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Juan Noguera, marqués de Cáceres.

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Juan Noguera, marqués de Cáceres. Irene Marsilla

Juan Noguera: «Mi mujer es una gran marquesa, me casaría otra vez con ella y me portaría mejor»

El marqués de Cáceres cree que la nobleza obliga, y que los actos de sociedad son una obra de teatro «con el público feliz de verte». Tuvo que retirarse por un problema coronario y ahora es relaciones públicas de la bodega. «Me mandan como quien firma discos», bromea

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Miércoles, 23 de enero 2019, 00:49

Juan Noguera tiene desde lo alto de su casa una perspectiva única de San Agustín, en aquella terraza del edificio Merlé donde ondea, orgullosa contra vientos y mareas, la bandera española. La luce también en la solapa de la chaqueta de paño, aunque el lacito tiene un borde en color verde. Ese detalle simboliza la Monarquía, aclara el actual marqués de Cáceres, que solo tiene de extremeño el título y de riojano las bodegas que llevan su nombre; criado en San Nicolás, en la plaza del Correo Viejo, se siente español, por supuesto, y más valenciano que la paella. Nos recibe en el salón de su casa, cargado de recuerdos y fotografías que son un pedazo de la historia de este país, con su familia siempre cerca del Conde de Barcelona y los Reyes, que por algo pertenecían sus padres a esa nobleza que estuvo con ellos incluso en los momentos más duros del exilio. Recién llegado de Guatemala, ha estado promocionando vino. «A mí me mandan como quien va a firmar discos», bromea, con un humor que solo le abandona en dos temas muy recurrentes en su conversación: la unidad de España y la Monarquía.

-Es usted la cara visible de las bodegas Marqués de Cáceres, aunque ya esté retirado. ¿Le mantiene activo?

-Sí, y me encanta, porque ya llevo muchos años sin poder trabajar. Tengo una incapacidad coronaria y como consecuencia de ella me dieron una invalidez.

-¿Fue un momento complicado?

-Sobre todo por la gravedad de la enfermedad. Recuerdo que el médico me dijo: 'o deja de fumar o tardaré mucho tiempo en verle'. No sé qué me pasó, que dejé el encendedor y el paquete de tabaco y hasta hoy.

«Cuando mis padres viajaban a Estoril, en casa se proclamaba la república»

-¿Tiene fuerza de voluntad?

-Para algunas cosas sí, para otras soy muy blando. Por ejemplo, cuando estoy con mis nietos un fin de semana -tengo siete-, incluso viendo el partido del Valencia, si quieren ver dibujos animados, o me pongo a verlos o me voy a otra televisión. Pero es que yo soy de la escuela antigua, cuando todavía teníamos tatas y con los mayores estábamos cinco minutos, que había que ir al baño y a dormir. Hacíamos los deberes con una profesora y ahora son los padres los que tienen que ejercer de tutores, de niñeras… de todo. Menos mal que en el caso de mi mujer cumple con su papel de abuela a las mil maravillas y me sustituye perfectamente (ríe).

Juan Noguera posa orgulloso junto a la bandera de España en el balcón de su casa, frente a San Agustín. Irene Marsilla

-Viene de una familia con apellidos nobles. ¿En qué momento supo quién era?

-Ya a cierta edad, porque lo primero que aprendí de mi padre fue el respeto y el cariño a la Monarquía. Recuerdo con ocho o nueve años realizar viajes a Estoril para estar con el Conde de Barcelona en navidades. Nos íbamos todos, los cinco hermanos, con dos coches, y pasábamos esas fechas tan entrañables con la Familia Real. Yo le decía: «papá, ¿por qué vamos?». Y él me explicaba de la estancia de Don Juan en Portugal, de la historia de España, y eso se me quedó grabado. Como pasa ahora muchas veces, a esas edades nuestro padre es un ídolo, y yo he tenido la suerte de poder confirmar que esas ideas que tenía en su día han sido la salvación de España. Mi pena fue la desgracia de no poderlo compartir con él, porque murió antes de que llegara la Monarquía.

-¿Fue consciente de que era un privilegiado?

-Fui consciente posteriormente, con diez u once años solo pensaba en irme a los caballitos en la feria de Lisboa. Pero ten en cuenta que a mí me enseñaron que nosotros teníamos que servir a unos ideales, además de tener una formación determinada basada en el respeto; de saber muchas cosas y no abusar de ello.

«Estoy feliz con mi Reina Letizia, que ha mejorado mucho últimamente»

El tatarabuelo del actual marqués de Cáceres contribuyó de una forma decisiva en la Restauración de la Monarquía tras la Primera República, a finales del siglo XIX. «Estaban las tropas acuarteladas en Sagunto y Cánovas del Castillo le pidió que le dijera al general Martínez Campos que no proclamara la Monarquía, que esperara nuevas instrucciones de Madrid. Él hizo todo lo contrario y Alfonso XII se convirtió en Rey de España». El nuevo Monarca le mandó una foto, firmada: 'al leal marqués de Cáceres, un corazón agradecido. Alfonso'. Está sobre la mesa, en un lugar privilegiado. Y Juan la mira, muy orgulloso.

-Es cierta entonces la expresión 'nobleza obliga'.

-Si te distinguen con un título nobiliario, lo normal es que seas leal con la persona que te lo concedió y con todos sus descendientes. Me han dejado un legado patrimonial, que no económico, y me debo a él, y en determinadas situaciones de la vida te ves obligado a actuar de forma distinta a como lo harían otras personas.

-Póngame un ejemplo.

