El doctor José Luis Guinot, en la sede de la asociación.Irene Marsilla
¿Quién es José Luis Guinot?
Presidente de la Asociación Viktor E. Frankl ·
«La vida no tiene sentido por ser más larga, sino porque quede lo que hemos hecho» | Tenía 19 años cuanto le golpeó la muerte de su madre. Fue el primer contacto con el dolor y de esa adversidad surgió un camino que ya no ha dejado de recorrer. Nunca es fácil. «El sufrimiento produce agotamiento», revela. Pero eso lo cura el contacto con la realidad. «Cuando eres consciente de tus propios límites te liberas»
MARÍA JOSÉ CARCHANO
Martes, 9 de enero 2018, 21:15
Hay personas que rebosan humanidad. Con una sonrisa abierta, con una mirada cálida. Sin ni siquiera pronunciar una palabra. Es normal, por tanto, que le hayan dado tantas veces las gracias, que se sienta tan acompañado. Tan querido. José Luis Guinot está en la asociación Viktor Frankl desde el principio, desde aquel día en que quisieron estudiar cómo se busca el sentido a la vida después de una pérdida. Igual que lo hizo el judío que da nombre a la entidad después de perder a toda su familia en un campo de concentración. También el actual presidente, médico, oncólogo, jefe clínico en el IVO, vive cada día en contacto con el dolor, buscando siempre que los enfermos, los familiares, se sientan acompañados. Sólo eso. Y tanto al mismo tiempo.
-¿Era consciente de que debería convivir con la muerte cuando se hizo médico?
-Hay una historia personal detrás, que cuento en uno de mis libros. Mi vida cambió a los 19 años, cuando mi madre falleció de muerte súbita. Estaba en tercero de Medicina y quería investigar el cáncer en el laboratorio, pero me di cuenta de que ahí no estaban las respuestas que necesitaba para la realidad que vivía en aquel momento, así que decidí cambiar mi orientación hacia la medicina clínica, hacia la atención de las personas que sufren. Y no sólo curarlas, sino acompañarlas, ayudarlas a cambiar su actitud. Por ejemplo, hay quienes viven en el miedo continuo a que se reproduzca un cáncer, y eso les hace no disfrutar del presente. Resulta innegable que el futuro es incierto, sabemos que no podemos garantizar qué va a pasar, pero hasta entonces tienen una oportunidad.
-¿Y si ya no hay nada que hacer?
-Si la medicina ya no puede hacer nada para curarles yo les invito a aprovechar esos momentos para hablar con la familia de las cosas importantes que nunca se han dicho, para perdonar y ser perdonados, un tiempo que por ejemplo no tuvo mi madre al morir de repente.
-¿Qué pueden hacer los familiares ante la muerte?
-Hace falta esa atención para las personas que sufren una pérdida, porque la vida ya no será la misma que habían tenido hasta entonces. Va a haber un sufrimiento necesario pero el duelo es una oportunidad. Y nos lo demuestran cuando la gente viene aquí a ser ayudada, ya que cuando en los talleres escuchan a otros de repente dejan de pensar en sí mismos. Y de pronto pasan a ser personas que ayudan. Eso es terapéutico. Pero el sentido que se da a la vida lo tiene que encontrar uno mismo.
-Usted sabe mejor que nadie que, sin embargo, no todos los médicos tienen esa actitud ante los pacientes.
-Ser profesional de la salud lleva implícita la ayuda a los demás. No hay más nivel de cualidad humana que la de un obrero, pero sí es cierto que existen personas en la profesión que por su forma de ser no invitan a esa cercanía. Quizás tendrían que plantearse que su lugar debería ser otro. Hay médicos que lo hacen de maravilla en el laboratorio.
-Pero está claro que es duro ese convivir con la enfermedad.
-Es cierto que el contacto con el sufrimiento produce un agotamiento. Y nos tenemos que preparar porque todos necesitamos un autocuidado. La pérdida de un hijo, por ejemplo, que es una de las experiencias más duras que puede vivir el ser humano, se va contigo a casa. Pero no conozco a nadie aquí que haya dicho no puedo más. Sí es verdad que cuando era más joven lo sufrí en el hospital, con una recaída de una persona joven. Viví las mismas fases que en un duelo, de negación, de ira, de depresión, incluso de decir: «Esto me lo dejo, no puedo más». Pero hay un momento en que tienes que rendirte; aceptarlo, porque cuanto más tarde más sufriré y privaré a otros pacientes de ser atendidos por mí. Y cuando eres consciente de tus propios límites te liberas.
-¿Tiene miedo a la muerte?
-Sinceramente, no. Todo ser humano tiene que plantearse el sentido de su vida. Para mí es salir de mí mismo y tratar de amar a los demás como el medio de comunicación más profundo que tenemos los seres humanos. La vida no tiene sentido por ser más larga, sino porque quede lo que hemos hecho. Si vives así, qué importa lo que te va a pasar mañana. Y si pasa algo no estoy solo.
-¿Cuántas veces le han dado las gracias?
-Muchas. Pero a usted también, seguro. A todos nos las han dado, salvo a aquellas pobres personas que se mueven sólo por el placer o el poder.
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