![Javier Monedero, Dicoval | Javier Monedero: «En Valencia hay gente que se gasta cada mes 30.000 euros en botellas de vino»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202211/12/media/cortadas/1457782126-R612kz6bFQQoNiy0hog3KyK-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Una pequeña puerta, un timbre. Un mostrador y dos estanterías llenas de botellas, la mayoría de vino, algunas de champán, ocupan todo el espacio del 'showroom' de la distribuidora de Javier Monedero, un empresario que conoce como nadie el mundo del lujo en Valencia, y ... que tiene en exclusiva marcas como Moët Chandon, Krug, Dom Pérignon o Vega Sicilia, por poner sólo algunos ejemplos. El empresario acaba de llegar de la Toscana, donde ha visitado la bodega más antigua del mundo, Antinori, y con los que ha firmado la distribución en exclusiva de sus vinos en Valencia para el próximo año. Propone que la entrevista sea con una copa de champán, y abre una botella de Moët&Chandon. Todo bien, aunque sean las diez de la mañana. Javier Monedero habla rápido, se nota que es un buen conversador, forjado en mil y una mesas de mantel blanco y copas cristalinas con personas que no tienen por qué ser los que tienen una cartera más abultada, sino aquellos a los que les gusta comer (y beber) bien y no les importa gastar en un buen maridaje. Y, brinda por el 'carpe diem', una filosofía de vida que Monedero asegura que se ha adueñado de la sociedad.
Javier Monedero cree, sin embargo, que Valencia es una ciudad complicada para el mundo del lujo, y tiene una teoría sobre el cierre de las tiendas de la calle Poeta Querol. «Yo le pregunto a mis clientes y ellos hablan de discreción, que prefieren hacer las compras en otro lado. Esto no es Marbella, ni Ibiza», afirma el empresario, que no lo ha tenido fácil durante su trayectoria empresarial, que comenzó demasiado pronto y sin que él lo eligiera.
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María José Carchano Begoña Clérigues
-¿Cuántas veces se ha acordado de su padre en todos estos años?
-Todos los días me acuerdo de él. Para mí fue el maestro, otra liga. Decía que la palabra venta empezaba por decir que no. Yo soy más gestor, él era más vendedor. Tenía una frase que está a la entrada del negocio, que dice: «quien trabaja con las manos es un trabajador, quien trabaja con las manos y la cabeza es un artesano, quien trabaja con las manos, la cabeza y el corazón es un artista (que es la máxima expresión del ser humano). Pero quien trabaja con las manos, la cabeza, el corazón y los pies es un vendedor de hostelería» (ríe).
-Murió muy pronto.
-Tenía dieciocho años cuando mi padre murió. Yo estaba estudiando Arquitectura, y mi único contacto hasta aquel momento con el negocio eran los días que mi padre me hacía levantarme a las siete de la mañana para ir al almacén después de volver de la discoteca a las seis. Era de la vieja escuela. Pues bien, tuve que dejarlo para poder ponerme al frente del negocio, porque además tenía una madre y una hermana y había que comer. Pero en aquel momento yo ni siquiera había tomado una copa de vino, no me gustaba. Bueno, quizás había bebido calimocho, todavía no me afeitaba, nunca me había puesto un traje y en la primera reunión fui con una chaqueta cinco tallas más grande. Era un pringado (ríe).
-A esa edad es difícil que lo tomaran en serio.
-Nadie me tomaba en serio. Lo único que llevaba como bagaje era el nombre de mi padre, un persona muy respetada en Valencia. ¿Tú crees que un negocio de esta envergadura puede caer en manos de un chaval de dieciocho años? Tenía que demostrar más que nadie, y conocí gente mala que me engañó. Pero es que en el entierro de mi padre se negociaron el reparto de las bodegas. Gracias a Dios, muy buenos clientes de Valencia me apoyaron. Pero lo pasé muy mal.
-¿Se aprende de esos momentos?
-Hay gente que hubiera entrado en depresión. Yo dije: «hasta aquí. Ahora voy a ir a saco». ¿Cómo se aprende en la vida? Fallando. Fueron momentos muy complicados que me hicieron tener un carácter duro. Lo reconozco, no soy el alma de la fiesta. Me han dado muchos palos.
-Y convirtió el negocio en lo que es ahora.
-A partir de la década de los treinta me llegó la estabilidad, hasta 2008. Yo hasta aquel momento decía: «me hace falta una crisis para ser buen empresario». Vaya que apareció. Un porcentaje muy importante de la hostelería lo pasó mal, y no podíamos cobrar. Encima, en ese momento tuve una inspección de Hacienda. Casi me arruino. Y salí.
-Pero antes, vivió en primera persona la Copa América. ¿Cómo la recuerda?
-Aquello fue bestial, lo mejor que le ha pasado a Valencia en mucho tiempo. Todos los días se vendían cuatro mil botellas de Moët. Estuve en todas las fiestas que se organizaron, y lo que me ha quedado son experiencias alucinantes. Estar con estrellas del cine o el deporte, como Michael Douglas, o Michael Jordan, son momentos que he podido disfrutar.
