![Ana García-Rivera, una separación, una reconciliación y una Navidad «extraña»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202301/02/media/cortadas/image2-Rp6Uxq6OYDDRZwAkkR3IizO-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Una separación, una reconciliación y un caso de acoso escolar están detrás de la decisión de Ana García-Rivera, que este verano decidió dar un giro radical a su vida y marcharse un año con su familia a Tailandia. Casada con Iván Martínez-Colomer, heredero ... de una de las familias industriales más conocidas de Valencia (Marcol), Ana tuvo el firme convencimiento de que un cambio de aires no les vendría mal, después de que unos meses antes se hubieran reconciliado como pareja tras estar un año y medio separados. Además, su hijo había tenido un problema de acoso escolar en el colegio y pensaron que poner tierra de por medio podía ser una buena opción para vivir nuevas experiencias y tomar aire.
Cinco meses después de aquella marcha, han pasado las fiestas a más de diez mil kilómetros de Valencia, en un continente, Asia, donde apenas unos pocos expatriados y católicos celebran la Navidad. “Imagínate yo, que me volvía loca con las decoraciones, me he dado cuenta de que son rituales con un componente social muy importante, en el que te dejas llevar”.
Antes de comenzar los días grandes de las fiestas, Ana García-Rivera decidió marcharse con su hija, de nueve años, a Vietnam, donde pudieron descubrir un país “que me ha enamorado”, explica la comunicadora, que está echando una mano a su marido en un proyecto empresarial en Tailandia. En Nochebuena, ya en Bangkok se sumó su hijo mayor, llamaron a la familia y pidieron un servicio de habitaciones especial para celebrarla los tres juntos, y donde no faltaron los regalos. "Fue una sensación extraña, pero lo disfrutamos mucho". Por último, “el fin de año nos visitaron amigos de España e hicimos comida larga con tardeo frente al mar. Por la tarde/noche saltamos las siete olas para dar la bienvenida al 2023 y ya en casa con los niños, como no teníamos uvas, nos pusimos las campanadas del año pasado en Youtube (hay una diferencia de seis horas) y nos comimos 12 chocolatinas redondas”.
Siempre positiva, Ana García-Rivera va relatando cómo es su día a día a través de sus redes sociales en la isla tailandesa donde viven, Koh Samui, un lugar paradisíaco de playas de arena blanca y agua turquesa que les ha enamorado. Desde allí están conociendo diferentes lugares de Asia y viviendo las diferencias culturales que existen con Europa. "Los primeros meses fueron bastante impactantes. Por ejemplo, el tráfico. Aquí, literalmente, hay que rezar si quieres cruzar una calle, y confiar en que te van a esquivar". La comida callejera también les ha llamado la atención, sobre todo porque en España (y en cualquier país occidental), la venta ambulante, sobre todo si es de alimentación, está muy regulada.
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"Dejas la seguridad de tu país y te invade una sensación de miedo e incertidumbre". Ana cree que lo importante es llegar a entender los códigos de Asia e ir con los ojos muy abiertos para no perderse nada. "Mis hijos van a un colegio internacional con compañeros de más de sesenta nacionalidades y se han adaptado a las rutinas enseguida; los dos tienen amigos y es fácil relacionarse porque estamos en una zona muy segura".
Y mientras exprimen cada minuto de esta experiencia vital, Ana García-Rivera reconoce que se cortaría un brazo por "un plato de jamón, una ensaladilla rusa, unas bravas y una cerveza de grifo bien tirada. En Vietnam, por su pasado colonial francés, tienen pan, y nos comimos unos bocadillos que a mi hija y a mí nos supieron a gloria. En Tailandia es muy complicado encontrarlo, y más en la isla donde vivimos".
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