Jerónimo Ors, en su tienda de la calle La Paz en Valencia. JOSÉ LUIS BORT

Jerónimo Ors: «Mi madre les quitó la chaqueta de pana y el jersey de bolas a los políticos de la Transición»

Sucesor de una de las mujeres más adelantadas a su tiempo, el empresario ha sabido evolucionar una cosmética natural que detecta patologías a través de la piel. «De su legado me quedo con el entusiasmo, que para mí es un regalo de los dioses»

Viernes, 28 de febrero 2025, 01:28

No le ha importado a Jerónimo Ors vivir a la sombra de su madre Paquita, la gran revolucionaria de la cosmética española. De hecho, ahora ... que ha fallecido a la edad de 96 años, su hijo no piensa alterar ni siquiera la estética de las tiendas que salpican la geografía española, con sus angelitos en el techo y un aire de rebotica de otra época. Quizás porque sabe que es parte de su éxito, quizás porque él mismo, con un aspecto de caballero inglés, de modales exquisitos, se siente cómodo con esa imagen. Jerónimo Ors se ha convertido ahora en la cabeza visible de un negocio que en realidad comenzaron juntos en 1988, que ya llevaba de facto desde hace años. La trayectoria de Paquita, valenciana con raíces en Casinos, se remonta a mediados de siglo XX, en su época de farmacéutica en un barrio obrero de Zaragoza, de donde era su marido. Nunca perdió su contacto con Valencia, y Jerónimo ha seguido manteniendo sus visitas a la capital del Turia para ver a sus clientes/pacientes, a quien detecta males internos, sobre todo el más común en esta sociedad, el estrés, observando la piel. Esta entrevista tiene lugar en un piso sobre la tienda de la calle La Paz, una antigua casa de subastas.

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-¿Cuál es el legado que ha dejado su madre?

-Dejó una forma de entender la vida y la estética, que decía que era un estado de ánimo. Dejó unos escenarios, como este en el que estamos, o las tiendas, recreando un estilo humanista de belleza donde lo importante es estar a gusto. Fue sobre todo una gran luchadora y una ferviente feminista con una gran vocación de servicio que quiso que las mujeres fueran dueñas de su cuerpo y de sus vidas, y no tuvieran todos los hijos que llegaban sino los que querían tener para criarlos bien. En ese sentido fue muy precursora. No era ni de izquierdas ni de derechas, sino que era una mujer que amaba la libertad, le gustaba que cada uno pudiera elegir, y también viene por ahí el concepto de la belleza, porque ella creía que era un derecho que todos tenemos a sentirnos bien con nosotros mismos y a gustar a los demás.

-¿Qué ha quedado de ella en usted?

-Sobre todo el entusiasmo, que para mí es un regalo de los dioses. Mi madre trabajó hasta los 89 años, hasta que no pudo por problemas de salud. Ese amor por la vida, por hacer cosas con intensidad, por disfrutar de lo que haces, por tener una enorme curiosidad de buscar siempre más allá, por saber que todo se puede perfeccionar y que hay que intentarlo siempre. Ese creo que es el gran legado de mi madre que yo también les intento transmitir a mis hijos.

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-Han basado sus productos en la botánica. ¿Por qué?

-Mi madre y yo siempre tuvimos la idea de hacer una cosmética social; tenía que ser barata, accesible y eficaz. Y las plantas son baratas. Por ejemplo, la huerta de Valencia tiene una riqueza gigantesca de especies vegetales que sirven para todo en la piel.

-Pero usted ve más allá de la piel.

-Tú eres tú y tu circunstancia, y si cambia la circunstancia cambia la piel. Puede ser por distintos motivos, desde unos exámenes, estrés en el trabajo, un cambio en el ciclo hormonal de la mujer... Hay que conseguir que el tratamiento se ajuste a la persona, no que la persona se ajuste al tratamiento. Ese es gran parte de nuestro éxito.

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-¿Es el estrés la gran enfermedad de nuestro siglo?