Habla de experiencias que intenta vivir plenamente, y hace un alegato contra las redes sociales. «No me interesan». Cree que están llenas de gente siempre feliz, y de vivencias poco reales. «A mí lo que me gusta es compartir una mesa con amigos, y experimentarlo de forma plena».
-¿Cómo vivió la pandemia?
-Si le digo que fue la mejor época de mi vida no lo creerá. En mi trabajo recibo un centenar de llamadas diarias. Sólo pensar que no tenía que cobrar, que no tenía que vender y no tenía que pagar fue una liberación para mí. Me dediqué a cocinar, a hacer deporte, a leer.
-Pero la empresa tenía que seguir en marcha, ¿no?
-Habíamos empezado a vender a particulares, con pago al contado. Habilitamos el correo electrónico para que nos llegaran los pedidos y decidimos montar la página online. Nos dimos cuenta de que el modelo de negocio estaba cambiando y funcionó muy bien, nos adaptamos. Además, las bodegas respondieron de forma maravillosa, porque a la entrada de Fallas teníamos el almacén lleno de palés. Devolvimos el producto.
-¿Y en qué momento estamos?
- Ahora estamos ante un cambio de modelo social y económico de mucha incertidumbre. No sabemos hacia dónde vamos, lo que sí es cierto es que se está viviendo un momento de no planificar, porque la pandemia nos ha enseñado que no podemos hacer planes. Además, esa crisis que viene no contribuye a ver el futuro con optimismo.
-¿Usted tampoco lo hace?
-Hago mía la frase que dice que el futuro te genera ansiedad y el pasado tristeza. Tampoco miro hacia atrás. Cuando acabe mi ciclo laboral quizás lo haga, pero ahora mismo no, porque puede ser negativo.
-¿Cuántas personas pueden pagar una de esas cenas exclusivas que organiza?
-¿Conoce la lista Forbes, los valencianos que aparecen cada año como los más ricos? Yo le digo que en Valencia hay muchos más, empresarios que tienen el dinero en sociedades, gente que se gasta 20 o 30.000 euros en vino cada mes. Cuando lanzamos una invitación para uno de estos eventos, donde normalmente hay una bodega y un chef premium, un centenar de personas pueden responder. No obstante, intentamos que sea más reducido, para que se pueda disfrutar mejor de la experiencia.
-¿Cómo es el cliente valenciano?
-Quizás sea más marquista que en otras zonas de España. Yo sirvo a la hostelería, pero también a particulares; tenemos en cartera unos cuatro mil. No son todos valencianos, porque aquí entra gente de medio mundo. Y cada vez hay más interés por el lujo.
-¿Por qué?
-Yo creo que tiene que ver, por un lado, con esa filosofía que hablábamos antes de vivir la vida tras la pandemia. Disfrutar de hoy como si fuera el último día. La gente quiere festejar, quiere reírse, de ahí el incremento tan exponencial que ha habido en el consumo del champán, que supera el 60% con respecto a antes del Covid. Por otro lado, la aparición de economías emergentes, como la India, donde hay mucha pobreza, pero también muchos millonarios que consumen lujo y exclusividad. Además, hay especulación en torno al mercado premium. Me han llegado a ofrecer cantidades enormes de dinero, y al contado, por comprarme todo lo que tenía en el almacén. Me haría rico. Pero yo sería un mal profesional si lo hiciera, porque de quien yo vivo es de mis clientes, sobre todo de la hostelería.
-¿Cómo son los vinos que actualmente se elaboran en la provincia de Valencia?
-Cuando yo empecé sólo había Rioja. No existía nada más, quizás algo de Ribera del Duero. Recuerdo que nosotros incorporamos una bodega de Somontano, y el primer año vendimos ochenta botellas. Patético. Ahora se venden 25.000. Ni hablar de Valencia, una provincia donde el panorama ha cambiado de forma radical, con tres denominaciones de origen (Utiel-Requena, Valencia y cava) y algunas bodegas muy interesantes, como la de Hispano Suizas. El proyecto enológico es muy bueno y el precio medio de venta es de veinte euros, unos importes altos porque en un restaurante ese vino te va a salir por cuarenta o cincuenta euros.
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María José Carchano
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María José Carchano
-Y en cuanto a restauración, ¿qué le parece?
-Hay cambios muy importantes que se han acelerado en los últimos años, en los que han desaparecido la mayoría de restaurantes vascos y gallegos, por ejemplo, y aparecen nuevos actores, grupos inversores y jóvenes con proyectos nuevos muy interesantes. En pocos meses veremos además aperturas que todavía no le puedo contar...
Monedero tiene una hija de diecisiete años a la que desde pequeña le daba a oler la copa porque «el vino es cultura. Me decía, por ejemplo, huele a melocotón. Perfecto». Y se ríe cuando se acuerda de aquellos inicios en los que no sabía nada de vino, tan distintos al presente. Cada día se abre una botella.
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