bueno y lo malo que nos ha sucedido, sigues adelante, porque después de cuarenta años ha habido más cosas positivas que negativas. Y todo son experiencias.

-Con la complejidad añadida de que se trata de una empresa familiar, tan común en la Comunitat Valenciana.

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-La empresa familiar es una experiencia de vida, y es cierto que lo más importante es no llevarse los problemas a casa, además de tener mucha conexión con la familia. También parcelar las áreas: mi madre es la propietaria, la socia con mayor participación, y a partir de ahí se han ido definiendo las funciones de cada uno; mi hermano lleva la parte más financiera y yo la estratégica y de operaciones. La clave es poner cada uno de su parte para llevarse bien, como en cualquier otra empresa. Y hacer un buen equipo.

Fernando Aliño. ROSA GARCÍA

-¿Qué enseñanzas les ha dejado su madre?

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-La honestidad por encima de todo, además de cuidar mucho los detalles y haber conseguido transformar espacios muy bonitos. La calidad de la comida, por supuesto, y creo que es uno de los aspectos que distingue al Grupo El Alto. Y, por último, que las personas que estén con nosotros estén satisfechas. Para nosotros es fundamental.

-¿Cree que la parte humana de una empresa tiene que ponerse en valor?

-Y más ahora, cuando se habla tanto de sostenibilidad, de responsabilidad social corporativa... es muy importante formar un buen equipo. No es fácil, porque la gente trabaja fin de semana, pero la conciliación es fundamental ya que tiene que ver con la sostenibilidad en el lado más humano de la empresa. Más después de la pandemia, cuando la gente ha relativizado muchas cosas y le da más importancia a su vida privada. No hay otra forma de crear un buen equipo.

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La huella de Lassala

Detrás del Grupo El Alto está Isabel Alfaro Lassala y tres de sus cuatro hijos, Fernando, Nacho e Isabel, que gestionan Masía Aldamar, la finca que hace doscientos años compró un Lassala y que pudieron recuperar y restaurar hace unos años. También otros espacios singulares, como La Barraca del Palmar o Molí del Ballestar, en Benaguasil.

-Es un momento complicado en este sentido para la hostelería, que se queja de la falta de profesionales.

-Nosotros movemos mucho personal, una gran parte fijos discontinuos, y el perfil ha cambiado. Antes había trabajadores que tenían un primer trabajo y luego completaban su salario los fines de semana, pero esa situación se ha terminado. Más allá de los estudiantes, la gente quizás se ha acostumbrado a vivir con algo menos y a disfrutar de tiempo libre. Porque la hostelería es muy bonita, muy vocacional y, a veces, muy dura.

-Viene de una familia perteneciente a la burguesía valenciana, que gestiona directamente espacios que pertenecieron a su familia hace doscientos años. ¿Qué peso tienen los apellidos en su trabajo?

-Somos unos rara avis en el sector, porque la familia sigue involucrada en los eventos de una forma directa. Yo creo que el ojo del propietario es uno de nuestros activos, pero al mismo tiempo sabemos que tenemos un plus de responsabilidad. Por ejemplo, para abrir Atenea Sky, un espacio que cumple su primer aniversario, hemos recorrido muchos áticos y la restauración no suele ser muy buena, así que nos hemos implicado muchísimo para hacerlo bien porque de otra forma podría afectar al resto de la compañía. Además, en muchos de los eventos hay clientes o amigos y es importante estar ahí, lo cual implica mayor dedicación y responsabilidad. Desde luego, no tiene nada que ver con que un catering de una gran empresa, con el plus de que ahora se está incorporando ya la siguiente generación.

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-¿Es complicado transmitir a esa generación joven que llega toda esta herencia?

-Claro que es complicado, pero se trata de destacar por encima de todo la profesionalidad. Porque mi sobrino dentro de la empresa no es mi sobrino, y eso hay que trabajarlo. E intentar no hablar del trabajo en casa, aunque es complicado.

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-Es más difícil todavía desconectar...

-Si lo hacen los trabajadores, nosotros también tenemos que dar ejemplo. La realidad es que si fuéramos a todo no tendríamos vida, así que tenemos que delegar. Yo este último año he levantado un poco el pie del acelerador.

-Y si miramos hacia adelante, ¿piensan en crecer? ¿En otros proyectos?

-Fuimos muy fuertes en restauración, no había un restaurante más bonito en Valencia que El Alto y estamos explorando la apertura de nuevos restaurantes y espacios singulares para eventos. Además, estamos también inmersos en un proyecto de restauración en centros deportivos, un sector muy complicado, pero en el que ya tenemos experiencia. Es que yo creo que hay que tener siempre ilusión por hacer cosas nuevas.

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-¿Cómo ve Valencia en este momento?

-Valencia ha cambiado muy rápido y ahora el objetivo debe ser posicionar la ciudad como un destino para nivel adquisitivo medio alto. Es complicado, porque hay que poner de acuerdo a muchos colectivos, y yo estoy más a favor de regular, que no prohibir, en relación de temas como los apartamentos turísticos o los cruceros. Además, creo que todavía tenemos capacidad de crecimiento en el turismo de congresos.

-¿En qué ciudad deberíamos mirarnos porque lo está haciendo bien?

-Desde que las compañías se han democratizado hay muchos destinos saturados, y yo creo que lo importante es crear una estrategia. Hay ciudades como Málaga que lo están haciendo y bien y aquí la gastronomía y el territorio pueden ser el motor que nos sitúe. El 'claim' de Visit Valencia 'La despensa de Europa', poniendo en valor la huerta o la Albufera en el año en el que somos capital verde puede ser el camino donde más esfuerzos debamos hacer.

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-Forma parte de la comisión ejecutiva de Visit Valencia, ¿por qué ha querido involucrarse?

-Tiene que ver con la personalidad de cada uno, y yo estoy convencido de que si quieres una ciudad mejor es necesario colaborar. Sí, es verdad, me dicen que me meto en demasiados líos, pero a mí me gusta involucrarme.

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