-Si mañana nos vamos a tomar unas copas y me paso, la imagen que estaría dando es que los marqueses son unos borrachos. Y eso te coarta, así que muchas veces buscas estar en confianza y con amigos de verdad. Los actos de sociedad son como una obra de teatro, en la que actúas, donde te subes a un escenario y quienes están en el patio de butacas están felices y contentos de verte.

-Una vez, una persona de la alta sociedad valenciana me dijo: «sal de casa llorada». Hay momentos, por ejemplo, durante la adolescencia, en que puede haber una rebeldía a aquello que nos viene impuesto. ¿A usted le pasó?

-En aquella época teníamos que demostrar que no estábamos de acuerdo de una forma muy suave, porque el principio de autoridad era muy fuerte. Es igual que con los niños, que cuando empiezan a comportarse mal hay que darles un bofetón, no queda más remedio, y al final aprenden.

«Tengo siete nietos pero no ejerzo de abuelo, mi mujer cumple por los dos »

-¿Hizo lo que se esperaba de usted?

-No. Con las ideas políticas mi padre estaba plenamente satisfecho, en cuanto a los estudios siempre iba a remolque. Y de adolescentes… Cuando mis padres se iban a Estoril nos quedábamos solos y recuerdo que avisábamos a todos los amigos, también a mis primos, los Lassala. Les decíamos: «venid, que se ha proclamado la República». Y nos comprábamos cervezas en la paraeta de Amparo.

-Se convirtió en abogado. ¿Ejerció?

-Sí, un año.

-¿No le gustó?

-Sí, me gustó. Le cuento. Mi primer asunto se resolvió satisfactoriamente sin llegar a juicio, y los honorarios, según marcaba el colegio de abogados, eran 28.000 pesetas. Cuando se lo dije al cliente, me contestó: «Don Juan, mire usted, que yo no puedo pagarle más de ocho mil pesetas». Y le había salvado la nave, había reducido la plantilla. Le dije que me pagara lo que pudiera y pensé: «se acabó la abogacía». Empecé a trabajar en banca, posteriormente tuve el problema de corazón, falleció mi padre y entré en la bodega de relaciones públicas.

El hijo de los marqueses de Cáceres ha heredado un gran compromiso con la Monarquía. Irene Marsilla

-Poca gente sabe que el vino Marqués de Cáceres es de capital valenciano.

-Claro que es valenciano. Fue Enrique Forner, un valenciano de Sagunto, junto a Sebastián Carpi, el conde de la Vallesa del Mandor, José Simó y mi padre, sin ser ninguno vinatero, quienes crearon la bodega. Mi padre estaba asustado, porque había accedido a ponerle el título y no sabía si de ahí iba a salir un buen vino o uno de garrafón.

-Me habían hablado de su buen humor. ¿Hasta qué punto es importante para usted?

-Es fundamental porque ya la vida te da bastantes problemas para que, encima, estés de mal humor y te adjudiques algo que no es tuyo. Porque si ya sales contento puede que alguien te amargue pero como salgas cruzado… mejor no salir.

«Mi padre estaba asustado por si, con su nombre, de la bodega salía garrafón»

-¿Lo ha heredado?

-Yo creo que es mezcla de los dos. Ahora, cuando mi padre se enfadaba… recuerdo una anécdota como si fuera ayer. Imagínese cinco hermanos, todos pequeños, nos daban para merendar plátano maduro chafado con zumo de naranja en la salita de los niños, donde comíamos. Todos protestábamos, hasta que oímos la llave en la cerradura y el ruido de goma de aquellos zapatos que se fabricaban entonces. No quedó nada en ningún plato. Ahí había, tengo que decir, más miedo que respeto, que sabíamos que cuando se enfadaba no había bromas que valieran.

-Hábleme de su mujer. ¿Sabía con quién se casaba?

-Sí, con el aspirante a marqués. Ella no pertenecía a mi círculo porque la conocí en Murcia, aunque ahora esté perfectamente integrada en Valencia. Tuvo muy mal gusto y yo muy bueno. Se lo digo a ella, que los niños son todos muy guapos porque se parecen a su madre. De las cosas buenas que he podido hacer en esta vida, la mejor fue casarme, porque acerté plenamente. Porque, además de ser una gran marquesa, es una gran madre y esposa.

-¿Se casaría otra vez con ella?

-Sí, y me portaría un poco mejor (ríe).

-Le gusta la buena vida.

-Hay que disfrutar de la vida, hay que mirar la parte buena, y eso me ayuda a ser más feliz. Si este mundo tiene una parte positiva vamos a aprovecharla, que aquí estamos de paso. Esa es mi forma de pensar. Hay cosas malas, sí, y si son muy peligrosas huye.

-¿La enfermedad le limitó?

-En un principio sí, procuro cuidarme. Tengo dos pecados veniales, el ejercicio y la comida. Pero, claro, vas a probar vino, te invitan… Ahora estoy en fase de recesión, que acabará mañana, 24 de diciembre. Hay que alternar (ríe).

«Mis dos pecados veniales son la falta de ejercicio y la comida»

-Nos ponemos serios. ¿Le preocupa el futuro de España?

-Soy optimista con efectos retardados, creo que ha habido un grave problema, y es que no existen las dimisiones, nadie sabe retirarse a tiempo. Imagine que Franco murió en la cama.

-Pero no ha querido entrar en política.

-Podría haber hecho algo, me impliqué en la llegada de la Monarquía, porque no quería ver dos Españas. Mire ahora, ojalá que Dios nos ilumine a todos y no se rompa. Yo estoy satisfecho, tengo mi Reina Letizia, que ha mejorado mucho de un tiempo a esta parte. Aunque no me lo haya preguntado yo se lo digo.

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