-Cuando aumenta el cortisol, bajan las defensas, salen granitos, la piel se irrita, se va afinando, se cae el pelo... y eso se agudiza con la llegada de la primavera. Tenemos muchas sustancias que bloquean el cortisol en la piel. Porque lo maravilloso de este trabajo es que hoy en día con la piel puedes hacer lo que quieras.

-Si mira atrás, ¿ha hecho lo que ha querido? En su caso eligió seguir en la empresa familiar.

-En la despedida de mi madre escribí un texto que se llamaba una vida bonita. Ella la tuvo, triunfó y consiguió lo que quería, tener una empresa honesta, pequeña, que hiciera bien las cosas. Fue incluso asesora de políticos durante la Transición, la persona que les quitó la chaqueta de pana y el jersey de bolas en los años 80 (ríe). Sacamos unos sueros para poner buena cara en los mitines, que eso ni existía y nos hizo espabilar mucho. Así que si miro atrás estoy muy contento y seguiré haciendo mi trabajo lo mejor posible. Creo que he tenido un buen trozo del pastel de la vida y espero seguir viviendo muchos años. Leí que Einstein, cuando estaba ya muy mal, querían operarle de un aneurisma, y los médicos le dijeron que podría vivir diez años más. Él contestó que ya había tenido un buen trozo del pastel de la vida, que le dejaran tranquilo. Pues yo me siento así, y estoy por seguir luchando y disfrutando de la vida porque soy un disfrutón.

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El legado de Paquita

Segunda generación de una empresa cosmética que tiene sus raíces en Valencia, Jerónimo Ors bebe del legado de su madre, Paquita Ors, una mujer adelantada a su tiempo que quiso hacer una cosmética democrática, accesible y eficaz, y se fijó en las plantas. Ahora Jerónimo ve la piel como un chivato que avisa de otros males.

-¿A qué se hubiera dedicado si no hubiera existido la empresa?

-Yo quería ser director de cine. Fui muchos años crítico, hacía mis vídeos y siempre ha existido en mí una dualidad entre el arte y la ciencia. De hecho, mi tío era Francisco Ors, que también hizo Farmacia y a los cuarenta años comenzó su carrera literaria, primero como guionista y luego como autor de teatro. Yo en cambio creo que no hubiera sido lo bastante bueno, pero al menos en este trabajo hay una parte de creatividad muy importante; es cierto que hay detrás un trabajo de años aburrido y monótono en que se van descartando fórmulas, pero es muy bonito esa especie de 'eureka' cuando descubres que una planta es eficaz.

-Pero usted no ha querido perder el contacto con los pacientes.

-No, porque a mí me preguntan si soy dermatólogo o farmacéutico, y yo siempre digo que soy afinador de la piel, porque cuando la piel se desafina la afino. Si la piel va por mal camino, y yo sé reconocer los signos, la volvemos a poner en forma. Sería como una especie de entrenador personal de la piel, y para eso hay que verla.

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-¿Cree que tendrá sucesión?

-Mis hijos son mellizos y tienen 22 años. Ella está acabando Química en Londres y ahora va a cursar un master en París y mi hijo está finalizando Farmacia y está de Erasmus en Siena. O sea, que en un par de años los tengo aquí. Todavía me acuerdo cuando mi hija tenía cinco años y mi madre la sentaba en el mostrador... Desde siempre ha tenido una ilusión loca por dedicarse a esto.

-¿Es una alegría para usted que quieran continuar?

-Yo siempre les digo que una empresa familiar es como una historia de amor; hay que estar enamorado de tu empresa, como yo lo estoy, y el trabajo ni te abruma ni te cansa.

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-¿Cuál sería su consejo más importante para ellos?

-Lo más importante es la curiosidad científica, pero también la curiosidad por la gente. Soy como Sherlock Holmes en pequeñito. Y es muy importante la vocación de servicio y la honestidad. Yo, cuando me voy a casa muy cansado después de haber visto a mucha gente, me marcho tranquilo porque he hecho mi trabajo lo mejor posible, no he engañado a nadie y sé que lo que he pautado va a funcionar.

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