Contaba en una entrevista en LAS PROVINCIAS Carlos Simón cómo el doctor Bonilla «nos inculcó a todos que había que avanzar siempre, que el médico no es el fin, es el comienzo». Les repetía además que la obligación que tenían era la de «mejorar lo ... que hemos recogido para que las siguientes generaciones sigan avanzando». Todavía recuerda Carlos Simón cómo a las cinco de la mañana «teníamos que estar en su clínica para escribir, preparar, pensar y estudiar, porque a las ocho comenzábamos en el Clínico». Fernando Bonilla se ríe cuando lo recuerda, cómo «obligaba a venir hasta esta clínica en la calle Navarro Reverter a los que estaban haciendo las tesis doctorales conmigo. Y han sido casi 150».
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Como Carlos Simón, ha habido otros profesionales que han alcanzado el prestigio y el reconocimiento internacional y que comenzaron junto a Fernando Bonilla en el Hospital Clínico, aprendiendo de un maestro que tenía el carisma suficiente para conseguir que ellos sacaran lo mejor de sí a nivel profesional. Y Bonilla habla con orgullo de los que considera sus discípulos, «He tenido la suerte de que mi padre me dirigiera, pero sobre todo que detrás de mí llegaran Toni Pellicer, Pepe Remohí, Vicente Serra, Carlos Simón... que son hoy en día mundialmente conocidos, que los he parido científicamente. Y algunos también físicamente», ríe.
Que se sintieran acogidos, bien llevados y aupados profesionalmente es un don que no está en las manos de cualquier docente, pero Bonilla sabía que, por encima de todo, era profesor. «Y hay una cosa que es muy importante para alguien que enseña: necesitas tener discípulos que te ganen, y cuando los tienes, que es lo que a mí me ha pasado, has llegado al culmen. Puedo decir que lo he conseguido», asegura Fernando Bonilla en la entrevista. De hecho, seis de sus discípulos son catedráticos y, junto a él, tanto Pellicer como Remohí forman parte de la Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana.
Debido a los escasos medios que tenían en el Hospital Clínico, donde consiguieron el primer bebé probeta de la sanidad pública, una niña que nació en 1985, Fernando Bonilla, Pepe Remohí, Toni Pellicer y Miguel Ruiz decidieron crear el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI). «Teníamos muy pocos medios, pero éramos libres de hacer lo que quisiéramos», contaba Remohí en aquella entrevista. Miguel Ruiz se fue y creó otra clínica, Crea, mientras que Fernando Bonilla decidió regresar a la Universitat y al Hospital Clínico «porque hacía falta». Y eso que reconoce que si se hubiera quedado en el IVI «podría haber investigado mucho más y también hubiera ganado más dinero», aunque tiene claro que su vocación como docente era demasiado fuerte. Hace
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Y, de hecho, Bonilla cree que el Hospital Clínico Universitario de Valencia «tiene un prestigio extraordinario gracias a los catedráticos que ha habido», y se muestra crítico con quien ha sido su sucesor. Uno de sus grandes orgullos es además que más de 400 profesionales en América Latina viajaron a Valencia para formarse con él. Bonilla asegura que en estos países, tanto de habla hispana como portuguesa, se ha reconocido su labor de una forma extraordinaria, y enseña en una vitrina piezas de arte que iba trayéndose de sus viajes al otro lado del océano. »Nunca compré nada, todo me lo regalaron».
Ese cariño lo guarda muy adentro Fernando Bonilla, que admite que cada día que pasa se siente más orgulloso de su trayectoria, y de hecho sigue los pasos de quienes han estado a su lado en algún momento. De la vuelta de Carlos Simón a Valencia, después de años en Estados Unidos, de la creación de la fundación que lleva su nombre, de la venta millonaria del IVI después de convertirse en un gigante de la infertilidad a nivel mundial.
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En esa huella, sus estudios sobre el cuello uterino y el campo de los ultrasonidos tienen un reconocimiento internacional, y de hecho algunos de sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Pero, como buen investigador, le hubiera gustado seguir, porque reconoce que todavía queda mucho por hacer. ¿Qué le gustaría conocer mejor? «La esterilidad masculina», asegura. «A las mujeres las conocemos muy bien, a ellos no tanto, porque siempre ha habido algo cultural ahí, y no debería ser así, porque en el 50% de los casos de infertilidad la responsabilidad es del hombre».
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